Los científicos observaron, a través del microscopio, un tipo hasta ahora desconocido de bacterias multicelulares, siempre presentes cuando los investigadores medían las corrientes eléctricas. "La idea de que estas bacterias podían ser cables eléctricos se confirmó cuando se observó, dentro de la bacteria, alambres parecidos a cadenas delimitadas por una membrana", ha explicado el autor, Nils Risgaard-Petersen.
La bacteria es cien veces más delgada que un pelo y está formada por números hilos aislados dentro de ella. Algo muy similar a los cables que conocemos hoy en día.
"Estos cables biológicos parecen simples, pero son increíblemente complejos a nanoescala", dice el estudiante Jie Song, de la Universidad de Aarhus, que ha usado las nanoherramientas para analizar las propiedadas eléctricas de la bacteria.
De este modo, un metro cuadrado en el fondo del mar puede albergar decenas de miles de kilómetros de estas bacterias eléctricas.
Precisamente la capacidad de conducir corriente eléctrica aporta a la bacteria multitud de beneficios que le permiten, entre otras cosas, conseguir más energía de los procesos de descomposición en el fondo del mar.
A diferencia de otras formas de vida, esta bacteria mantiene una eficiente combustión en la parte libre de oxígeno del lecho marino; sólo se requiere que el extremo de una bacteria alcance el oxígeno que el agua de mar proporciona al lecho marino. Sin embargo, pequeñas perturbaciones pueden ocasionar una "rotura de cable", fatal para las bacterias más frágiles.
"Por un lado, este hallazgo es aún irreal y fantástico. Por otro lado, también es muy tangible", ha afirmado el coautor, Lars Peter Nielsen.
Con el paso del tiempo se sabrá si este asombroso descubrimiento puede tener aplicaciones útiles y permitir nuevos tipos de productos eléctronicos.