La bacteria ‘Yersinia pestis’ se esconde en las amebas para resurgir y propagar la peste
La bacteria ‘Yersinia pestis’ es uno de los organismos más letales de la Historia. Y es que esta bacteria causa es responsable de una enfermedad que ha protagonizado algunas de las mayores hecatombes sufridas por la población humana. Se trata de la famosa ‘peste bubónica’ o ‘peste negra’, que entre otras apariciones causó la muerte de un tercio de la población europea en el siglo XIV. Sin embargo, esta peste bubónica no es cosa del pasado. Aún reaparece episódicamente en zonas de todo el mundo, muy especialmente en Madagascar y el África sub-sahariana –región en la que se concentra el 95% de los nuevos casos de la enfermedad–. Pero, ¿por qué es tan difícil de erradicar del mundo esta bacteria y, por ende, la peste? Pues la razón podría explicarse, como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de Washington en Pullman (EE.UU.), porque ‘Y. pestis’ se esconde, cual refugio, en uno de los seres vivos más numerosos sobre la faz de la Tierra: la ameba.
Como explica Viveka Vadyvaloo, directora de esta investigación publicada en la revista «Applied and Environmental Microbiology», «nuestro trabajo sirve como una prueba del principio que establece que las amebas pueden apoyar la supervivencia prolongada de ‘Y. pestis’ en el ambiente».
Esperando tiempos propicios
Como han demostrado las epidemias que asolaron a la Humanidad en el pasado, la peste bubónica puede transmitirse entre los roedores –entre otros, las ratas– y entre los humanos. Y para ello, la bacteria emplea a las pulgas –la peste del Medievo no llegó con las ratas, sino con las pulgas de las ratas– como vector o ‘vehículo’ de transmisión. Pero, ¿qué ocurre cuando las condiciones son desfavorables para llevar a cabo su labor infecciosa? Por ejemplo, ¿cómo sobrevive ‘Y. pestis’ cuando escasean las ratas y sus pulgas? Pues de acuerdo con las nuevas evidencias, se refugia en las amebas y espera su momento para salir y continuar infectando a la gente.
La ameba es un organismo unicelular –un protozoo– muy similar a los macrófagos de nuestro sistema inmune. De hecho, las amebas también tienen la capacidad para fagocitar –o ‘engullir’– a las bacterias, lo que hacen continuamente para alimentarse –y no, como los macrófagos, para desintegrarlas–. Y para ello, de manera similar a los macrófagos, las amebas cuentan con unos compartimentos especiales que, denominados ‘vacuolas’, utilizan para llevar a cabo la digestión –ya sea con fines alimenticios o destructivos.
Como refiere Viveka Vadyvaloo, «con esta idea en mente, hemos cultivado tres cepas diferentes de ‘Y. pestis’ asociadas a las epidemias en humanos con una cepa de ameba común en los laboratorios, ‘Acanthamoeba castellanii’, en un medio que facilita el crecimiento del protozoo».
Los resultados de las observaciones por microscopía electrónica mostraron que las distintas cepas de ‘Y. pestis’ fueron capaces de sobrevivir, tan tranquilas como intactas, dentro de las vacuolas de las amebas. Pero, ¿estas vacuolas no cuentan con enzimas para digerir a las bacterias? Pues sí. Lo que ocurre es que ‘Y. pestis’ libera unas proteínas que inhiben la acción de estas enzimas.
Como indica la directora de la investigación, «para tener una idea de cómo ‘Y. pestis’ sobrevive dentro de la ameba tan solo tenemos que fijarnos en cómo la bacteria sobrevive dentro de los macrófagos humanos. Por lo general, los macrófagos engullen las bacterias patógenas y las destruyen, pero algunos patógenos son capaces de evitar su muerte mediante la producción de proteínas que bloquean la digestión».
Por tanto, la estrategia de liberación de proteínas inhibidoras no es exclusiva de ‘Y. pestis’, sino común a muchas bacterias. De hecho, muchas de estas proteínas ya han sido identificadas. Así, lo siguiente que hicieron los autores fue repetir el experimento con una cepa de la bacteria genéticamente modificada para que no pudiera producir una de estas proteínas. Y en este caso, ‘Y. pestis’ no sobrevivió, sino que sirvió de alimento para la ameba.
Caballo de Troya
Hace ya mucho tiempo que las amebas tienen una dudosa reputación de actuar como ‘caballos de Troya’ para múltiples patógenos humanos. El mejor ejemplo es la legionelosis, enfermedad respiratoria causada por las bacterias del género ‘Legionella’ y descubierta en el año 1976 tras la aparición de un brote entre los asistentes a la convención de la Asociación de Legionarios Estadounidenses en Filadelfia (EE.UU.).
Como concluye Viveka Vadyvaloo, «nuestros resultados deben alentar la realización de más estudios sobre esta interacción entre ‘Y. pestis’ y las amebas en los estados de Colorado y Nuevo México, en los que la peste es endémica. Y asimismo, podrían emplearse para predecir las potenciales reapariciones de la enfermedad, facilitando así una reducción de su expansión entre los humanos».
Y así la bacteria más peligrosa y letal se esconde durante años para poder surgir cuendo las condiciones mejoran. Cada día que pasa me sorprende más las bacterias, mira que usar las amebas como reservorio. Increíble xD de paso, este descubrimiento tendrá grandes aplicaciones contra esta enfermedad principalmente para explicar brotes de origen desconocido de esta enfermedad.