Crisis de la industria de los videojuegos

Hoy en día un tema en especial causa controversia en el mundo de los videojuegos. Es fácil de distinguir a la vista y mucha gente lo piensa, pero muy pocos tienen el valor de hablar sobre él y romper la gran burbuja en la que estamos encerrados, explotar la mentira en la que vivimos, salir de la caverna. Ese teme es la crisis por la que está pasando en este tiempo la industria de los videojuegos. Esta crisis, al contrario que su predecesora de 1983, no tiene que ver con el nivel cualitativo y cuantitativo de los juegos, más bien al contrario, ya que, a día de hoy, los juegos se venden como nunca y el control de calidad en el desarrollo evita día a día que surjan algunos desastres como el archiconocido E.T. The Extraterrestial. No, esta crisis abarca el ámbito en el que mayor daño se puede originar; me refiero al ámbito creativo. Pensad por un momento, cada años se publican decenas (más bien centenares) de juegos, algunos más buenos, otros más malos; los geniales resaltando sobre los mediocres como rosas en el desierto; en fin, centenares de juegos que, año tras año, se acumulan formando un enorme contingente que abarca los últimos cuarenta años y suman decenas de miles de títulos. Hasta aquí no hay nada extraño, sin embargo, como ya decían los romanos, "no hay nada nuevo bajo la luz del sol", es decir, al final todos los buenas ideas tienden a repetirse y la industria de los videojuegos no es una excepción. Ya en sus primeros pasos, aparecieron muchos clónicos cuyo único objetivo era el de sacar provecho de una idea nueva en una época falta de originalidad. A día de hoy el problema es más sutil que un amasijo de juegos clónicos (aunque esos también formen parte del problema), más bien son las propias compañías las que se roban a sí mismas, repitiendo una idea de manera indefinida e intentando sacar el máximo provecho para obtener la mayor cantidad de dinero posible. Por otro lado, las grandes compañías que en su momento destacaban por hacer juegos memorables y de gran calidad (Konami, por poner un ejemplo, o Capcom) han ido perdiendo influencia en el mundo de los videojuegos ante las grandes compañías que tratan de obtener el mayor provecho posible por un lado y, por el otro, el surgimiento de una comunidad enorme de desarrolladores (en su mayoría independientes y organizados en compañías de 1 o 2) auspiciada por el surgimiento y popularización de los Smarphones que abrió un mercado totalmente nuevo y que ofreció herramientas totalmente nuevas de distribución a estos desarrolladores, y propició un flujo masivo de videojuegos que saturan, a día de hoy el mercado.
Esta crisis también ha tenido lugar en el nivel del consumidor. En un comienzo, los jugadores constituían una comunidad reducida, que no se universalizó hasta mediados de la década de los noventa con la aparición de consolas como la mundialmente reconocida PlayStation. A día de hoy los jugadores forman una amplia comunidad, siendo en esa comunidad donde recae el problema. Por un lado, en lo poco que muchos de ellos esperan de los videojuegos y que ha propiciado que muchos desarrolladores con juegos de no mucha calidad pudieran arrebatar su terreno a otros más meritorios. Por otro lado, aquella comunidad de jugadores que esperan demasiado de un juego, debido a unos requisitos que ellos mismos ponen a los videojuegos y que provoca una gran disminución en la venta de un juego y, con ello, el soporte del estudio. Esto favorece, en resumen, a la falta de originalidad en los videojuegos apoyando, por un lado, a aquellos juegos que lo único que hacen es repetir una fórmula conocida y exitosa y, por otro lado, desestimando y despreciando en la mayoría de los casos a aquellos que apuestan por lo original.
Por conclusión, o moraleja (o lo que queráis), se puede sacar que somos nosotros los culpables de lo que está pasando ahora mismo, en nuestras acciones pasadas, presentes y futuras se dirige esta industria y es en nuestras manos donde está el poder de cambiarlo para mejor o para peor.