Bueno, como estoy en paro y deprimido estoy escribiendo un relatillo por día o cada dos días. Y me he fijado que ya tenía unos 6 o 7 en "Exprésate", así que me pareció pudibundo recopilarlos aqui y seguir publicando acá; todos tienen una linea común y la hermandad de ser escritos en un mismo estado anímico, todos hablan de mi, todos son nada, por eso, y por la ventura que me produce os lo comparto:
#1
El mar que veo ahora es una pátina de plata líquida. Las nubes mienten y sueño con una mujer, una
que no es la misma. Quiero hacer un viaje largo, llevarme una hoguera móvil en el pecho, hacer un ademán tranquilo al cruzar la rabia, dolerme, ciego, sordo e incapacitado cuando levante el velo que cubre las instancias más puras de la miseria.
Pero es sencillo. El viento del desierto muerde, estamos siendo limados por la muerte. Caras adustas trasiegan Whisky y nadie gusta de ello; pero estar sobrio, es estar descongelándose. El Sheriff ha vuelto de sus vacaciones, se ha traído incluso a su mujer lo que quiere decir que se va a construir un hogar, incluso, para tomarse el prurito de darme caza. Tambien vuelven cinco o seis cabezas de turco, saltadores de camino, hombres de gatillo llorón. Así que desde ese mismo lunes, semana de sol candente, empiezo a limar las balas y a temer, desde el martes tendré que afrontar viejas reivindicaciones, pesadas ofensas y soportar los lazos siempre falsos de la justicia.
Quisiera darme un espacio largo para melancolizar. Quisiera tener más tiempo para derretir a la mujer que amo en mis brazos, pero, de momento tengo que seguir tirándole a la diana porque voy a mantener serias dialécticas y el requisito básico para vivir, y vivir y amar de verdad, es tener unas sesenta pulsaciones, mininas, por minuto, lo cual no podré garantizar con ocho clavos de winchester repartidos por el bellaco cuerpo.
Tiene razón el reverendo cuando dice que lo más triste del humanismo es vivir en un mundo sin Dios. O de tener un país basado en dioses que no lo son. Dios elige a quien ama, y por eso algunas veces las pistolas se encasquillan o un hombre bien balaceado se levanta y tiene cinco hijos altos como cañas de Arizona. Por eso algunos mueren por una bota suelta.
Yo creo que no he sido uno de los predilectos. He pecado en todas las formas posibles y he diluido el peso de la conciencia en jarras cargadas de alcohol. Pero conocí a una mujer que hacia las preguntas que yo necesitaba oír, se ponía a hablar, empezaba a hablar y soltaba todo su cerebro encima tuya, te lo daba y también iba cortándose pedazos de corazón, como para hacerte algo, algo que de tan inesperado parecía irreal, falseado.
Pero, si para estar con la mujer de tu vida has de pagar los peajes, los impuestos, prever las perdidas y soportar robos y humillaciones, sólo para que te reste medio dia a la semana de paz en el que puedas sentarte en el porche con una buena limonada y tu mujer en el regazo y decir, ha valido la pena, el sudor y el miedo porque ahora mismo estoy dónde siempre deseé.
Nada de esto queda hoy. Ni la limonada.
La banda de trampilleros alcanza a tu mujer y la confunden con sofismas, la enredan con promesas y la amordazan con falsas expresiones de amor, hubiera sido preferible disparos al aire, pero, cuando a Job le quitaron todo, seguro que estaba dando lo mejor de sí mismo.
El sheriff viene tranquilo, de tan tranquilo, ni la ley se trae. Bueno muchacho, hemos leído los libros que Kafka escribirá y ya sabes que aqui de racional y lógicos tenemos poco, nos movemos por tiros de misterio y crueldad, las cosas salen así, las sentimos cuando nos llegan y las interpretamos a través de los filtros de ignorancia, odio e impiedad de nuestro corazón.
