El extraño ser de agua que asoma en las playas
Mide 30 cm, tiene 20 músculos, el 98% de su cuerpo es agua y lleva más tiempo que el hombre en nuestro planeta. Es el pariente lejano de los animales que días atrás invadieron las costas de Granada y de Málaga.
A siete metros bajo las aguas del Mediterráneo, en la llamada Punta de la Mona, en Almuñecar, el profesor de zoología marina Luis Sánchez Tocinodispara una y otra vez el flash de su Nikon D800. Delante tiene un ser gelatinoso, translúcido total, bellísimo, como llegado de otro mundo. No es una medusa, aunque a ojos de un profano lo parecería. A Sánchez, gran conocedor de este animal, raro como un alien, el aspecto sin embargo no le confunde. Lo sigue con la cámara. Dispara. Clic, clic, clic... "Pocas veces he visto por aquí una salpa vagina, es un privilegio", dice a Crónica quien tres veces por semana se sumerge entre corales amarillos, gorgonias y jardines de algas que zarandean las corrientes. Y ahí estaba, como bailando a cámara lenta, el extraño ser, la Thetys vagina que ilustra esta historia. Miden 30 centímetros, viven entre dos y tres meses, llevan más de 300.000 años en los mares, tienen un diminuto cerebro, estómago, 20 músculos y el 98% de su cuerpo es agua (el de los hombres entre el 70 y 75%). Se alimentan del microplancton que filtran, se desplazan siguiendo las corrientes o expulsando agua, con una especie de sifón que tienen en la cola. Y forman cadenas entre ellos, conocidas como cinturones de Venus, que llegan a alcanzar 20 metros de largo, a veces incluso han llegado al kilómetro. Las que habitan en el Mediterráneo proceden del mar de Alborán.
En la semana en que una foto de una salpa vagina (Thetys vagina), tomada tiempo atrás en las lejanas aguas de Nueva Zelanda, se hizo viral en las redes sociales tras el desembarcó en masa de un pariente lejano en las costas de Granada y de Málaga, nos sumergimos de la mano del zoólogo marino de la Universidad de Granada en el fascinante mundo de un ser vivo que lleva habitando nuestro planeta más tiempo que el hombre, más de 300.000 años. Sin embargo, de la Thetys no se supo hasta que el naturalista alemán Wilhelm Gottlieb Tilesius von Tilenau la describió en 1802. En la mitología griega, Thetys significa Titán y, aunque hoy en día el nombre de la especie puede dar lugar a confusiones, en el 1800 la palabra latina «vagina» no se refería a la parte anatómica femenina sino que se asociaba a «vaina».
En todo este tiempo (más de 300.000 años) tanto su comportamiento nómada como su aspecto no habrían variado. Por su transparencia y movimientos (se traslada sobre todo dejándose llevar por las corrientes marinas, lo que le permite recorrer miles de kilómetros) puede parecer una medusa pero en realidad se trata de un animal completamente inofensivo. No pica ni tiene tentáculos urticantes. Se mueve prácticamente por los grandes océanos y mares del mundo, desde el Pacífico norte, Atlántico e Índico hasta el Mediterráneo, al que llegan las salpas, aunque en menor medida, desde el mar de Alborán. Su vida nómada se debe a que forman parte del zooplancton, esa especie de sopa marina (formada por animales errantes y plantas) de la que se alimentan desde ballenas a tortugas.
La salpa es hermafrodita. Algunas tienen óvulos y espermatozoides, las sexuadas; otras, como la de la foto, pertenecen al grupo de las asexuales, sin óvulos ni espermatozoides. Son individuos solitarios que generan descendencia por su propio cuerpo», explica, didáctico, Sánchez Tocino. El resultado, describe el zoólogo marino, «es todo un espectáculo». Y es que la salpa ya nace siendo salpa, y rara vez navega sola. Se agrega, una tras otra, a sus hermanas formando una cadena brillante, gracias a unos órganos que le aportan luminiscencia. Y así, como un rosario de luces a la deriva -lo que los biólogos llaman cinturón de Venus-, se dejan llevar por las corrientes hasta que son adultas y se separan. Las cadenas de Thetys vagina pueden contener decenas de individuos y tener varios metros de largo. Algunas puden llegar al kilómetro. También pueden navegar propulsando sus cuerpos con un sistema de sifón primitivo pero eficaz. Se quedan con el fitoplancton (alimento) que hay disuelto en el mar y que absorben por la parte anterior (sifón inhalante), y, con la ayuda de sus 20 músculos, expulsan el agua por la parte trasera (sifón exhalante), propulsando al animal hacia adelante. Algunas salpitas de la cadena, entradas ya en la madurez, terminarán convirtiéndose en sexuadas; otras, asexuales. Y de nuevo comenzará un nuevo ciclo reproductivo del que nacerán nuevas y luminosas cadenas de hermafroditas. Viven entre dos y tres meses.
Son comunes en mares ecuatoriales, templados y fríos, donde pueden ser vistos en la superficie, tanto en solitario como encadenadas en largas colonias. Las mayores concentraciones de sálpidos están en el océano Antártico. Allí en ocasiones forman enormes blooms (concentraciones de millones de ejemplares). Lo que significa tener millones de depuradoras de dióxido de carbono pues, según Sánchez Tocino, «estamos ante un importante depurador de CO2 en mares y océanos», uno de gases de efecto invernadero que ejerce un mayor descontrol sobre el clima de la Tierra, según un estudio del Instituto de Estudios Espaciales Goddard de la NASA en Nueva York.
Como tunicado que es (el nombre del grupo viene de la túnica que recubre el cuerpo de animales marinos, solitarios o coloniales), la salpa está emparentada con otro animal marino, quizás poco conocido. La ascidia, prima hermana de nuestra protagonista. De ella, la Ecteinascidia turbinata, el laboratorio español Pharmamar, del Grupo Zeltia, la logrado obtener un prometedor fármaco antitumoral, que ya ha sido aprobado en 78 países, incluido EEUU, Europa, Asia y América del Sur. Sería el primer antitumoral de origen marino y estaría indicado en el tratamiento del sarcoma de tejidos blandos y en el cáncer de ovario.
A la salpa le debemos que sea el eslabón viviente, el paso intermedio entre los invertebrados y los vertebrados. De su primitivo y minúsculo cerebro apenas se sabe. El resto es agua
Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2019/06/26/5d0d184821efa0ac3c8b4619.html