Nuestras creencias, nuestros dogmas, nuestros principios, pueden quedarse en nada ante experiencias fortuitas de la vida. En la vida real los guionistas no son siempre justos, el bueno no conquista a la princesa y el malo puede salirse con la suya. Pero Allen no cae en la moralina barata y facilona, ni siquiera abusa de maniqueísmos. En el fondo, Judah dista de ser el típico villano y sus remordimientos están cerca de empujarle a confesar. Y por el otro lado, Cliff peca de poco espabilado. No es que sea necesario ser un chulo piscinas para ligar, pero tampoco te pases de pagafantas. Más tarde, Woody nos contaría en la sucesora espiritual de Delitos y faltas, Match Point, la importancia del azar junto a esa suma de decisiones morales que conforman la vida.
Y entre chascarrillos, diálogos ingeniosos, ironías y una película muy amena y entretenida de ver, casi se te olvida la grandeza de su trasfondo. Entraría sin problemas en el podio del cineasta neoyorquino.