artículo que nos dedica hoy el impresentable de emilio pérez de rozas.
Athletic, San Mamés y Lezama, la admiración del mundo
Hay ciudades, y Bilbao. Hay estadios, y San Mamés. Hay Masias, y Lezama. Hay clubs de fútbol y el Athletic. Hay constructores, millonarios, archimillonarios, milmillonarios, jeques, magnates, ‘més que un club’, y el auténtico sentido de cantera, el equipo del pueblo, de siempre, tradicional, caiga quien caiga, peligre o no el descenso. Hay ritos, maneras de vivir, de enfocar, de participar en el fútbol, en un partido, y acudir a ‘La Catedral’. Hay estilos, formas de jugar, apuestas futbolísticas más o menos vistosas, lindas, y la que el Athletic despliega en su estadio. Es por ello que ayer le pedí a mi amigo Luken que no rompiese la entrada de San Mamés del miércoles, que la guarde, se la compro, yo la quiero.
Lo que se vivió este miércoles en el nuevo San Mamés (¿cómo el nuevo San Mamés? ¡San Mamés, qué caray!) fue lo nunca visto, lo siempre soñado y, por supuesto, el mayor premio de la historia a una idea singular, a un club único, a una afición eterna, a una idea de fútbol innegociable, a una apuesta maravillosa.
Solo les recuerdo la idea, el caso, la maravilla que vivimos en vivo y en directo, gracias a la extraordinaria retransmisión de Canal+, que concluyó con unas imágenes estremecedoras del nuevo estadio iluminado, cual antorcha roja de mil colores y estrellas Champions tapizando su fachada, desde el otro lado de la ría.
Ese estadio, recuerden, ha sido construido con la mística de seguir siendo San Mamés. Y, no solo eso, sino con la idea de que nadie perdiese su rincón, su sitio, su asiento. Esa manera de cambiar, de mutar, de clonar un San Mamés por otro debería ser tomada como ejemplo por el Barça para sus obras del Camp Nou. El Barça, que dice haber creado una comisión para sus obras, tendría que contratar al mago, al sabio, al tipo que ha diseñado esa metamorfosis.
Así que toda esa idea, la de cambiar de estadio, la de mantener vivo el espíritu de San Mamés, la de seguir jugando, a muerte, con cantera y aspirar a todo, recibió el miércoles el mayor premio de todos: jugar la Champions 16 años después de su última aparición a lo grande en Europa.
Y este San Mamés da más miedo que el viejo. O el mismo.
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