Va, para calentar el derbi de la final de copa os dejo el episodio famoso de las toallas quemadas.
Aquella temporada 52-53, el Español (luego y hoy el Espanyol) arrancó como un trueno. Lo entrenaba Alejandro Scopelli, que de jugador había sido conocido como El Conejo, por su perfil agudo y su sentido de la velocidad. Interior de una gran delantera argentina en los años treinta, la de Estudiantes de La Plata: Guaita, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Lauri. Una de esas delanteras que se recitaban tiempo atrás de memoria, orgullo del Estudiantes de La Plata, mucho antes del periodo tan canalla como fructífero de Osvaldo Zubeldía en el banquillo y Bilardo como lugarteniente en el campo.
Alejandro Scopelli entrenaba al Español en la 52-53 y el arranque fue espectacular. 0-1 en Vigo, 6-2 al Sevilla, 1-2 en Chamartín, 4-0 el Gijón, 2-1 al Valencia, 0-1 en Valladolid, 6-2 al Athletic… Era algo extraordinario. ¡El Español era imbatible! ¿A qué se debía aquello?
En eso surge una bomba, en forma de reportaje en Vida Deportiva, una publicación de la época: los jugadores de Scopelli toman oxígeno en el descanso de los partidos. Así reponen fuerzas tras la primera mitad. El reportaje muestra a varios jugadores conectados a la máscara de oxígeno. Una imagen impactante. Deportistas del máximo nivel con mascarillas de oxígeno… Por aquellos años, la asistencia con oxígeno era algo extremadamente raro, reservado para ancianos con nivel económico o capacidad de influencia suficiente como para permitírselo. Ver a deportistas de primer nivel haciendo uso de ese recurso creó dudas y controversia. Scopelli defiende la técnica como un avance, que ya por aquellos años era relativamente común en Argentina. Ni dopaje, ni secreto: simplemente, incorporación al fútbol de los avances que el progreso proponía. En su libro Hola Míster (el primer buen tratado de fútbol que jamás leí) ya defendía la conveniencia del oxígeno en los descansos para mejorar la recuperación.
En esas estábamos cuando en la duodécima jornada de Liga, el Español visita Les Corts, el campo del Barça. A los éxitos narrados más arriba se han añadido otros: empate en La Coruña (2-2) victoria sobre el Oviedo (3-0), empate en Málaga (1-1), victoria sobre el Atlético de Madrid (2-0). Cuando le toca visitar Les Corts, el Español es líder, con nueve victorias, dos empates, cero derrotas, 30 goles a favor y nueve en contra. El Barça es tercero, con dos empates y tres derrotas. Y ha perdido a Kubala, afectado de una tuberculosis que fue noticia nacional. Es un gran Barça, campeón de Liga y Copa del curso anterior, y no se resigna a ir seis puntos por detrás del rival ciudadano. En Barcelona hay gran agitación previa. No hace tanto que ha sido la célebre huelga de tranvías en medio de la cual había pillado un Barça-Racing de Santander y el aficionado culé había rechazado coger los tranvías especiales de servicio reforzado para ir al campo o volver de él. Aparecía la identificación del Barça con el rechazo al Régimen y, por contraste, se identificaba al Español con él.
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Varios jugadores del Espanyol, con máscaras de oxígeno. /DIARIO AS
El partido es el único tema de la semana. En la ciudad no se habla de otra cosa. ¿Podrá el Barça acabar con la invencibilidad del Español? ¿El oxígeno es admisible? ¿Deportivo? ¿Elegante? ¿No se trata de un auxilio exterior y científico que un deportista noble e íntegro debería rechazar?
El 14 de diciembre de 1952, en un ambiente apasionado, saltan los dos equipos al campo. Por el Barça: Ramallets; Seguer, Biosca, Segarra; Bosch, Flotats, Basora, Hanke, César, Moreno y Manchón. Kubala sale a hacerse la foto con sus compañeros, lo que provoca un aplauso especialmente emotivo. Es la primera vez que baja de su retiro de montaña en Monistrol de Calders, la primera vez que se le ve desde que enfermó, fuera del NO-DO o las revistas, donde ha aparecido con alguna frecuencia, siempre con un jersey de cuello alto. Por el Español juegan los once de la fama: Marcel Domingo; Argilés, Parra, Cata; Bolinches, Artigas; Arcas, Marcet, Mauri, Piquín y Egea. (este último y Domingo se resistían a tomar el oxígeno).
