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Si hay un nombre que se asocia por defecto a la dirección de fotografía, un nombre que hiciera trascender ese rol cinematográfico entre el gran público, es el de Gordon Willis. Un talento que, por desgracia, nos ha dejado hoy a los 82 años por motivos que aún no se han dado a conocer, aunque dada su edad, entrarán dentro de lo previsible.
Willis será recordado, sobre todo, por ser el responsable de la fotografía de la saga El Padrino, donde culminó un estilo en el que ya no se seguían los paradigmas de clásicos y se apostaba por las sombras y el contraste, mezclados con el naturalismo que dominaría los 70 y una tendencia, que por entonces era como invocar al demonio, la de la subexposición, que sin embargo le acabaría granjeando el apodo de “el Príncipe de las Tinieblas”. Hay una escena que sintetizó ese concepto, y fue la de la presentación de Vito Corleone en su despacho. Una estancia en penumbra, con una iluminación cenital, que dejaba sus ojos en sombra, algo que no era nada común a la hora de retratar a los actores, y que sin embargo definiría su estilo y la reformulación de la dirección de fotografía posterior.
Pero Willis, pese a ser recordado por ese rol, vinculó su trayectoria profesional a dos grandes directores en sus mejores etapas, Woody Allen y Alan J. Pakula. Suya es la fotografía de Annie Hall, Manhattan, Zelig, Klute o Todos los Hombres del Presidente entre otras. Sería con Pakula con quien hiciera su último trabajo en 1997 en La Sombra del Diablo.
Llegaría a debutar como director con Ventanas, en 1980, sin embargo sería su única incursión en la dirección.
A lo largo de su carrera Willis tuvo varios reconocimientos aunque se ha echado en falta el Oscar, al que fue nominado en 1983 y 1990, por Zelig y El Padrino III respectivamente. Finalmente recibiría el Oscar honrífico a toda su carrera en 2009.