Yo soy el Real Oviedo

Por la parte que me toca, perdón
noviembre 14, 2012

En el deporte, como en la vida, los grandes logros, los que más cuestan, son los que merecen la pena. Si has tomado parte en la Behobia o en un maratón, conocerás la placentera e inolvidable sensación de rebasar la línea de meta. En ese momento te das cuenta de que el duro esfuerzo ha merecido la pena y de que el camino ha sido más importante que el objetivo conseguido. Lo mismo ocurre en el día a día. En las relaciones. En las amistades verdaderas. En ese euro ahorrado cada día para poder irte de vacaciones. En ese sacrificio por conseguir un puesto de trabajo durante años.

Pero, ¿os imagináis, siguiendo el último ejemplo, que un compañero de tu empresa, un igual, te pusiese la zancadilla? Que habiendo paladeado los sinsabores del esfuerzo diario, que habiendo luchado por tu misma causa, se erigiera en juez y te dejara de patitas en la calle, por afinidad personal con un amigo, un familiar, o la combinación de ambas?

Pues bien, señores, yo me lo imagino. Literal y metafóricamente. Porque soy aficionado de la Real Sociedad. Un club grande no, ¡enorme! Hemos ganado todos los títulos que existen en el fútbol español en las últimas tres décadas. Hemos jugado Champions League, tuteamos al Real Madrid de Zidane, Ronaldo, Casillas, Figo y Raúl. Y llenamos Anoeta en Segunda, demostrando a las duras -que es cuando se conoce a la gente-, que esta afición está hecha de otra pasta.

Pero no somos perfectos. Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el movimiento gafapasta de la ciudad consiguió que en Anoeta se jaleara al Barcelona no se sabe muy bien por qué. Aquello ya es pasado y al club culé, que tanto daño ha hecho a la Real, se le silba con intensidad. Somos la Real. Real Sociedad de Fútbol.

Hemos cometido muchos más errores como institución -y lo que te rondaré-. Pero nuestro mayor error, el imperdonable, el que no podremos corregir salvo que Doc y Marty nos visiten con su Delorean, es el ocurrido en 2001, en una aciaga tarde de junio.

Se trataba del último partido de la temporada. Jugaban Real y Osasuna en Anoeta. El club txuri urdin afrontaba el duelo salvado por un miserable punto. Un descenso a Segunda nos hubiese dejado sin el disfrute del equipo subcampeón dos años más tarde. El conjunto navarro necesitaba ganar para eludir el descenso a los infiernos. Todo lo que no fuera sumar tres puntos en Donostia le condenaba inexorablemente a la División de Plata.

El club txuri urdin había sudado sangre para sobrevivir aquella campaña que empezó con dos puntos de veinticuatro. Y sin embargo, la plantilla, presidente incluido intuyo, se creyó con potestad para decidir el destino de un club de la manera más rastrera que puede haber. Adulterando la competición. Dejando ganar a un Osasuna por motivos de afinidad vecinal, cercanía o vete a saber tú el qué. Y condenando a la miseria a un histórico de nuestro fútbol. Mandando al carajo a una de las parroquias más respetadas del fútbol español, el Carlos Tartiere.

La Real no ganó nada con aquel gesto imperdonable más propio de un trilero de tres al cuarto que de un deportista. Pero incluso aunque hubiese encontrado algún beneficio, a las cosas hay que llamarles por su nombre, y aquello fue una canallada. No me malinterpretéis. El Oviedo tuvo en sus manos la permanencia, perdió el último partido ante el Mallorca (que ya era tercero, pero sí fue profesional y le ganó 4-2). La Real, sus jugadores mejor dicho, se extralimitaron en sus funciones, que son claras y concisas. Salir al campo a ganar en honor al escudo y la afición, que es lo más importante en este deporte llamado fútbol.

Hoy el Oviedo -por una serie de malas gestiones, infortunios, etc.- está al borde de la desaparición. Y necesita ayuda. Básicamente económica. Hace semana y media, recibía un mail de un amigo inglés de Birmingham. Escueto, pero me sorprendió. “¿Has comprado ya una acción del Oviedo? Yo sí, a ver si se salva”. A mi amigo le encanta el fútbol, yo me quedé frío. Ni siquiera recordé aquella vergonzante tarde de 2001.

Pero ayer, mientras andaba por la estación de Liverpool Street salseando con el Ipad, un ex futbolista de la Real (no desvelaré su identidad, no es su estilo), me envió una serie de mensajes. Recordándome la deuda que tenemos con el club ovetense. Avergonzado (aunque no lo decía literalmente) por lo ocurrido (él no tomó parte). Y pidiéndome apoyo twittero por eso de que mi cuenta está bastante vinculada al movimiento txuri urdin, etcétera.

Yo no sé si celebrasteis o no aquella victoria de Osasuna. Igual eras muy joven y todavía no te habías estrenado en Anoeta. Igual eres de una generación adulta, y aplaudiste y no lo reconoces al tiempo que recuerdas que “yo corría delante de los grises” (aquello debía parecer la procesión de Forrest Gump, ¡todo el mundo lo hacía!). No se trata de buscar culpables, sino de enmendar, en la medida (pequeña) de lo posible, una calamidad, una canallada, una patada por detrás.

Este ex futbolista me comentaba que acababa de comprar unas cuantas acciones. Yo, instantes después de colgar esto en twitter, voy a comprar una acción porque la cosa no está para inversiones. Cuesta 11.5 euros. No voy a decir que “no es dinero” en los tiempos que corren. Lo que voy a hacer es no beberme las dos últimas pintas de cerveza el viernes por la noche, cuando realmente me apetezcan. Será mi simbólico apoyo a un club que ni merecía descender -Osasuna no tenía el nivel, y nosotros le trasplantamos el corazón del Oviedo sin permiso-, ni merece desaparecer. No sé, si eres de la Real, quizás quieras aportar tu granito de arena.

Termino ( y coloco el link que ha permitido que gentes de los cinco continentes hayan puesto de su parte). Voy a confesar algo. No recuerdo lo que hice aquella tarde de 2001. Recuerdo, o creo que recuerdo, gritar en alto que era la mayor vergüenza que había visto como socio (desde 1988, desde Atocha). Pero a decir verdad, no sé si es un recuerdo fabricado o es real. Lo que sí sé es que no recriminé airadamente a los jugadores aquel esperpento. Y a mi alrededor, no recuerdo un gran escándalo. Desde luego que los padrinos de aquello deberían poner parte de aquellos millones que han ganado gracias al fútbol limpio, deporte, competición. Yo sólo voy a poner 11.5 euros, porque tampoco tengo mucho más.

Solo un último mensaje. A aquellos que juegan a ser jueces y a impartir justicia cuando no les corresponde… no os quejéis de los malos arbitrajes. Recordad que un buen día, decidisteis a traición el destino de personas que habían trabajado duro. Y que, como decía Russel Crowe en Gladiator, lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad. Pero la Real es su escudo, su afición, los jugadores están de paso y los grandes clubes, los grandes sentimientos, deben perdurar. Por eso, yo como aficionado de la Real voy a poner 11.5 euros ANTES DEL SÁBADO, que es cuando expira el plazo de la ampliación de capital. Porque como la gran mayoría de la afición, siente vergüenza por lo ocurrido aquella tarde. Ánimo Oviedo y por la parte que me toca, perdón.

http://www.realoviedo.es/yosoyelrealoviedo/