Nosotros, que como vosotros y al contrario que ellos, somos del Atleti, llevamos tiempo hartos de todo esto. Tristes, cansados, algo deprimidos, rabiosos a ratos, desesperados otros, en ocasiones incluso muertos de risa. Nosotros, que somos del Atleti hace tiempo o no hace tanto, oiga, vemos desde hace años cómo esto ya no es lo que era, ya no es el Atleti con el que crecimos, el Atleti que nos quitaba el sueño antes de los partidos importantes, tras las derrotas sonadas y el mismo día y los días después de los triunfos que todos recordamos. Nosotros, como vosotros, llevamos tiempo viendo cómo se degrada lo que era nuestra fuente de orgullo, de felicidad y de cabreo, ese miembro más de la familia por el que brindamos todos los fines de año, ese ser indefinible pero siempre presente en todo que nos obliga a elegir los caramelos rojiblancos de la bolsa y jamás los blancos.
Nosotros, últimamente gruñones y depresivos, negativos y siempre escépticos, hemos llegado a un punto en el que nada nos sorprende. No nos sorprende la contratación de un jugador desconocido a precio de oro, ni la presentación de un desconocido a manos de un famosillo sin oficio conocido que se permite descalificar a tipos que llevan pagando su abono cincuenta años, ni las declaraciones absurdas de Aquél Que Prometió No Volver A Hablar, ni la desfachatez en las entrevistas de Aquél Que No Pisa El Estadio. No nos sorprende que se vayan canteranos de proyección infinita, ni que se nieguen a jugar jugadores con prensa de estrella y cabeza de chorlito que consideran que no están hechos para ser cabeza de este ratón que antes fue león, quizás por tener clara vocación de ser cola de rata. No nos sorprende que la prensa nos venda puestos sonrojantes como éxitos históricos ni que nos digan que una plantilla de segundón constituye la apuesta definitiva por Champions para la temporada que empieza. No nos sorprende ya nada, no, qué cosas.
Nosotros, eso sí, tenemos claro que el fin de las sorpresas no supone que las noticias no nos indignen, que no nos avergüencen, que no nos irriten. Porque nosotros, del Atleti hasta la úlcera, no vemos esto como un pasatiempo de fin de semana, como una excusa para vociferar improperios, como una cita semanal con un tipo al que no apreciamos en exceso. Al contrario, nos duele el Atleti más que al que más, más casi de lo recomendable. Por tonto que resulte, el Atleti es una parte fundamental de nuestras vidas, y no es por el equipo en sí sino por lo que representan las rayas rojiblancas, por las horas habladas con los amigos sobre los jugadores que llevaron las camisetas, por los kilómetros hechos para ver partidos, por las lloreras en los grandes partidos ganados y los dientes apretados de los partidos perdidos. Nosotros, cuyo verdadero amor por el Club ha sido puesto en entredicho alguna vez por algún ignorante, somos de esos que decimos que somos del Atleti a los cinco minutos de conocer a alguien, decimos que somos del Atleti en las entrevistas de trabajo, decimos que somos del Atleti cuando damos una conferencia o durante una operación a corazón abierto y sabemos que, de ganar un Oscar, un Nobel, un Grammy o un premio regional al pimiento más grande de la cosecha, sabemos que en el discurso de agradecimiento nos acordaremos de nuestros padres, de nuestras parejas, de nuestros hijos, de nuestros amigos y de nuestros ídolos y siempre, cómo sea, cuándo sea y dónde sea, aunque no pegue, diremos que somos del Atleti sin duda alguna, sin duda.
Nosotros, los de los párrafos de arriba, llevamos gruñendo ya años, con la vida algo amargada por culpa del Atleti. Cuando hablamos del Atleti nos brillan los ojos pero también se nos marcan los músculos de las mandíbulas, hablamos con orgullo pero también con rabia y desesperación. Tanto es así que hasta nosotros mismos empezamos a hartarnos de ser tan negativos, de decir siempre que estamos hartos, que estamos avergonzados, que estamos hasta el gorro de ellos, de los que se sientan en el palco y no sienten lo que nosotros, de los que se llaman directiva y no dirigen nada que no sea su propia granja de engorde.