En resumen, el sheriff se descuelga un doble cañón del hombro y lo acciona partiéndome por la mitad mientras el humo y la pólvora y la sangre y los huesos astillados y las tripas y los recuerdos se mezclan en una dimensión que nadie verá.
Amar es esto, pienso justo antes de perderlo todo, amar es esto. Ser castigado.
Y entonces el sheriff dice algo de una solicitud de divorcio.
#2
No es un buen hombre, ni falta que le hace.
Le iban a disparar pero ya estaba muerto y en los ojos de Henry emergió la duda. Un bálsamo de aceite para los huesos cansados, la ciudad atravesada por un palillo y servida en un Martini, nada más hortera que la urbanidad. Como un viajero en el tiempo Amadeo oteó la evolución del calzoncillo al tanga para hombres y comenzó a prologar un ensayo sobre el "Creciente e imparable desplazamiento del alma sensitiva hacia las zonas genitales".
Imaginemos a un hombre adusto y taimado, lacónico y barbudo, luchando, supongamos, en las escaramuzas de la guerra civil americana. Imaginémoslo capitaneando a sus hermanos de refriega y saltando colina abajo con la bayoneta calada mientras una bateria de cañones le busca el pecho, salva tras salva. Imaginemos a su mujer, rubia y espigada, rezando en su inmenso hogar mientras sus retoños pacen por las praderas. La verdad es un sueño nubil.
Luego, a través de la pigmentación del tiempo, pues no hemos de olvidar que el ahora es una participación no esporádica del perpetuo ayer, un hombre, un urbanita flaco y alienado sale a la calle un día, pensando que es un don nadie y de pronto en sus genes, o en el reveso paciente de su espiritu una voz gime como el bramido de un dragón y ese jovencito es movido a cambiar el mundo, empezando, supongamos, por la limpieza del felpudo de su casa. Porque las cosas no deben ir mal siempre, es preciso reconstruir.
Henry es un sicario. ¿Alguno se pregunta como se llega a sicario? Es fácil. Henry podría haber descubierto la particula God o haber periclitado un sistema filosófico de rancio abolengo, haber compuesto una épica sonata o incluso haber amado a una mujer haciendola creer en lo divino. Pero Henry, que a veces escribía poesia, pues toda alma necesita una evacuación, se limitó a ejecutar personas y a llevarlo a cabo sin ningun tipo de convicción ni entramado moral. Iba, esperaba, ejecutaba y cobrabra.
Henry no tenía nada que ver con el jovén que decide cambiar su vida o con el viril sargento de infantería bragado. Henry no era un buen hombre. Pero era guapo, muy guapo, y siempre tenía el detalle de dejar sentar a las ancianas en el bus, porque no utilizaba automovil, estaba concienciado con la contaminación.
Así que Henry esperó a la luna opaca y leyó el dossier con sus gafas viejas, astilladas. Siempre mataba a sus encargos con machete. Es dificil conseguir un arma y un silenciador. Es mejor aprovechar un fisíco bestial y acometerles por la espalda asestando un machetazo en el cogote, nadie sobrevive a eso.
Amadeo, por contra, era un ser vil y despreciable; no es que Henry no lo fuera pero en una ronda de reconocimiento todos sospecharían de Amadeo, pues la depravación de su espiritu se había extendido tanto que ya plagaba sus facciones. Amadeo no aportaría nunca nada bueno y si siguieramos los postulados del darwinismo social y de lo mejor para los mejores o las leyes de los más fuertes, Amadeo sólo hallaría protección en los brazos débiles de la fe cristiana.
Henry era un asiduo lector de la sagradas escrituras y se le podía considerar un exegeta, aún siendo aficionado, de un rigor encomiable y una sabiduria práctica poco frecuente. Claro está no un practicante, pero como teologo podria disertar ampliamente de las hipóstasis. Esa misma tarde había leido de la lapidación de Esteban. Aquel que vio los cielos abiertos y pidió conmiseración para con sus verdugos.
