Aqui os dejo un fragmento del Libro de Andreas Moritz"
"A mí nunca me vacunaron contra ninguna enfermedad. Mi madre, en cuya familia había médicos muy respetados, se negó a ceder ante la presión de las autoridades docentes y los médicos convenciona-les, quienes le decían en términos bien claros que estaba poniendo en peligro la salud de mi hermano y la mía por no someternos a las inoculaciones recomendadas. Sin embargo, su fuerte instinto maternal prevaleció; creía sólo en modos naturales de desarrollar
resistencia a las enfermedades.Cuando al final contrajimos algunas de las típicas enfermedades de la infancia, ella nos dijo que eso era una parte necesaria para el desarrollo de la inmunidad natural, y no teníamos razones para creer lo contrario. Ni mi hermano ni yo hemos padecido ninguna enfermedad infecciosa a lo largo de cinco décadas, excepto algún catarro ocasional. A principios de la decada de 1980 empecé a investigar la teoría que hay detrás de la presunta necesidad de las vacunaciones individuales y en masa y descubrí serios fallos, medias verdades y engaños absolutos en la «ciencia» que la respalda. Así pues, no encontré ningún mérito científico en defender la idea de que las vacunas de alguna manera nos protegen de las enfermedades al estimular la producción de anticuerpos"
Es más, vi que los datos que condujeron a la aceptación unilateral de la vacunación como el único modo de controlar las enfermedades infecciosas estaban amañados o tergiversados. Las pruebas falsificadas han dado a casi todo el mundo la impresión de que las vacunas han prevenido epidemias. Nada podría estar más lejos de la verdad.Consideremos, por ejemplo, el caso de la vacuna antigripal, que se sigue administrando a bebés, adultos y ancianos año tras año. La presti-giosa Colaboración Cochrane analiza con regularidad la literatura cien-tífica en la que aparecen nuevos estudios sobre la eficacia de las vacunas antigripales. Sin embargo, a pesar de haber investigado hasta el momen-to centenares de estos estudios, sigue sin haber ni rastro de pruebas de que la vacuna antigripal tenga efectos protectores en comparación con un placebo. La completa falta de pruebas clínicas que respalden la vacu-nación como método para la prevención de enfermedades habla por sí sola. La vacunación no sólo no previene las enfermedades infecciosas; se ha convertido en uno de sus principales contribuyentes.
Auténticas mentiras
La vacunación es, de hecho, uno de los primeros ritos de tránsito a los que es sometido el bebé humano: una especie de «seguro de
enfermedad» para el resto de nuestra vida. En los próximos capítulos explicaré por qué las vacunas son en realidad asesinos silenciosos; o,
como mínimo, agentes que causan enfermedades de las que podríamos prescindir perfectamente. He aquí cinco mitos básicos sobre las vacunas que te mostrarán cómo nos han embaucado colectivamente.
vacunas peligros y consecuencias
Mito número 1: las vacunas previenen las enfermedades
Falso:
la historia presenta muchos ejemplos de cómo las vacunas han causado y propagado la propia enfermedad que se suponía que debían prevenir. La literatura sobre el tema está repleta de ejemplos de individuos y grupos de personas que, a pesar de haber sido vacunados contra una enfermedad infecciosa, la han contraído en una fecha posterior.
Mito número 2: las vacunas erradican las enfermedades
Falso:
las enfermedades infecciosas ya iban en descenso años antes de que empezaran las campañas de inmunización masiva. Las me-joras en la salud pública, la higiene y la nutrición hicieron que la gente estuviera más sana, lo que a su vez le confería más resistencia natural a las infecciones y las enfermedades. Por el contrario, hay
numerosos casos de enfermedades supuestamente «erradicadas» como la tos ferina y el sarampión que han retornado con fuerza, como ha ocurrido en muchos países africanos, y han causado epidemias a pesar (o a causa) de las campañas de inmunización masiva.
Mito número 3: las vacunas estimulan la inmunidad
Falso:
es un hecho inequívoco que las vacunas dañan el sistema in-munológico. Debido a sus ingredientes sintéticos, químicos y gené-ticos, causan un exceso de toxicidad.