Vosotros, mientras, nos miráis casi desde fuera, desde el mismo lado del río pero desde la otra acera. Aunque sois del Atleti también, y no más ni menos que nosotros, en ocasiones nos miráis con desconfianza, en otros con sorpresa, muchas veces con hartazgo y otras hasta con ira aunque también brindéis por el Atleti cada fin de año y prefiráis los caramelos de envuelta rojiblanca a cualquier otro, aunque sean de cereza. Para vosotros, que sois del Atleti como nosotros pero de forma distinta aunque igualmente respetable, el Atleti es vuestro equipo del alma pero no pensáis que todo sea tan negro como lo vemos nosotros. El Atleti es lo que es, quizás podría ser algo mejor; pero conseguir cambiarlo, creéis, os queda lejos y no tenéis tiempo o dinero o ganas de poneros a ello, que ya tenéis bastante con lo vuestro. El Atleti, pensáis, no va tan mal como decimos nosotros y la prensa ha dicho que ahora viene Simeone y ese sí que va a poner las cosas en su sitio con ese mal genio que tiene y esa cara de pocos amigos. Pensáis que el próximo equipo será mejor, que el año que viene será mejor, que el próximo entrenador será el definitivo. Os seguís ilusionando con lo que dice la prensa, seguís creyendo que ese jugador desconocido que cada año traemos es tan bueno como dicen en los periódicos que no compráis pero leéis en el bar, no le dais más vueltas a por qué el Atleti volvió a fichar un portero cuando lo que hacía falta era un delantero alto, un defensa central y un contable honrado.
A vosotros, que como nosotros tenéis otras cosas que hacer, ya casi os da pereza hablar del tema porque veis que no lleva a nada. Pensáis que no pasa nada porque se critique la gestión en los bares, que no vale de nada denunciar la importancia de los agentes y la deuda con Hacienda porque de vosotros no depende que se haga cumplir la ley ni la moral ni las buenas costumbres. Preferís pensar menos en el tema y encogeros de hombros y dedicaros a ver los partidos y volver a casa a cenar, sin ver el resumen si se ha perdido o viéndolo cuatro veces si se ha ganado. Preferís pensar que en la Peineta se estará mejor porque se estará a cubierto y porque en la puerta cuatro habrá un Pans and Company's sin preguntaros si realmente hay que irse a la otra punta de Madrid cuando ya tenemos un estadio que está estupendamente. No os preocupa la deuda más que por si supone que no se podrán fichar buenos jugadores y preferís que jueguen los de la cantera, pero si a éstos se les niegan las oportunidades tampoco vais a montar un escándalo. Tampoco vamos a estar todo el día dando la matraca como estos que se hacen llamar "nosotros", pensáis, que tampoco vamos a conseguir nada y hay cosas más importantes. Y no os falta razón, la verdad, hay días que uno piensa que no os falta razón, oiga.
Mientras esto pasa entre nosotros y entre vosotros, ellos siguen a lo suyo. Siguen comprando medianías y vendiendo joyas, siguen comprando jugadores del mismo agente y vendiendo humo. Ellos siguen apareciendo en las presentaciones de jugadores, estadios, ciudades deportivas y audaces campañas de marketing destinadas a adormecer conciencias. Siguen hablando con equipos tailandeses y marroquíes y poniendo nombres rimbombantes a contubernios entre clubes sin demasiado futuro. Siguen dando las entrevistas a los medios afines y guardando silencio ante los críticos, siguen tirando de amigos para defender lo indefendible y colocando portavoces en las tertulias radiofónicas. Siguen pensando en los temas claves para el equipo, como por ejemplo cómo convertir los números del dorsal en una forma de ganar dinero en vez de pensar en qué entrenador es necesario. Siguen gestionando la entidad al borde de la ley y al otro lado de la moral y siguen influyendo en prensa, televisión y radio para que parezca que el futuro es brillante aunque el pasado reciente sea tan negro como sus intenciones. Siguen evitando preguntas incómodas y respondiendo a las verdades con chascarrillos, siguen demandando a los pequeños accionistas y esquivando responsabilidades, siguen llegando a acuerdos oscuros con fondos de inversión y viendo cómo sus socios en negocios paralelos desfilan por los juzgados. Siguen haciendo, en fin, lo que todos vemos, lo que todos ven, lo que tan mal nos parece a todos y tanta vergüenza nos da, siguen haciendo las cosas que hacen que el 100% de los amigos no atléticos coincidan en el veredicto: "mientras no se vaya esta gente, no levantaréis cabeza".
