El descubrimiento de nuevos antibióticos, una prioridad debido a las resistencias bacterianas
descubrimiento de la penicilina en 1928 supuso un antes y un después en la historia de la medicina. Los antibióticos, sustancias diseñadas para acabar con las bacterias, han salvado millones de vidas desde entonces y constituyen un mercado de 30.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, el desarrollo de estos fármacos está casi estancado y la necesidad apremia debido al aumento de los microorganismos resistentes a ellos.
Desde la década de los 60, sólo cuatro nuevas clases de antibióticos se han introducido en el mercado. Ninguno de ellos ha supuesto un gran impacto en la lucha contra las infecciones bacterianas. La mayor parte, además, son derivados de las familias descubiertas a mediados del siglo pasado. Nada nuevo bajo el sol.
En este mismo tiempo, han surgido varios tipos de patógenos resistentes a los antibióticos comunes, como las penicilinas o las tetraciclinas. En especial, tres. El 'Staphylococcus aureus' resistente a la meticilina (MRSA), que causa 19.000 muertes al año en Estados Unidos (más que el VIH), las cepas multirresistentes y extremadamente resistentes de 'Mycobacterium tuberculosis', y cepas menos frecuentes de otras bacterias resistentes a todos ('Acinetobacter baumanii', protagonista de las infecciones hospitalarias, o 'Escherichia coli') cuyas infecciones son intratables.
"El descubrimiento de antibióticos podría parecer sencillo. El objetivo es matar un organismo que está relacionado remotamente con los humanos; las dianas terapéuticas deberían ser abundantes y encontrar nuevos antibióticos de baja toxicidad debería ser simple. Sin embargo, la historia del desarrollo de estos fármacos sugiere lo contrario", apuntan Michael A. Fischbach, del Hospital General de Massachusetts, y Christopher T. Walsh, del Harvard Medical Scholl, en un artículo publicado en 'Science'.
Hacen falta nuevas familias
El escaso potencial lucrativo que estos medicamentos tienen para las compañías farmacéuticas ha reducido notablemente la investigación en este campo. El 73% de los agentes antibacterianos registrados entre 1981 y 2005 eran derivados de cuatro familias de antibióticos ya existentes (penicilinas, cefalosporinas, macrólidos y quinolonas).
"Aparte de la introducción de los carbapenems en 1985, todos los antibióticos aprobados para uso clínico entre 1960 y 2000 eran derivados sintéticos de otros existentes", señalan Fischbach y Walsh. La introducción de pequeñas variaciones sobre la base de otros antimicrobianos es la forma más común de descubrimiento de otros nuevos, una "buena estrategia a corto plazo pero una forma presumiblemente más sostenible de combatir las resistencias es descubrir nuevas moléculas base", añaden.
Entre los posibles sitios en los que buscar candidatos para las nuevas familias de antibióticos están los nichos marinos, "especialmente prometedores", y las simbiosis terrestres y marinas, ya que las relaciones estrechas entre distintos seres vivos es el origen de múltiples mecanismos de defensa/resistencia. Los laboratorios también puede ser la cuna de estos fármacos, especialmente gracias a la secuenciación del genoma de las bacterias y al uso de amplias bases de datos de compuestos.
Las nuevas familias de antibióticos "serán componentes esenciales de un plan viable de combatir las resistencias", concluye el artículo.
Nuestro organismo contribuye a las resistencias
Además de ser útil para definir posibles dianas terapéuticas, la secuenciación del genoma de las bacterias ha permitido descubrir que muchos de los genes que les confieren resistencia no son fruto de la evolución de esa cepa sino que los han adquirido mediante la transferencia lateral. Este fenómeno exclusivo del mundo bacteriano consiste en la transmisión de material genético desde una bacteria a otra.
"Existe un interés creciente por descubrir los reservorios de estos genes de resistencia a antibióticos", reza otro artículo publicado en la misma revista. Una de estas posibles reservas es la microflora humana, formada por las bacterias que habitan en el tracto gastrointestinal.
Tras secuenciar del ADN de la flora bacteriana y compararlo con el de algunos patógenos, los autores de este trabajo descubrieron ciertas similitudes entre ellos que podrían apuntar a nuestra microflora como origen del que parten estos genes de la resistencia.
"Nuestro análisis sugiere que apenas hemos empezado a rascar la superficie de la inmensa diversidad de la maquinaria de la resistencia de los microorganismos humanos", explican. Si no lo es ya, esta diversidad "podría contribuir en el futuro a la aparición de resistencias en los patógenos", añaden
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/08/28/biociencia/1251458428.html
SE necesitan urgentemente tales descubrimientos puesto que actuamente cada vez hay más bacterias resistentes a los antibióticos usados , pero aunque se descubran nuevos antibióticos estos quedarán anticuados debido al mal uso de estos y si seguimos así llegará auna época post antibiótico de funestas consecuencias.