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No pretendo poseer la verdad absoluta. Sólo mostrar mi visión y discutir sobre el tema. Aunque, como siempre, he secuestrado la temática del thread a mi favor xD. En principio aquí se está para hablar sobre cómo nos va a los estudiantes universitarios.
Hoy bioestadística y ha salido así-asá (puede ser lo que quiera y ponían muchas preguntas imposibles y sin sentido en un examen escrito dignas de loros). Pasado mañana microbiología y a ver cuántas a recuperación.
Dejo un texto de un compañero de Twitter (Adrián Saavedra López) el cual ofrece también su opinión sobre el asunto:
"En primer lugar quiero presentarme señalando que soy licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y poseo además una maestría en Antropología de América. La siguiente exposición tiene un valor relativo por cuanto se fundamenta principalmente en mi experiencia observacional, y adelanto que atañe exclusivamente a carreras de letras que es el ámbito con el que estoy más familiarizado.
Como advertía vía Twitter, coincido en el diagnóstico, no así en la solución. En mi carrera el 90% de los profesores mantenían criterios de evaluación como los descritos, esto es, se determina el grado de éxito en la memorización y posterior reproducción de determinados contenidos sin el menor grado de interés en lo relativo al nivel de conocimiento real (a largo plazo) del alumno. El 10% restante suele circunscribirse a las asignaturas relacionadas con métodos y técnicas de investigación o bien a la brillantez esporádica de algún profesor. No es casualidad que me decantase por la especialidad de antropología cuando en este departamento parecía existir un consenso tácito por el cual la mayoría de los profesores empleaban un sistema didáctico consistente en proponer una serie de lecturas cada semana que en la clase siguiente eran debatidas entre los alumnos. Esta metodología docente se vio continuada en mis estudios de máster que, condensados en un año, me aportaron mayor grado de conocimiento que los 5 años de licenciatura precedentes.
La diferencia más aparente entre ambos métodos estriba en la exigencia analítica, seguido de la estimulación intelectual del alumnado. La perspectiva de debatir un conjunto de textos obliga, en primer lugar, a asimilar bien su contenido; segundo, a ordenar bien las ideas para su posterior exposición y defensa de posturas; tercero, en el propio debate se promueve la creatividad, el análisis, técnicas de filtración argumentativas, de retórica, de dialéctica. Toda una retahíla de ventajas que brillan por su ausencia en el examen tradicional. Llevado a término eficazmente, esta forma de enseñanza y evaluación NO PRECISA COMPLEMENTOS. Por sí sola, habilita al profesor para valorar la implicación, capacidad crítica y nivel de comprensión del alumno, mientras que a éste le acucia a pensar por sí mismo al par que mantener el interés a lo largo del curso sin fases de presión intensiva.
Como todo sistema tiene sus lagunas, veamos algunas.
- Al ser un método de evaluación continua y presencial, la asistencia a clase se evidencia obligatoria y necesaria, dado que una ausencia equivaldría - fraccionalmente - a no presentarse a un examen. Aquellas personas que por el motivo que fuera no puedan acudir a clase, quizás se pudieran atener a algún programa alternativo consistente en enviar semanalmente análisis escritos de las lecturas - siempre en clave reflexiva y deductiva.
- En nuestra cultura educativa pesan demasiado el estigma del error y el temor a hablar en público. En casos extremos podría llevar al docente a confundir timidez con desconocimiento, es más, yo personalmente albergo capacidades expresivas muchísimo más desarrolladas en mi lenguaje escrito que oral, de suerte que el propio método de evaluación puede determinar sustancialmente la valoración final. Para evitar esto se me ocurre que el mismo alumno podría ser en última instancia quien decidiese cómo quiere ser evaluado, ponderando más sus intervenciones en los debates de clase o bien sus ensayos escritos.
- Un tercer problema es que la aplicación del método en sí y, más si cabe, tras la introducción de los matices posteriores, conllevan una gran carga de trabajo para el profesorado. Si hoy por hoy no dan la talla, más difícil aún será que la den para este tipo de actividades.
- Para grupos grandes como los que se ven en las asignaturas troncales de casi cualquier carrera es la auténtica locura, serían precisos más profesores.
Por lo demás sólo apuntar que puntuar a los alumnos en función de su destreza memorizando fechas y acontecimientos en la carrera de historia es el equivalente a evaluar a los alumnos de matemáticas por sus cálculos de aritmética; impedirles usar libros, bases de datos, etc. sería como privar a los anteriores de la calculadora científica: el foco debe estar puesto en la comprensión de los procesos y problemas, no quedarse en la superficie.
-Lo que creo que se tendría que hacer => partes del 10, vas a clase y si das motivos para ir bajándote la nota o dices barbaridades (en medicina => "el cáncer se cura con bicarbonato" ) que te puedan suspender de inmediato (un profesor que tuve en el instituto decía que, al rebajar puntuación por fallos ortográficos no es lo mismo un disparo en la mano que uno en la cabeza. Suspendió a un alumno por una falta exagerada xD). O sea, que te tuvieras que esforzar para mantener el 10. Si no pasas por clase porque curras o lo que sea, no problemo. El profesor no te puede suspender por ello y que te ponga de un 5 a lo que él quiera. Si así lo ve conveniente, alguna prueba final pero no los típicos examen que no puntúan nada. Algo rollo preguntas en seminarios con 2 profesores más para ver qué sabe de la asignatura, si pilota de conocimientos básicos... fuera tipo test y demás chorradas para analfabetos.
De aquí quiero rescatar la idea de no partir de 0 a la hora de construir la nota, pero en lugar de comenzar con el 10 y penar los errores, lo cual conduciría irremisiblemente a una excesiva cautela por parte de los alumnos, propongo comenzar con un 5 como base, atajando el problema de la connotación punitiva que en ningún caso debe estar presente en el proceso de aprendizaje. Para casos en los que se profieran continuos disparates día tras día, o incluso en personas que a lo largo del cuatrimestre no abren la boca, evidentemente la nota bajaría derivando en suspenso. Del mismo modo, quien no se conforme con el aprobado y desee o una buena nota o una buena instrucción (mejor no entrar en las motivaciones de cada quien), entonces basta con demostrar interés, implicarse y trabajar.
No creo haber descubierto la panacea, de hecho, creo que el famoso plan Bolonia marcaba ciertas pautas en este sentido, no obstante, considero que no está de más ordenar un poco las ideas, máxime en lo tocante al tema de la educación, donde la raíz del problema no está en la universidad sino desde la educación primaria. A este respecto hay alternativas muy sugerentes que están cobrando notable fuerza, como por ejemplo la pedagogía Waldorf. Pero este es otro tema que, llegado el caso, será mejor tratar de manera independiente."