El primer estudio fue conducido por cuatro científicos de alto nivel: Sean Whelan, de la Escuela Médica de Harvard; Kartik Chandran, de la Escuela Médica Albert Einstein; John Dye del Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas del Ejército de los Estados Unidos; y Thijn Brummelkamp, del Instituto del Cáncer de Holanda. El segundo estudio fue dirigido por James Cunningham, de la Escuela Médica de Harvard.
El virus africano del Ébola y su pariente cercano, el virus de Marburg, son conocidos como filovirus. Considerado como una de las infecciones más peligrosas, el Ébola fue identificado por primera vez en 1976 en África, cerca del río Ébola, una zona de Sudán y la República Democrática del Congo. Las infecciones por este virus causan hemorragia severa, fallo multiorgánico y la muerte. Nadie sabe cómo se propaga, y no hay vacunas disponibles o drogas anti-virales que puedan combatir las infecciones.
A través de la realización de un examen genético en todo el genoma de las células humanas, destinadas a la identificación de moléculas esenciales para la virulencia del Ébola, Whelan y sus colaboradores se centraron en la proteína Niemann-Pick C1 (NPC1). NPC1 es bien conocida en la literatura biomédica y principalmente se la asocia con el metabolismo del colesterol. Esta proteína, al mutar, causa un trastorno genético poco común en los niños, conocido como la enfermedad de Niemann-Pick.
Usando células derivadas de pacientes con la enfermedad de Niemann-Pick, el grupo observó que esta forma mutante de NPC1 también bloquea la infección del virus del Ébola. Además, los científicos demostraron que los ratones con una mutación en el gen NPC1 también resistían a la infección del Ébola. Una resistencia similar se encontró en las células cultivadas en las que la estructura molecular normal de la proteína de Niemann-Pick había sido alterada.
En otras palabras, identificar el efecto de NPC1 tiene un potencial terapéutico real. Si bien este tratamiento también puede bloquear la vía de transporte del colesterol, un tratamiento a corto plazo sería probablemente bien tolerado.
Por otro lado, Cunningham y su grupo investigaron el Ébola mediante el uso de un método robótico, desarrollado por sus colaboradores del Laboratorio Nacional de Detección de Pequeñas Moléculas en la Escuela Médica de Harvard, para cribar decenas de miles de compuestos. El equipo identificó una nueva molécula que inhibe la entrada del virus del Ébola en las células en más de un 99 por ciento. Los científicos utilizaron entonces el inhibidor como una sonda para investigar la vía de infección del Ébola, y encontraron que el inhibidor señalaba a la NPC1.
Para Cunningham y Chandran (que participó en ambos estudios), este hallazgo se basa en un documento anterior de 2005, llevado a cabo por ambos y en el cual Whelan fue también colaborador. En el citado estudio, los científicos descubrieron cómo el Ébola se aprovecha de una proteína llamada catepsina B. Este nuevo estudio completa el rompecabezas; ahora parece que la catepsina B interactúa con el virus del Ebola y lo prepara para unirse posteriormente a la NPC1.
"Es interesante que la NPC1 sea fundamental para la absorción de colesterol en las células, lo cual es una indicación de cómo el virus aprovecha los procesos celulares normales para crecer y propagarse", expone Cunningham, y añade que "las moléculas que se dirigen hacia la NPC1 e inhiben la infección por el virus del Ébola tienen el potencial de convertirse en medicamentos antivirales".