Entonces, allí, en el callejón más sordido del mundo, donde Amadeo violaba a una niña cada martes, apareció Henry con el machete oscilante. Amadeo era un hombre rico y nunca iba a ninguna parte sin escolta. De las sombras se escapó un ruido que afirma que una pistola estaba involucrada. Amadeo ni se preocupó por Henry de tan confiado que estaba y dos pistoleros cerraron la unica vía del callejón.
Ellos sí tenian silenciadores. La niña amordazada tampoco emitía grandes ruidos. Todo estaba hecho, el mal estaba allí. Y entonces, mientras las balas le fueron cayendo sobre el torso, las piernas y la cara Henry imaginó que era uno de los primeros creyentes y que predicaba el Evangelio. Pero allí no hubo cielos abiertos.
No pudieron matarlo porque ya estaba muerto y cuando la duda del teológo se dirimió o se colocó como una aceituna urbana en la vida triste del martini, allí, cuando los infiernos reclamaban a su inquilino, Henry, que tenía nombre de rey, dijo, he aquí solo una cosa sé.
Y entonces la niña se convirtió en mujer.
#3
Tengo un arma llena de polvo. El pasado en una caja donde caben dos manos alargadas. El corazón lleno de nicotina supurando ronco, hosco, el mío si es un maldito vagabundo de la vida, otro latiendo dentro de mi irresoluble mismidad.
Ella me viene a buscar. Tiene un herpes en el labio. Me besa, no me importa, me abraza, sus pechos se reparten sobre mi pecho, la levanto del suelo.
Hay que tener estilo, y el mejor estilo la mayoría de las veces es estar callado. Aparcamos cerca de dos borrachos, le miran la falda, le miran el culo y luego el escote. Me miran a mi al final de todo. No. No soy James Bond. Aparece la otra pareja X ( ella ) y ( él) Me importan una mierda. ¿Has sentido una vez que un ser humano no es más que una masa de carne sin valor?
Los mejores relatos se escriben mientras te llama una compañía para ofrecerte ofertas de telefonía, mientras tu hermana le grita a su novio, tu novia tarda en llegar, te duele alguna parte del cuerpo y quizá algo de ansiedad. La gente quiere discurso. Quiere ser transportada.
Empiezan a hablar. De sexo, claro. Masturbarse o no. ¿Esperar al matrimonio antes de follar? ¿Y cómo sabes si luego tu pareja es compatible, si te gustará o no su sexualidad? Me aburro, me aburro tan hondo y tan fuerte que me entran ganas de aporrear la mesa, pero creo que no es tedio, sino una cruel y fría ira exacerbada por la superficialidad.
Sonrío. Trasiego cafe. Son los amigos de mi chica, se supone que deben ser bien atendidos. En momentos así miro las tetas, sus ominosas y sensuales tetas y me pregunto si estoy aqui por esto por lo otro o de verdad la amo.
¿Soy un hombre? O una rata, de verdad una maldita y miserable rata hija perra? Soy un trozo de mierda innoble? Estuve muchos años recopilando técnicas románticas, formas de amar y malgaste mucho sentimentalismo añejo con mujeres que pasaron por mi vida como el agua del inodoro. Y luego cuando una mujer se abre ante ti como una granada edénica no tienes más certeza que un desconcierto reiterado, persistente, casi tan simpático como mi corazón lleno de mierda.
Y me acuerdo del viejo Cafrune y su barba, me acuerdo de sus cantos pamperos y de su crítica tocacojones al rico, cansados, hastiados, supongo del socialismo estepario lo mataron para hacerse un favor. Y me acuerdo del gauchito mientras parlotean sobre la mesita, él, un perfecto producto del ahora y ella una mujer a la deriva apoyada en juncos húmedos. Mi chica a mi lado está enfrascada en la conversación, yo, perdido.