Debilitan el sistema inmunológico y realmente ponen en peligro su capacidad de rechazar la enfermedad y curar el organismo. Las vacunas engañan al sistema inmunológico e inducen una inmuni-dad artificial, que funciona de una manera muy diferente a la de la inmunidad natural. Manipular este delicado proceso tiene un alto precio.
vacunas peligros y consecuencias
Mito número 4: las vacunas no entrañan riesgos
Falso:
los médicos informan cada año de miles de reacciones graves a las vacunas, incluyendo cientos de muertes y discapacidades permanentes. Entre los daños de larga duración cabe citar los trastornos neurológicos y las enfermedades autoinmunes. De hecho, los investigadores atribuyen docenas de dolencias crónicas de índole inmunológica y neurológica a los programas de inmunización masi-va llevados a cabo en todo el mundo.
Mito número 5: la teoría de las vacunas se basa en sólidos principios científicos
Falso:
la teoría germinal de las enfermedades infecciosas formulada por Louis Pasteur –de la que se retractó antes de morir– se convirtió
en la base de la medicina convencional y la vacunación. Sin embargo, docenas de libros escritos por médicos e investigadores, muchos de ellos independientes, han revelado serios fallos en la teoría y la práctica de la inmunización. A fin de no caer de lleno en las manos de los especuladores y de salvaguardar nuestra salud, es importante estar bien informados y prevenidos sobre cómo funciona el cuerpo humano. Es simple y no
requiere ninguna base científica. Con frecuencia la verdad desnuda está pidiendo a gritos que la entiendan, pero preferimos creer en
médicos salvadores con bata blanca. Si bien esto es un trago amargo, es importante comprender los motivos que hay detrás de las «verda-
des científicas» trasmitidas de generación en generación mientras se inyecta a nuestros hijos materiales químicos y biológicos manipula-
dos genéticamente que se hacen pasar por vacunas.Quizá nosotros tengamos también la culpa, porque ¿no tenemos propensión todos a buscar soluciones fáciles? La ciencia de las vacu-nas saca partido de esto y se aprovecha de una falacia sutil pero esen-cial. Su enfoque se basa en provocar una inmunidad de por vida a una enfermedad infeccioso-inflamatoria sin tener que padecerla antes.
vacunas peligros y consecuencias
El supuesto básico es que, al tener anticuerpos en la sangre para ciertos gérmenes causantes de enfermedades, uno está automática-
mente protegido contra ellos. Sin embargo, las investigaciones no han podido demostrar si la protección frente a los gérmenes se debe
a la presencia de los anticuerpos o a una respuesta inmunitaria sana y normal. Realmente es mucho más probable que lo cierto sea lo último, a menos que los venenos de las vacunas hayan dañado o in-cluso paralizado el sistema inmunológico. La teoría que sostiene que exponiendo el cuerpo a gérmenes productores de enfermedades se desencadenará en él una respuesta inmunitaria similar a la generada durante el desarrollo natural de tales enfermedades es errónea. Es muy improbable que la naturaleza haya cometido un error tan crucial como el de hacernos depen-dientes de la inyección de material extraño y tóxico en nuestra san-gre, cuando contamos con un sistema inmunológico tan complejo y evolucionado que ni un millón de potentes ordenadores conectados en red podría imitar su funcionamiento. ¿Por qué, entonces, vas a querer confiar tu salud a un cóctel de sustancias químicas venenosas cuando tu sistema inmunológico, in-cluso si está algo debilitado, tiene muchas más posibilidades de protegerte de una gripe? Nuestro sofisticado sistema inmunológico, que ha evolucionado durante millones de años, puede sin duda protegernos mucho mejor contra las enfermedades que nada de lo fabricado por el hombre. Todo lo que necesita es algunos cuidados básicos por tu parte. En cambio, con cada nueva vacunación, tu sistema inmunológi-co se agota más y los efectos secundarios se hacen más pronunciados
y graves. Además, de todos modos puedes caer enfermo.