En plena fiebre de roguelikes, TumbleSeed es uno de los juegos del género más únicos que sale hoy en Nintendo Switch, PlayStation 4 y PC/Mac (Humble, Steam).
Detrás de su aspecto colorido y adorable se esconde un juego brutalmente difícil, que empieza siendo una experiencia casi frustrante para hacerse con los controles, pero que en algún momento hace clic y acaba convirtiéndose en un juego de habilidad, reacciones instantáneas y algo de estrategia.
Exactamente igual que en la recreativa de Ice Cold Beer en la que está inspirado, no se maneja la bola, sino la barra que la sostiene. A pesar de lo que pueda parecer, no usa los controles de movimiento del DualShock 4 o la Switch. Cada lado de la barra se eleva o desciende con los sticks para hacer rodar la semilla y solo hay un botón más para cambiar su tipo.
El objetivo es igual de simple que engañoso: subir una montaña evitando morir cayendo por los agujeros o atacado por los bichos que la pueblan. La montaña tiene siempre cuatro estratos, pero el interior de cada uno de ellos está generado proceduralmente y la gracia está en gestionar los trozos de suelo fértil que hay repartidos por cada bioma.
Detrás de su aspecto colorido y adorable se esconde un juego brutalmente difícil
Cada partida empieza con cuatro tipos de semillas distintas para plantar con las funciones básicas: sembrar, curar, poner lanzas y marcar puntos de control. De ellas, la más importante es la que permite sembrar cristales, que son la moneda que se necesita para usar el resto de semillas.
A mitad y al final de cada estrato, sin embargo, se puede aumentar el arsenal con más tipos de semilla, tanto de ataque como de defensa, y con auras. A diferencia de otros juegos similares, no solo no hay combinaciones demasiado potentes, sino que muchas de las semillas y auras tienen contrapartidas. Cualquier proyectil que puede dañar a un enemigo, puede hacer lo propio con nuestra semilla, así que ese aura que mata enemigos y tan buena pinta tiene, acabará matándote en cuanto te olvides de ella, algo que pasará en algún momento u otro.
Lo que consigue es que haya que estar constantemente tomando pequeñas decisiones mientras se hacen malabares para evitar morir. ¿Puedo permitirme sembrar cristales e ignorar a los enemigos, debo intentar matarlos o mejor me aseguro la vida con más corazones?
El primer estrato sirve casi como un tutorial que permite tomarse las cosas con calma para sembrar y amasar cristales. Es a partir del segundo donde aumenta el número de bichos y donde estos empiezan a obsesionarse con perseguir a nuestra semilla, dejando pocos ratos de respiro y forzando fallos tontos que rara vez parecen injustos.
El resultado son partidas que empiezan durando menos de 5 minutos y pueden acabar sobrepasando los 20, aunque los tiempos para pasárselo varían enormemente porque subir algunos estratos todo lo rápido que se puede es una estrategia bastante viable a veces.
No solo no hay combinaciones demasiado potentes, sino que muchas de las semillas y auras tienen contrapartidas
Para hacerlo todavía más difícil, TumbleSeed es casi un roguelike puro, porque se empieza siempre desde cero, no hay ninguna mejora que se mantenga entre partidas y todas las semillas se pueden conseguir desde el primer momento en que se lanza. Sí que hay varias misiones que sirven a modo de guía para ir aprendiendo las mecánicas, pero una vez acabado hay poco incentivo para volver a jugarlo más allá del reto diario o de intentar subir en los rankings. Por suerte, llegar a ese punto llevará probablemente varias decenas de horas y es probable que la mayoría de humanos se rindan mucho antes.
Mención aparte merece la versión de Switch, que usa el HD Rumble para tener mejor feeling de cómo rueda nuestra semilla. No es esa, sin embargo, la mayor ventaja de esa versión. Es un juego perfecto para pequeñas sesiones y la nueva consola de Nintendo es la única manera de jugarlo en una portátil mientras se viaja.
Para los que consigan dominar el movimiento y no les importe morir infinidad de veces, TumbleSeed es una delicia visual y auditiva difícil de dejar a base de «una partida más», pero para el resto de mortales, es probable que la dificultad acabe con ese vicio mucho antes de llegar a la cima.