Son las fumarolas o chimeneas volcánicas submarinas (marine vents por su nombre en inglés), unas fuentes hidrotermales que surgen en los puntos donde la corteza marina se abre y afloran los gases y los materiales del manto terrestre. Los científicos han encontrado cientos de estos puntos volcánicos desde hace años y han descubierto que son abundantes en formas de vida. Los minerales y el calor que afloran del subsuelo son recursos que permiten prosperar a múltiples formas de vida. En torno a las chimeneas han surgido ecosistemas extraños, con microorganismos que obtienen su energía de la síntesis de minerales y organismos superiores que se alimentan de los primeros.
A menudo, las emisiones de estas chimeneas volcánicas son de color negro, debido a las sustancias disueltas. Se las llama por ello fumarolas negras. Todas ellas ocurren en temperaturas que están por encima de los 100ºC, pues debido a la presión submarina, el punto de ebullición del agua está por encima de esa cifra, que es a la que hierve sobre el nivel del mar.
Las fumarolas negras, con su sopa química de minerales, su alta presión y su temperatura infernal son un lugar extremo para la vida. Y a pesar de ello la vida ha sido capaz de desarrollarse en ellas. Los biólogos llaman extremófilos a los organismos, muchos de ellos únicos de esas zonas, que logran prosperar allí.
La más profunda encontrada hasta ahora
Ahora, los científicos han localizado la más remota de esas chimeneas volcánicas submarinas, a 5.000 metros de profundidad en una falla del fondo del Caribe.
Estas chimeneas están 800 metros más profundas que cualquier otra conocida antes. La temperatura del agua allí alcanza 450 °C y hay una pluma de agua caliente y cargada de minerales que asciende un kilómetro por encima de la chimenea.
A pesar de estas condiciones extremas, las chimeneas están plagadas de vida. Miles de ejemplares de una especie desconocida de gambas se aferran a las columnas rocosas de las chimeneas, de las que emana una mezcla de gases y minerales que forman nubes negras.
El hallazgo se describe en la revista científica 'Nature', y ha sido llevado a cabo por un equipo dirigido por el geoquímico Doug Connelly y el biólogo Jon Copley, del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton y la Universidad de Southampton (Gran Bretaña). El campo de chimeneas ha sido llamado Beebe Vent Field en memoria de Charles William Beebe (1877-1962) un zoólogo estadounidense que fue el primero en aventurarse en el océano profundo.
Durante una expedición llevada a cabo en abril de 2010 a bordo del Buque de Investigación 'James Cook', los científicos utilizaron un robot submarino llamado Autosub6000 y un vehículo de buceo profundo conocido como HyBIS para descender hasta el fondo de la brecha de las Caimán, un abismo situado al sur de las islas Caimán.
Las chimeneas que exploraron liberan grandes cantidades de cobre disuelto y el chorro de materiales que emiten llega cuatro veces más alto que el de otras conocidas antes. Aunque los científicos no fueron capaces de medir la temperatura de forma directa, estiman que ésta puede alcanzar 450 º C. "Este puede ser uno de los pocos lugares en el planeta donde se puede estudiar las reacciones entre las rocas y los fluidos supercríticos a temperaturas y presiones extremas", ha afirmado Doug Connelly al servicio de noticias científicas Eurekalert.
Aparte del interes geoquímico de la zona, el equipo halló anémonas blancas fijadas al suelo y la nueva especie de pálida gamba que se congrega en densidades de hasta 2.000 por metro cuadrado en torno a las chimeneas de mineral concentrado, que alcanzan hasta seis metros de altura. A falta de ojos normales, los crustáceos tienen un órgano sensible a la luz en la espalda, que les puede ayudar a navegar por las oscuras profundidades. La especie ha sido descrita como Rimicaris hybisae, poniéndole como nombre específico el del vehículo submarino que la descubrió.
Dispersión de especies
Este organismo está emparentado con una especie llamada 'Rimicaris exoculata', que se encuentra en otras chimeneas situadas a 4.000 kilometros de distancia en la dorsal oceánica del Atlántico. "El estudio de estas criaturas y su comparación con las especies de las chimeneas submarinas de todo el mundo, nos ayudará a entender cómo los animales se dispersan y se desarrollan en las profundidades del océano", ha afirmado Jon Copley.
Los investigadores han encontrado otras chimeneas similares localizadas en torno a este campo, a otras profundidades y sobre terrenos que, geológicamente, no invitaban a pensar que pudieran existir allí. Esto les lleva a pensar que, quizá, haya más puntos de este tipo en los océanos de lo que normalmente se piensa.
"Uno de los grandes misterios de las chimeneas volcánicas submarinas es cómo los animales son capaces de dispersarse de un campo de chimeneas a otro, cruzando las distancias aparentemente grande entre ellos", afirma Copley. "Pero tal vez hay más puentes por ahí de los que no nos dimos cuenta."
Precisamente, los británicos localizaron este campo de chimeneas gracias al trabajo anterior de un equipo de EEUU, que había encontrado en el agua la pluma de minerales y agua caliente que ascendía desde el fondo del mar. Sabido ésto, el equipo de Southampton se sumergió buscando el origen.
Tanto unos como otros están preparando nuevas expediciones que esperan llevar a cabo antes de 2013 con vehículos de control remoto capaces de sumergirse hasta 6.000 metros de profundidad.