Tengo un arma, poseo una caja cubierta de vestigios del tiempo donde guardo un arma muy peligrosa; aunque sólo sea útil contra un enemigo y yo no me he topado todavía con nadie más enconado contra mi que yo mismo, aunque suene a cliché-
La verdad no tengo ni idea de a dónde va todo y en que se convierte todo.
Pero me acuerdo del mejor libro de Chandler que es mucho más que una novela y aún un tratado sobre destrucción propia y alcohol y se me derrama una lágrima en la mesa. Pasa inadvertida. Traigo a la memoria uno de los personajes del largo adiós, un borracho, un borracho único. Y aquella joya en paráfrasis: Pocos son los que llegan a un conocimiento personal profundo ( y las señas del tal son miseria y desprecio, sólo se alaba el ciego) la mayoría viven defendiendo una dignidad que nunca poseyeron.
Y entonces, cuando la conversación vuelve al tema de la masturbación yo consigo relajarme. Estamos todos tan perdido que da hasta risa.
¿Y el arma que está dentro de la caja?
Estoy en el filo.
A lo mejor está lloviendo fuera, imagino, incluso deseo ver a unas cuantas personas de mi vida ahogándose. Como un segundo diluvio que borrara los arcoiris.
Hay una cierta confusión en el hecho mismo de vivir.
Pero el sol golpea con fuerza en las ventanas de chapa, pongo la cafetera al fuego y enciendo un cigarro. Estoy lleno de lamparones y legañas, una concatenación de malas noches y suficiente ron barato acaban añadiendo a la solución del problema un aplazamiento muy melancólico. El café gorgotea a borbotones, y el humo es la ablución, lo miro y luego miro hacia la ventana por donde ella viena remontando el camino.
Abre la puerta, se limpia las botas enfangadas y deja una bolsa con comida en la mesa, se quita el abrigo, deja la bufanda y el sombrero y dice algo de cariño encendamos la chimena.
No sé quien es ella. Corro hacia el baño y me lavo el rostro, pero no consigo arrancarme la culpa, la desolación y luego esa maldita barba larga, como si quisiera que el alma se extendiera y echara raices.
Ella insiste, cariño, ¿dónde estás? , el café se derrama. ¿Cómo se le ocurre preparar la chimenea si afuera hay 35 grados?
Decido desnudarme por completo y salir con las manos en alto. La noche pasada tenía seis kilos más de musculatura pero ahora me doy pena a mi mismo, mis piernas cadavéricas, mis brazos inutiles, un ecce homo emergiendo del baño.
Cariño, grita ella, es por eso que te amo, porque contigo siento que yo soy amada. Nena, pienso yo y en ese momento toda la humanidad que me quedaba se esfuma a la velocidad de un chisteo de dedos, nena, yo estoy frenéticamente enamorado de cada voluptuosidad de tu cuerpo femenino.
Se oyen disparos, incluso, luego lo compruebo, un helicóptero que aterriza fuera.
Pero ya no hay tiempo porque tambien tililan las trompetas del juicio y me hago un lio y entonces escucho mi nombre, alguien me llama y corro hasta el café y lo trago y me convenzo de que podre escapar de todo el mal que he hecho si consigo beber una taza y luego fumarme un cigarro.
Pero no.
Ella está llorando ahora, y con sus ojos de angeles me instala en el infierno. Cruza las piernas y yo
pienso, siempre pensando, que es como si el hombre más bravo del mundo llorase por la cosa más sencilla y que una reina, o un león o incluso, una jirafa, tuviera miedo de que le destrozaran la vida.
Yo siempre quise ofrecer un corazón puro, y lo peor de toda la parafernalia de la autorealización y del movimiento Kistch y de la autoayuda no es que vivas en una burbuja, desconociendote a ti mismo, no; lo peor es que un día te darás cuenta de la clase de persona depravada que eres, de todo el daño que has causado y deseado y entonces verás a un diablo borracho bailar al redor de tu pena, de tu odio y sentirás muy hondo que una mentira brama, que eres un trozo de mierda infame y que no mereces nada.