El partido se juega con un Les Corts a reventar. Es un tiempo de grandes zonas de a pie en las que se vendía papel sin tasa. El campo está de bote en bote. En su Cien años de Historia del RCD Espanyol de Barcelona, Ernesto Segura Palomares describe la multitud que ocupaba las gradas como “un dragón gigantesco, de color terroso metálico”.
Marca primero Mauri, el 0-1, en el minuto 17, y se desencadena un alud de espectadores en el fondo tras la portería de Ramallets, el atestado Gol Sur. Se rompe la valla, muchos caen al campo, otros saltan como pueden. La policía, que en principio ha creído que se trataba de una simple invasión de campo, reparte porrazos que desatan indignación. Hay heridos. El propio Gobernador Civil, Felipe Acedo Colunga, baja al campo a poner orden y abronca a la policía. Se evacua a 15 espectadores, entre los que habrá un fallecido que las autoridades de la época obligan a silenciar. Acedo Colunga da in situ órdenes para colocar a los espectadores al borde del terreno de juego, a fin de dejar sin cubrir la zona de ese fondo, por miedo a nuevas avalanchas, que ahora no tendrían ninguna posible contención en la valla delantera, rota. Se acomoda a muchos espectadores sentados en la hierba, al borde del césped. El Español protesta. Su capitán, Artigas, reclama al árbitro, Blanco Pérez. Dice que así no se puede jugar, que el Reglamento prescribe que debe haber al menos dos metros entre la raya y los espectadores, y que están más cerca que eso. Que al jugar con la gente así se sienten intimidados. Felipe Acedo Colunga le ordena jugar. “O juegan o van al calabozo”, relata Segura Palomares en la obra antes citada.
Se reanuda el juego tras un parón de un cuarto de hora y se llega al descanso con el 0-1. Cuando llegan al vestuario, los españolistas descubren que las toallas han sido quemadas, hay fuerte olor a humo, algunas aún tienen rescoldos. En esa circunstancia, Scopelli decide prescindir del oxígeno. Le parece inadecuado.
En la segunda mitad, el Español juega irritado y desconcentrado. Además, Daucik ha sorprendido colocando a Basora, habitual extremo, de delantero centro, y al grandote Hanke de falso extremo, en realidad en la media, dando mucha leña. El Barça marca el 1-1 en el 52, por medio de Hanke, y el 2-1 en el 82, en un tirazo desde fuera del área de Moreno. Hanke acaba por ser expulsado, pero el encuentro terminará 2-1, entre el júbilo de la afición culé.
Con el partido, el Español perdió algo más: la convicción. Se sintió impotente y humillado. Cuando llegó a Les Corts, no había perdido ninguno de los 11 partidos precedentes. Tras esa derrota sufriría otras nueve, para finalizar, al cabo de las 30 jornadas de la época, en cuarta posición, a seis puntos del Barça, que por el camino habrá recuperado a Kubala y ganará el título.
A partir de aquello, el Español estuvo varios años yendo al campo del Barça ya vestido, en ropa de futbolistas y chándal. Luego del partido regresaban a su campo de Sarriá a ducharse. El Barça correspondió a partir de cierto momento con la misma moneda: iba vestido a Sarriá y regresaba a su campo a ducharse. Con el tiempo, hicieron las paces y decidieron ducharse en campo contrario al final del partido, hace ya mucho tiempo. Pero aquello de las toallas quemadas quedó como el gran agravio sufrido por los españolistas por parte del Barça en toda su larga historia de conflictos. Mayor incluso que la irritación que ha supuesto ahora lo de Colón con la camiseta blaugrana. Por su parte, el Barça nunca se responsabilizó, nunca dijo tener constancia del culpable.
¿Y el oxígeno? Hacia los dos tercios del campeonato Scopelli dejó de utilizarlo. Se había perdido su efecto placebo. Era una práctica que por la época estaba extendida en Argentina, pero que en España provocó un gran revuelo… hasta que desapareció sin dejar rastro. Los especialistas a los que he consultado lo consideran inocuo. Puro efecto placebo, perdido aquel 14 de diciembre en la accidentada tarde de Les Corts.