El 2 de mayo de 1972 el semanario italiano Domenica del Corriere sorprendía a sus lectores con un insólito titular: Inventada la máquina que fotografía el pasado». Era la primera información pública sobre un tema que activaría la polémica y, entre contradicciones y acusaciones de fraude, acabaría erigiéndose en un enigma que perdura hasta nuestros días. ¿Qué había de verdad en esa presunta tecnología que permitía ver y escuchar en directo a través del tiempo lo que ya no existe, incluyendo la vida de Jesús de Nazaret?
La noticia era increíble. En el semanario Domenica del Corriere se afirmaba que un equipo de doce físicos, encabezados por un monje, había creado un artefacto capaz de fotografiar el pasado y que incluso había registrado la vida entera de Cristo. Y demostraba tan inaudito anuncio con una imagen del rostro sufriente de Jesús en la Crucifixión.
Los fundamentos de este descubrimiento se basan en el conocido principio de la física clásica, según el cual «la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma». El inventor del aparato, Alfredo Pellegrino Ernetti, un benedictino, aseguraba haber construido su máquina basándose en el concepto de que las ondas sonoras y visuales son energía y, por tanto, están sometidas a las mismas leyes físicas que la materia. Igual que desde las partículas más ínfimas se puede recomponer un elemento en su forma primitiva, el artefacto sería capaz de acceder a las ondas luminosas y sonoras del pasado, reorganizándolas en las mismas imágenes y sonidos que las integraron en su origen.