Y entonces, ese día, cuando el gallo cante y haya tres muertos en tu alfombra, o sea la tercera ocasión en la que la haces sufrir, sucederá algo. Llorarás amargamente y sufrirás.
Y entonces, tras beber el café digo:
¿Soy Judas o Pedro?
Acabaré ahorcandome sin una salida o seré restaurado por medio de tres preguntas, tres ocasiones para hacer lo bueno, para resarcirme de por vida.
¿Me amas?
Sí, tú sabes que te amo.
#4
Me despierta el vibrar del móvil. Tengo dos euros en la cartera. Vivo en una ínsula periférica con una tasa de paro juvenil interesante. Son las ocho de la mañana, jueves. A las cinco de la mañana estuve intentando de dar caza a un mosquito. No lo logré. Cientos de libros apilados y montañas de ropa sucia ofrecen una cobertura inexpugnable. Dos picaduras en la planta del pie como saldo final.
Soy un trozo de mierda, no disfruto humillándome ni hago ostentación, pero soy un trozo de mierda con la autoestima intacta.
Comienza la bravata de gritos, búscate un trabajo, sal a poner currículos. No haces nada, te crees que por haber terminado una carrera hace más de un año te has ganado el cielo. Trato de enfadarme, ponerme en mi sitio, hacerme respetar. No me apetece, es mejor imitar a Marco Aurelio, serenidad pagana.
Empiezo a vender mis herramientas como un carpintero en serios apuros. Vendo códigos de leyes que creo no necesitar o aquellos que puedo consultar por otros medios. Camino hasta el punto de encuentro para intercambiar un mamotreto por quince euros, mal vendido. Ahora tengo diecisiete euros. No es suficiente, lo sabe James Bond, nunca es suficiente todo el dinero del mundo. La chica se lleva el libreto y yo me vuelvo andando, compro dos cigarros sueltos y dos caramelos, le pido prestado el mechero. Fumo un rato. Pienso en volver a casa y barrer y fregar para calmar un poco a las bestias domesticas.
Ojeo un programa de entrenamiento que combina musculación y cardio, lo comienzo. Sudo, exhalo y respiro brutalmente, estoy cansado, fatigado, nada de la mierda de la despensa me parece un desayuno decente. En mitad del entrenamiento vuelven dos integrantes de la familia, me pillan en la salita haciendo abdominales, sudoroso y cansado. ¿Te crees que vives solo?, has dejado toda la sala sudada, búscate un trabajo!!
Hoy hago un mes con mi novia. Es una tipa cojonuda. El otro día salia de la gasolinera con un amigo y nos topamos con un viejo conocido que nos había dado curro. Se ha echado novia, dice mi amigo al tipo; yo respondo: sólo dan problemas y se llevan el dinero; mira como lo sabes, dice.
Le conseguí tres chaquetitas bien de precio, una es como una torera y las otras como de algodón, mitad casual, mitad elegantes. Supongo que le gustaran. Y he escrito ocho paginas, tratando de desarrollar un cuento que nos inventamos juntos hablando por teléfono a las dos de la mañana.
Es cierto lo de la ansiedad del amor. Si amas sufres, si amas esperas, esperar es incierto y te hace agonizar. Me relajo pensando en la idea de que si un día es incapaz de soportarme puede marcharse y buscarse a otro, no es una excusa para ser mediocre a posta, pero sí un consuelo, a fin de cuentas soy lo que soy.
Un trozo de mierda, nada más, sin ademanes ni ostentaciones.
Pienso que algún día podría escribir un libro decente. Pero los días se van y tu con ellos y no hay ni una miserable idea, las energías se gastan, se amontonan los fracasos y bajas un nivel más abajo, hacia la profundidad ciega. No sé qué hacer conmigo, con la vida, con las vocaciones y por cierto que no he conocido a alguien más disperso que yo.
