Una cepa normal, muchos problemas
En realidad, muchas personas llevan en sí el staphilococcus aureus. “Las bacterias son un elemento común en la microflora de las fosas nasales y la garganta”, explica a DW Ernst Molitor, médico en jefe del Instituto para Microbiología Médica de la Clínica Univesitaria de Bonn. Y aunque su sola presencia no es motivo de preocupación, la bacteria puede llegar a enfermar a una persona: “puede causar heridas infecciosas, infecciones pulmonares y septicemia”, dice Molitor. Esto sucede a menudo en los hospitales con pacientes cuya resistencia inmunológica está baja.
Un tercio de las infecciones con SÁRM se producen por falta de higiene o errores en los hospitales
Aunque no todo staphilococcus aureus es multiresistente, cuando uno de la cepa SARM se presenta en una infección el problema es grande. En ese momento, todos los antibióticos usuales pierden efecto. Y cuando el médico se da cuenta de su presencia, a veces es muy tarde.
La Sociedad Alemana para la Sanidad Hospitalaria calcula que anualmente unos 5000 pacientes mueren a causa de una infección con SARM. Diversos estudios han probado que un tercio de estas infecciones se origina en la falta de higiene o por errores del hospital; dos tercios de las infecciones casi no pueden ser evitadas.
Contra la penicilina
La penicilina y la cefalosporina suelen utilizarse en casos de infección. Estos antibióticos bloquean la encima que une las células de las bacterias. Al no poder generar su pared celular, las nuevas bacterias no pueden reproducirse. El SARM, sin embargo, posee otra variante de la encima que, hasta ahora, no reaccionaba ni a la penicilina ni a la cefalosporina. Así, la bacteria puede crear su pared celular y reproducirse sin problemas. La nueva sustancia Ceftarolinfosamil también es una cefalosporina, pero más potente y capaz de bloquear los mecanismos de defensa del SARM.
Menos efectos secundarios
En el mercado existen ya otros antibióticos que actúan contra el SARM, la vancomicina por ejemplo. Esta sustancia también evita que la bacteria construya su pared celular. Pero, al igual que la daptomicina y el linezolid tiene a menudo efectos secundarios peligrosos. Además no tienen efecto en todas las partes del cuerpo. La daptomicina no es apropiada para las infecciones pulmonares; la vancomicina no sirve en infecciones de las articulaciones ni para atacar el interior de los abscesos. “La nueva sustancia es un paso adelante. Pertenece a una clase de sustancias con menores efectos secundarios y que logran llegar a todo el organismo”, explica Molitor.
Carrera contra las bacterias
Pero quien crea que con ello se resuelven todos los problemas que causa el SARM se equivoca. “Un antibiótico que acabe con toda su resistencia no puede existir, pues nunca se puede eliminar el 100 por ciento de las bacterias. Por ello, las que sobreviven pueden desarrollar resistencia al antibiótico”, explica Throm.
Es que las bacterias son unas artistas de la supervivencia. Se reproducen velozmente y pueden adaptarse a corto plazo a circunstancias adversas. A medida que más a menudo se encuentran con un medicamento nocivo para ellas, lo más probable es que, más tarde o más temprano, se vuelvan inmunes a él.
“Existen ya los primeros informes de cepas de SARM que son resistentes a la vancomicina. Aunque todavía son casos aislados no se puede asegurar que no proliferen”, explica Molitor. Así, mientras más antibióticos tengan los médicos a disposición, con menor frecuencia tendrán que recurrir al mismo; con ello la presión sobre las bacterias y la posibilidad de que generen resistencia es menor. “La sustancia del nuevo medicamento para los casos de SARM nos ofrece una seguridad adicional para tratar las infecciones con esa bacteria”, dice Molitor, concluyendo: “Podremos tratar mañana y pasado mañana ese tipo de infecciones con la nueva sustancia. Con todo, un nuevo antibiótico nunca es una solución para siempre”.