A volandas de la ensoñación, una ciudad entera late a ritmo de balón, cromada de blanco y azul. Se respira ambiente de euforia, y no porque los gallegos desprecien al rival, dándose anticipadamente como ganadores. Es porque el simple hecho de estar aquí ya justifica cualquier sonrisa.
Y es que el vértigo que por momentos se adueña de nuestros pensamientos se sofoca fácilmente con la ilusión que transmite todo lo relacionado con el club coruñés; un equipo que, en regate constante, reivindica en primera persona una épica más propia de la ficción que de los avatares de la vida cotidiana. Ese constante reinventarse, ese replanteamiento continuo provoca que los límites se expandan y, por momentos, vivamos sensaciones que quizá nunca nos atrevimos a desear. Por eso, por tener la oportunidad de vivir, de sentir, esta experiencia europea, podemos sentirnos agradecidos.
Veinte hombres han entrado en la convocatoria de Irureta: veinte soldados de lo imposible dispuestos a derribar, una vez más, los muros de la historia. No habiendo futbolistas lesionados, las sanciones de Mauro Silva y Andrade privan al equipo de dos pilares básicos. Las amonestaciones serán uno de los factores a vigilar en el encuentro, toda vez que hasta siete futbolistas locales se perderían la final si viesen tarjeta amarilla: Naybet, Pandiani, Víctor, Scaloni, Héctor, Tristán y Amavisca, si bien este último ni siquiera ha entrado en la lista.
Ese pequeño hándicap no será monopolizado por los coruñeses, ya que en el Oporto son ocho los jugadores amenazados con perderse la cita de Alemania: Costinha, Deco, Jorge Costa, Maniche, Ricardo Carvalho, Ricardo Fernandes, Vitor Baia y Bosingwa. Harían falta ejercicios de psicología futbolística para descifrar la actitud de un deportista que, en una acción aislada, arriesga la posibilidad de perderse el día más importante de su carrera. Por lo demás, ambos conjuntos presentarán escasas novedades con relación a las formaciones que presentaron hace quince días en el estadio dos Dragoes.
El primer gol, el de la grada
El entrenador del Deportivo, Javier Irureta, ha reiterado su apelación a un ambiente infernal que se traslade, incluso, a los exteriores del estadio y que convierta el escenario en moqueta para los suyos, y en pista de patinaje para los portugueses. Llamamiento que, por otro lado, resulta superfluo si medimos la intensidad del apoyo de unos seguidores que engloban, esta vez, a todo el país, que en jornada como ésta se transformará en un inmenso colectivo blanquiazul; todo ello, bajo la mirada satisfecha del presidente Lendoiro, cabeza pensante del milagro y principal activo de una hazaña que no ha hecho sino crecer con el paso de los años.
Deportivo y Oporto se rifan esta noche un trocito de locura. La sensación es que ambos van a salir victoriosos, ya que los dos son capaces de paladear el hito de haber llegado tan lejos. Pero una vez vislumbrada la gloria, no nos podemos quedar atrás. Es bonito lo logrado, pero queremos más. No nos conformamos con admirar el paraíso que refulge, porque el Deportivo tiene la llave de sus puertas. Esta noche, el Depor debe abrir, y empujar, las puertas de la gloria.
CONVOCATORIA DEPORTIVO: Molina, Munua; Manuel Pablo, César, Naybet, Romero, Héctor, Capdevila, Pablo Amo; Víctor, Sergio, Duscher, Luque, Scaloni, Fran, Munitis, Valerón; Pandiani, Tristán y Djalminha
CONVOCATORIA OPORTO: Vítor Baía, Nuno; Paulo Ferreira, Jorge Costa, Ricardo Carvalho, Pedro Emanuel, Ricardo Costa, Nuno Valente, Mário Silva; Costinha, Maniche, Deco, Carlos Alberto, Alenitchev, Pedro Mendes, Bosingwa; Derlei, McCarthy y Jankauskas.
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