Búscate un trabajo.
Aprovecho las dos horas que me quedan hasta verla para ir a la biblioteca y leer un rato, me llevo una mierda de Jon Fante, trato de acabarla. Me fumo algún cigarro. Vuelvo. Espero. Miro. Me aburro.
Llega la hora de ir a verla. Tengo que coger el autobús, no tengo coche, ni carnet de conducir. Vivo en una ínsula periférica y siete kilómetros en bus cuestan 1,50 euros. Me veo como un gilipollas con la bolsa de plástico y los regalos dentro, tres chaquetitas y ocho páginas de un cuento.
Es formidable el trozo de mierda tan grande que soy. Tengo ganas de verla, abrazarla, tocarle el culo orondo y ominoso, palparla entera, besarla, contemplarla dormida en mi regazo.
Y entonces me paro, me apeo, en la yerma tierra que circunda su casa, en el despoblado más estúpido de este distrito de analfabetos y pobres semi felices. Y digo, a la mierda, sabes, a la mierda. Puede que no tenga trabajo, ni dinero, ni coche, ni casa, ni futuro y puede que nunca llegue a escribir nada decente y hasta es posible que mi novia me acabe dejando por algún tipo con BMW. Pero, todo eso me importa bastante poco.
Y eso que soy un trozo de mierda enorme, no muy orgulloso ni envanecido, pero mierda al cabo
#5 Empieza La ley de mis miembros:
La ley de mis miembros.
Remonto tu cuerpo, tranquilo, como viajando por una autopista nocturna sin coches, algún cernícalo ululando entre los largos arboles oscuros y la luna piafada de nubes, cuajada de tinieblas. En el bolsillo del vaquero, angosto, tengo una frase que me dijiste hace siete años, le he estado dando vueltas y ya no significa nada. Significa por ejemplo otro nudo más en la garganta, poliquístico, como este corazón maltrecho y hastiado. Imagínate mi humanidad como un hato de cerdos, como la cochinera, imagínate al endemoniado gadareno practicando yoga, imagínanos llorando de verdad y no esa mierda de lágrimas que vertemos ufanados de nuestra sensibilidad acomodaticia. Hecha de miles de subvenciones a la debilidad, a nuestra ornamentada mediocridad, clavándonos mejores cadenas.
Imagíname ultrajándote de arriba a bajo, dejándote heridas indelebles, perversiones ineluctables, vicios de carácter que nunca superarás. Y llamándote cariño, cocinando salchichas.
Asciendo por tu piel suave, porque siempre es más suave la piel ajena, la piel del pecado, y me reconforto, aunque hosco, en el calor de tu dermis, que es como estar tranquilo bajo la placidez del verano, y pliego los ojos con oportunidad, cerrándome a cal y canto pero ensimismado en la osmosis de tu cuerpo, y digamos, buscándote ese botón tan poco amarillo con el que logre que te relajes, en esta noche de humanidad atávica, porque si tú no estás tranquila no sé como carajo voy yo a estarlo.
Y nos amamos al descuido como jugando con los lobos del bosque, haciéndonos los longuis hasta la misma emboscada, y de pronto el sexo cae como la piña del pino, esa providencia que parece remar por encima de nuestros propios pecados, y nos mecemos, con las manos frenéticas, buscándonos en el otro, viendo si hay alguna posibilidad de tocar algo trascendente, imantados, obscenos y pringosos: pero siempre al borde. Siempre alienados.
No sé si lo que me duele es el piano o esta falta de disciplina, pero a veces me gusta abatirme con el mismo empeño que un fisioculturista, me gusta hacer series de melancolía y ensanchar las paredes de mi añoranza, bajar un poco más hondo en mi miseria, paladearla y recocerla, volverla a amasar, sempiterna.
