Yo tengo experiencia como docente. No es una barbaridad, pero cosillas que te recomendaría:
1) Entiendo que tus alumnos son universitarios, ergo adultos (bueno, prototipos de adultos). Investiga sobre andragogía, o sea, la pedagogía para adultos; por resumirte algunos puntos importantes de andragogía:
—El alumno adulto acepta mejor los contenidos que percibe aplicables a su proyecto vital; en otras palabras, es importante hacerles ver por qué es útil aprender lo que les enseñarás. Por ejemplo, yo empiezo todas mis formaciones con una sesión introductoria al mercado laboral del sector para el que los voy a formar (cifras de contratación, tendencias en oferta y demanda, etc.). Así les creo desde el principio una perspectiva realista de lo que estudiarán y equilibro su percepción de costes-beneficios. También busco noticias de actualidad que se relacionen con la materia, comparto anécdotas reales donde me sirvió lo que les enseño, etc.
—Agradecen cierta inmediatez en la práctica de los aprendizajes. Evita convertir las clases en puras lecciones magistrales, más si vas a enseñar matemáticas como he creído entender. Varía mucho la metodología didáctica, intercalando la exposición en sí con ejercicios prácticos, rondas de preguntas, etc. Ponles actividades para que lo lleven al día, que además los "postadolescentes" propios de la universidad son muy de ir acumulando materia.
—Conforme más crecemos más valoramos nuestras propias experiencias vitales, y éstas tienden a definirnos. Algo tan sencillo como que se presenten el primer día, darles oportunidad para que compartan sus ideas, mostrarte empático con sus problemas (por ejemplo, yo he tenido varios alumnos en desempleo y como una de mis áreas son los RRHH siempre logro conectar con ellos criticando el mercado laboral y hablándoles con franqueza de él)... Incluso conocer sus aficiones e integrarlas en el temario (ej.: tuve un alumno muy fan de Harry Potter y para un temario donde necesitaba nombres tiré de personajes de su universo); todo ello incrementa su implicación en el estudio.
—Detecta qué estilos de aprendizaje prefiere cada alumno. Algunas personas son muy teóricas y disfrutan pasando horas entre bibliografía, otras necesitan que el docente les sirva de modelo para replicarlo (ej.: al resolver un problema de ejemplo) y luego continuar con autonomía, otras adoran experimentar a su ritmo e ir descubriendo por sí mismas (ej.: tú les das una serie de resultados y que vayan buscándoles la lógica, inviertan las operaciones hasta llegar a los datos de partida, detecten cómo se relacionan entre sí sin que les digas tú nada...; muy de explorar, no sé si me explico)... Aunque partas de un currículo común, puedes diseñar ejercicios dentro de cada estilo de aprendizaje que los alumnos puedan elegir libremente para subir nota, por ejemplo.
2) Es importantísimo ser transparente: pocas cosas hay más dañinas para el desempeño académico que desconocer cómo enseñas, cómo evalúas, etc. Explícales sin tapujos cómo serán los exámenes (puedes hasta hacerles un simulacro para que se familiaricen con ellos), qué sistema de evaluación seguirás (¿te has definido indicadores de evaluación concretos? ¿Penalizarán los errores en los exámenes? ¿Tomarás como referencia el propio rendimiento anterior del alumno para fijarle metas cada vez mayores...?), etc. En otras palabras, que estén muy bien enterados de cómo será tu docencia. Ello incrementa la justicia percibida en ella y despeja las dudas del alumnado.
3) Muéstrate disponible. Contáctalos en momentos clave del curso para hacerles seguimiento de su evolución, dificultades, etc. con él; clarifícales vías de acceso (que tengan bien claros tu correo de la Universidad, mismamente) para que sepan dónde acudir; responde con prontitud a mensajes que te lleguen (máximo 48 horas de demora, si te es posible)...
4) Personaliza la docencia graduando los objetivos. No todos los alumnos van a poder cumplir al mismo ritmo los objetivos de aprendizaje, y a menudo ocurre que metas demasiado ambiciosas o, por el contrario, demasiado asequibles desmotivan al estudiante. Por ejemplo, a mí me gusta hacer revisiones de los ejercicios calificables que deben realizar mis alumnos porque me permite analizar sus dificultades al resolverlos: si veo que a un alumno se le hace muy cuesta arriba un ejercicio me encargo de concretarle muy claramente unos objetivos más asequibles para ir empezando a resolverlo (vamos, llevarlo un poco de la manita hasta que se suelte más); pero si otro lo está resolviendo por sí mismo sólo le doy sugerencias veladas, sin concretar demasiado, para que él mismo tome las riendas de su trabajo.
Ten en cuenta que, en cierto modo, el profesor es el líder del grupo y que tu liderazgo deberá adaptarse a cada alumno. Un alumno con alto dominio de la materia, muy interesado en ella, etc. seguramente funcione a su aire sin que le debas dedicar muchos recursos; pero un alumno desinteresado y poco capaz (en ese momento) requerirá que le marques una directriz de trabajo mucho más definida y alta supervisión por tu parte.
Otra cosa importante: diferencia entre el desempeño y el rendimiento de tus alumnos. El desempeño son los comportamientos que se llevan a cabo durante una tarea y el rendimiento son los resultados de esta tarea. El desempeño influye en el rendimiento pero no es la única variable; siempre pongo el ejemplo de un cocinero buenísimo que borda los pasos de una receta (desempeño de diez) pero que por culpa de las malas herramientas le sale un plato regulero (mal rendimiento). Nunca te centres solamente en cómo han salido los exámenes o qué tal han hecho los ejercicios; indaga qué hay detrás de esos resultados (rendimiento) y trabaja también con los comportamientos durante las clases (desempeño); ej.: estimula la participación en clase, puesto que es un gran facilitador del aprendizaje (los alumnos que participan —comparten experiencias, responden a tus preguntas, etc.— suelen tener mejores resultados).
5) Y esto ya va por ti: olvídate de eso de que «no hay malos alumnos, sólo malos profesores»; es una milonga: hay malos alumnos, te vas a encontrar gente desagradecida, gente perezosa, gente maleducada. Te lo digo porque, a la hora de la verdad, tu salud (mental, física y emocional, que van de la mano) es lo primero y es fácil quemarte si quieres darlo todo como docente pero no recibes nada a cambio. Mucho cuidado también con desatender a los alumnos que sí merecen la pena por focalizarte en las manzanas podridas; a éstas dedícales recursos, por supuesto, pero si ves que tras un tiempo de dedicación por tu parte, tras todas las facilidades que hayas podido darles, etc. esas «manzanas podridas» no aportan su granito de arena (porque aquí hay responsabilidad del docente, sí, pero también del alumno), entonces no te obsesiones con exprimirles el potencial, dedícate a ellos con suficiencia profesional y atiende a quienes sí lo merecen.
Me dejo cosas en el tintero pero es tarde. La docencia es algo precioso si te gusta, así que espero que disfrutes como profesor porque merece la pena.