Condición patética del ser humano que afecta mayoritariamente a los jóvenes (aunque también se han reportado casos graves en personas mayores de 35 años). La patología se manifiesta, en un principio, con un aislamiento inusual del individuo. Este ignora los llamados a comer de su familia, los ladridos de su perro y los deberes escolares o universitarios (se encierra en su habitación y lanza todo un abecedario de maldiciones mientras teclea y cliquea constantemente frente a su PC).
Luego, cuando la enfermedad progresa en su desarrollo, el aislamiento es total y el paciente se desconecta por completo de lo que antes solía ser su vida diaria. Empieza a perder la noción del tiempo, cualquier momento es bueno para estar frente al ordenador y cuando se cansa, pues simplemente se deja caer donde sea para echar un sueñito (corto, por cierto). Olvida la ducha diaria (y hasta la semanal), ignora, incluso, las llamadas y las atenciones de la novia y comúnmente convierte a esta en una suerte de entremés sexual del Starcraft (algo así como ahora sexo, ahora Starcraft, luego sexo de nuevo y otra vez con el Starcraft). Se sabe también que en muchos de estos casos el miserable paciente (o la paciente) ha terminado irremediablemente con su pareja por no tener temas interesantes de conversación o por, según la opinión de los primeros, no poder entenderlos. Recogimos, al respecto, la desdichada declaración de una de estas víctimas. Su nombre es Sara (el apellido, por respeto a la muchacha, lo mantendremos en secreto al menos mientras dure la epidemia) y este es su testimonio:
“Yo no sabía lo que era Starcraft. El (su novio) me dijo que me iba a explicar, pero lo hacía muy rápido (por que estaba jugando) y no le entendía nada. Yo quería hablar del problema que había tenido con mis padres y el decía algo así como: EN TARO ATUN o adun, no se, entonces yo le decía que ya no era el mismo de antes y el: CLARO POR QUE HACE UN RATO HE SIDO ZERG, yo no le entendía, doctor, pero él: MALDITO TEMPLARIO OSCURO, CUANDO TE ENCUENTRE... Entonces utilizaba mi último recurso para poder llamar su atención: el... sexo, pero después otra vez iba a lo mismo, y todavía con más ganas que antes, como si ya nada lo perturbara. Una vez, ya casi al final, logré sacarlo al parque. Estaba todo sucio, despeinado y la luz del sol lo cegaba, de pronto se tiró al suelo gritando: CUIDADO, CUIDADO, INTERCEPTORES, CARRIERS!!!. Yo le decía casi llorando: mi amor son sólo abejitas, mira salen del panal... Pero ya no había remedio, me echó a un lado y se metió raudo a su casa diciéndome: NI HABLAR, TU NO COMPRENDES, QUE TE INFESTEN!. Y me dejó, doctor, ya no se que hacer...”
Aún ahora la muchacha espera por una respuesta a su interrogante de si la epidemia terminará o no, pero las estadísticas muestran un ascendente número de reportes alrededor de todo el mundo. Algunos de nosotros ya lo consideramos un caso perdido y preferimos más conveniente hablar de enfermedades como el sida, el cáncer y la neumonía atípica entre otros azotes de la humanidad que, sinceramente, se muestras con más posibilidades de erradicación.
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