Algunos de los dos en algún momento deberá decir la verdad, y señalarnos y decirnos: estamos destrozados y ni siquiera tendremos la oportunidad de salvarnos y me acuerdo del Espía que surgió del frío y de ese muro que nunca podremos saltar y de tantos esfuerzos mínimos y de tantos programas de rehabilitación y de tantas privaciones y refrenos y de tanto mutilar los vicios que nos alegran, para acabar así.
Ambos sabemos que el único enemigo que no podremos abatir es el que llevamos dentro. En la ley de mis miembros. Y es sólo cuando resisto mis ganas de acabar contigo cuando soy capaz de entenderlo.
Veo un chico andando calle arriba, tranquilo, fumando, ocioso, feliz, dichoso, enamorado.
Algún día alguno de nosotros dos deberá decir la verdad. Y que graciosa la nota de bolsillo. La releo, después de toda la quimioterapia: Amor mío, no fumes más. Y yo pienso en la ley de mi carne.
Alegremente me encamino hacia la tumba, como diría Brahms.
#6 Sigue la ley de mis miembros:
Ella se está bañando. No quiere que la mire desnuda pero si que la desee. Llueve muy fuerte, cruzo de madrugada las desiertas calles, estoy solo en el mundo, sobre mi vieja orbea de carretera, roja, anoréxica, proteica. Me presta un chubasquero. Mis ojos se desbordan de lluvia no puedo ver bien. Ahora me estoy duchando yo, solo, con las nubes. Podría ir más rápido. ¿Podría? Si quisiera frenar con la orbea, parar en seco, aunque esté mojado, me tomaría unos cuantos metros. Luego, cuando sale de la ducha, escondiendo sus pródigos senos bajo la toalla, me hace rabiar, me habla de la virtud, como una judía. Yo quiero elevarla contra la pared, dárselo, constatarla. No hay nadie un miércoles a la 1:26. Yo vestido con náuticos, en una especie de riffarme, de vendetta, ser rebelde porque a uno no se le dejó ser hombre.
La mujer de tu juventud es ley, uno no puede estar cogiendo cucharas distintas. Se come, como la tradición y lo consuetudinario, el respeto, una sola mujer. Una vida. Paciencia. Carne contra carne, aullando. Ella no quiere que fume, ella no quiere que engorde, ella no quiere que me la folle aun. Que esperemos. Es lo correcto. ¿Por qué me enfado? Por la situación, nena. Al principio eras más amoroso. Tal vez, amor. Seguro.
La ley de mis miembros es un código cosaco, hacerte el amor diez horas hasta entender a Kant, fumarme diez cigarros después de ti, beberme un coñac o tres, y darme un atracón de pastelitos. Pero no.
Era inevitable que patinara en la curva, llevo día y medio sin dormir, llueve a mares y no controlo bien la orbea. Me caigo, me deslizo, llueve más fuerte. ¿Dios, como soberano, ha creado también todos los pensamientos de mi vida o sólo los conocía, de antemano? ¿No es lo mismo? Pienso, mientras hago aquaplaning y me limo la piel en el asfalto y me astillo, quien sabe, si algún huesito. Pienso en mi chica, en su casa, pienso en los menesterosos, en las viudas, en los huérfanos, en las minas antipersonas. Y me empotro contra un coche aparcado. Suena la alarma, llueve in crescendo, no hay nadie, todos duermen. ¿Se está grabando esto? Sobreponerse es difícil porque el cerebro es perezoso, si se le engorila se mete en vereda, hay que darle.
Es como obligarse a ser duro en un mundo contrahecho, de escaso-nulo sentido, estólido, como un poema surrealista, como unir diez cacas con un alambre. Es la lluvia y yo.
La ley de mis miembros tocando el tambor, convocando a la sangre, mi mujer convirtiéndome en un perfecto asceta, y yo, en el suelo oteando el nirvana: la renuncia.
¿Qué puede haber mejor que ser obediente a la ley de mis miembros?
Ser un convicto de la ley de mi carne.