Ellos, aunque poco preocupados por el Atleti y muy lejos de sentirlo como lo sentís vosotros y lo sentimos nosotros, son sensibles a algunas cosas y no les gusta que se les silbe en el campo. La sensación es que cuando nosotros y vosotros hemos estallado juntos, se han sentido irritados, con la irritación de aquél que se cree superior y se ve criticado por otro al que no cree a su altura. Ellos llevan mal los pitidos y los gritos y cuando los han escuchado de cerca han soltado algún improperio y se han llevado la mano a la cartera, como diciendo que ellos sí que están forrados y no vosotros ni nosotros. Ellos no llevan bien los pitidos y, sabiendo que las cosas irán mal, prefieren buscar escudos que les defiendan de las iras de la grada, entrenadores de nombre sonoro y que rime fácil para que la afición se centre en pedir su cabeza y deje en paz al palco.
Si aún así la grada hace saltar la crítica de plano y les salpica, ellos tiran de afines que hacen llamamientos a la unión, que hacen ver que las buenas aficiones nunca protestan sino que tragan sin fin, que intentan hacer pasar por un anti-atlético a aquél que osa hacer lo que hacía tan a menudo la afición que hizo grande al Atleti, es decir, exigir, protestar, reclamar orgullo y respeto por las rayas rojiblancas. Parte de la prensa, la misma que silencia impagos y miserias, escribe entonces artículos llamando al bien común, a no hacer caso a los negativos y secesionistas y a no hacernos daño entre nosotros, vosotros y ellos. Algunas peñas cercanas y algunos periodistas que en su vida han estado en una grada hacen entonces proclamas sobre lo que el verdadero atlético debe hacer en los malos momentos, que no es otra cosa que callarse y animar, que pagar el abono e ir a las presentaciones de los fichajes del fondo de inversión, que centrarse en no descentrar a los jugadores y protestar únicamente, si fuere menester, al final del partido, cuando un empleado del club convenientemente aleccionado suba hasta los límites admisibles por la OMS el volumen de la megafonía.
Y mientras ellos hacen lo que cada vez es más evidente para vosotros y más ofensivo para nosotros, esto se acaba. Se va acabando la energía de los críticos, se va asumiendo como normal la inmoralidad, se van reduciendo las expectativas en la clasificación. Se va tomando como inevitable la venta de los buenos, se hacen chistes sobre la compra de los malos, se van perdiendo derbis y derbis y van naciendo nuevas rivalidades con equipos que nunca habrían soñado medirse con el Atleti. Se pierden partidos en casa, se pierden partidos fuera, se cambian entrenadores y jugadores, se instala la sensación general de que los buenos están sólo de paso. Se van dando de baja los históricos de la grada, se van perdiendo las ganas de animar al equipo, se van perdiendo las ganas de protestar. Se van destapando las cuentas reales del club, se va acabando con la credibilidad de los periodistas que defienden la gestión, se van despoblando las gradas. Se van confundiendo las ideas, se van instalando las dudas sobre si merece o no la pena ir a ver al equipo, se va inundando todo de nostalgia, ya casi ni de rabia.
Esto se va acabando y todos lo vemos. Se va acabando y es culpa de ellos principalmente, pero también de nosotros, que no supimos hacer llegar el mensaje, y de vosotros, que no quisisteis recibirlo. Será por lo que sea, pero esto se va acabando y, sí, es culpa de ellos pero también es culpa de nosotros y vosotros, culpa de todos porque no tenemos los arrestos de hacer nada juntos.