Las nubes que envuelven Venus podrían albergar una sustancia letal: un gas maloliente e inflamable llamado fosfina que aniquila a formas de vida que necesitan oxígeno para sobrevivir. Irónicamente, los científicos que han anunciado la detección de este gas nocivo en la atmósfera de Venus sostienen que podría ser una evidencia tentadora —y polémica— de vida en el planeta vecino.
Por lo que sabemos, en planetas rocosos como Venus y la Tierra, solo la vida —ya sea humana o microbiana— puede producir fosfina. La fosfina, que se utilizó como arma química durante la Primera Guerra Mundial, aún se fabrica como fumigante agrícola, se utiliza en la industria de semiconductores y es un producto secundario de los laboratorios de metanfetamina. Pero algunas especies de bacterias anaeróbicas —organismos que viven en entornos sin oxígeno en vertederos, zonas pantanosas e incluso los intestinos de los animales— producen fosfina de forma natural.
A principios de este año, un equipo de investigadores conjeturó que hallar la sustancia química en otros planetas terrestres podría indicar la presencia de metabolismos alienígenas y sugirió apuntar los mejores telescopios del futuro a exoplanetas lejanos en busca de indicios del gas en la atmósfera.
Ahora podrían haberse hallado indicios de fosfina en Venus, según ha informado un equipo de astrónomos en la revista Nature Astronomy.
«Me quedé alucinada, claro. Supuse que había sido un error, pero deseaba que no lo fuera», afirma la coautora del estudio Clara Sousa-Silva, investigadora posdoctoral del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) que identificó inicialmente la fosfina como posible biofirma.
En pocas palabras, la fosfina no debería estar en la atmósfera de Venus. Producirla es dificilísimo y la composición química de las nubes debería destruir la molécula antes de poder acumularse en las cantidades observadas. Pero es demasiado pronto para concluir que exista vida fuera de la Tierra. Los científicos advierten que la propia detección debe verificarse, ya que la señal de fosfina descrita en el estudio podría ser una señal falsa introducida por los telescopios o por el procesamiento de los datos.
«Es muy emocionante, pero la respuesta obligatoria es cuestionar si el resultado es real», afirma David Grinspoon, del Instituto de Ciencia Planetaria. «Cuando alguien publica una observación extraordinaria que nunca se ha hecho antes, te preguntas si puede que hayan cometido algún error».
Si realmente hay fosfina en las capas de nubes de Venus, su presencia sugiere una de dos posibilidades intrigantes: que hay formas de vida alienígenas uniendo átomos de fósforo e hidrógeno o que un proceso químico completamente inesperado está generando fosfina en ausencia de vida.
La vida en un «infierno condenado»
Venus, el segundo planeta por su distancia del Sol, se consideró durante mucho tiempo el gemelo de la Tierra. Tiene casi el mismo tamaño que nuestro planeta y una gravedad y composición similares. Durante siglos, los humanos pensaron que su superficie podría estar cubierta de océanos, vegetación exuberante y ecosistemas frondosos, lo que ofrecería un segundo oasis para la vida en el sistema solar.
Pero llegó la realidad.
Las primeras observaciones científicas del planeta revelaron que es un mundo amenazador que podría matar a los terrícolas de muchas formas. Su superficie puede alcanzar 465 grados Celsius. Debajo de hasta 105 kilómetros de nubes y bruma, las rocas están sometidas a una presión atmosférica aplastante, más de 90 veces superior a la de la superficie terrestre. Además, la atmósfera del planeta está compuesta principalmente de dióxido de carbono asfixiante y nubes de ácido sulfúrico.
Con todo, los científicos han considerado la posibilidad de que exista vida en la capa de nubes de Venus durante casi 60 años, quizá en zonas donde las condiciones son más favorables.
«Aunque las condiciones de la superficie de Venus hacen que la hipótesis de vida sea improbable, las nubes de Venus son otro cantar», escribieron Carl Sagan y Harold Morowitz en la revista Nature en 1967.
Pese al ácido, las nubes constan de los ingredientes básicos para la vida tal y como la conocemos: luz solar, agua y moléculas orgánicas. Y cerca de la parte intermedia de la capa de nubes, las temperaturas y las presiones se parecen más a las de la Tierra. «Es como el tiempo de manga corta, con cosas sabrosas para comer», explica Martha Gilmore, científica planetaria de la Universidad Wesleyan y líder de una propuesta de misión a Venus, refiriéndose a las moléculas presentes en el aire del planeta que los microbios podrían metabolizar.
Las observaciones preliminares del planeta revelaron que algunas partes de su atmósfera absorben más luz ultravioleta de la prevista, una anomalía que podría ser obra de microbios aéreos, según una hipótesis. Aunque es más probable que el fenómeno se deba a la presencia de compuestos que contienen azufre, algunos científicos han profundizado en la posibilidad de que haya vida aérea en Venus y planteado hipótesis en las que los microbios podrían metabolizar compuestos sulfúricos, mantenerse a flote entre las nubes permanentes e incluso desarrollar ciclos de vida posibilitados por periodos de latencia a diversas altitudes.
«Cuando empecé a hablar de ello, había mucha resistencia, principalmente porque es un entorno muy ácido», afirma Grinspoon, que ha respaldado la idea de vida en las nubes de Venus desde mediados de los años noventa.