#60 ¿Pero no me dijiste que habías copiado el mío? No me jodas que yo no tengo copia
Hola, gente. No sé cómo iréis con los relatos, ni si Duronman los habrá recibido todos ya. Yo ya tengo el mío casi acabado, mañana seguro que lo puedo enviar ya. Espero que no sea tarde, y poder entrar a tiempo en el concurso aún.
Se puso una fecha y luego se alargó para que la gente tuviera tiempo. Me parece de mala educación pedir otra prórroga teniendo en cuenta que hubo gente que se molestó en cumplir el primer plazo y no tuvo ningún problema en que se diese más tiempo al resto de concursantes.
Si no habeis tenido tiempo por el motivo que sea, no pasa nada, pero no alargueis el concurso según vuestras necesidadess personales, que hay gente esperando para leer, para votar, y para que acabe de una vez y empiece la segunda edición.
:-\
Nota: Quizás no tenga tiempo de ponerlos todos, por la noche sigo.
Me desperté y el dinosaurio seguía ahí.
Ese maldito dinosaurio de juguete, mirándome fijamente, con la boca abierta y enseñando todos los dientes. Era bastante mono, pero no me convencía como primera imagen que uno ha de tener cuando se despierta por la mañana, o a la hora que sea. Justo en ese instante me pregunté qué hora era.
Todo esto ocurrió durante esos segundos que transcurren justo cuando uno se despierta y el cerebro todavía está situándose en el espacio y tiempo. El dinosaurio no era familiar, ni la cama, ni la mesita de noche, ni el reloj que en ella había indicando que eran las 10 de la mañana. Por lo menos estaba situado en el tiempo.
Me incorporé y me di cuenta de que estaba desnudo, era domingo, tenía la boca reseca y me dolía bastante la cabeza. Todas estas sensaciones sí que me resultaban familiares, tenían la fea costumbre de repetirse como mínimo una vez por semana.
Me levanté y me dispuse a vestirme. La habitación era muy femenina, lo cual fue un consuelo. Tras un segundo vistazo a la mesita de noche vi una pequeña nota:
“He salido un momento a hacer un recado, no tardaré… espérame (K)”
A estas alturas estaba bastante desconcertado, mi último recuerdo de la noche era… Carlos. Sí, estaba con Carlos y más gente: Javi, Dani, Mario, Laura y…. Marta, sí, Marta también vino. Pero esta no era la habitación de ninguna de las dos, gracias a Dios. En mi último recuerdo estábamos todos, algunos sentados en una de las mesas mientras yo, Carlos y Mario lo dábamos todo en la barra. Y tanto que lo dimos, nos entregamos en cuerpo y alma, sobretodo yo.
Decidí que sería buena idea llamar a Carlos y que me hiciera un resumen rápido de anoche. Encontré mi móvil tirado en el suelo y le llamé. Colgué al cuarto tono, estaba harto de su contestador y de que todos los domingos se levante a partir de las 4 de la tarde.
Sentí la imperiosa necesidad de ir al lavabo a orinar. Una vez levanté la tapa del inodoro vi tres preservativos usados flotando dentro de él. He de decir que esta imagen me hizo sentir como un campeón. Tiré de la cadena y uno de ellos desapareció, sus dos compañeros se resistían a desaparecer. Aproveché para arreglarme mínimamente, el “camino de la vergüenza” hasta casa ya iba a ser lo bastante duro con la ropa sucia y arrugada, las ojeras y el dolor de cabeza, por lo menos iría bien peinado.
Me dolía el hombro, no sé porqué tardé tanto en darme cuenta, pero desde entonces el dolor no pasó desapercibido. Quizá Mario supiese porqué, decidí probar suerte con él y me contestó al tercer tono:
- ¡Hola Mario!
- ¿Siii…?
- Mario, ¡soy Andrés! Oye, me acabo de levantar y no me acuerdo mucho de anoche, ¿te importa si quedamos para hacer un café y reconstruimos?
- ¿¡Qué!? Oye tío, me has despertado y estoy hecho polvo…. Además, no sé si estarás orgulloso de lo que hiciste anoche. Aún me duele el estómago del puñetazo que me diste ¿sabes? La próxima vez que la vayas a cagar no te voy a intentar detener. A veces eres un imbécil… voy a colgar y a dormir, esta tarde si eso hablamos. Porque tío, hay mucho de qué hablar.
- Oye, sé que está mal, pero en serio no sé ni donde estoy, podrías…
Tuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu……
Justo después de que colgase me vino un flash que medianamente resolvió el misterio del dolor de hombro. En él forcejeaba con Mario, no recuerdo porqué. Me estaba sermoneando (como siempre) por algo y le empujé, entonces él me empujó, y dos machos borrachos, a cual más chulo, en una situación como esta no suelen salir bien parados. Lo bonito de todo es que esta tarde recordaremos la “pelea” y seguramente nos riamos, aunque el motivo de ésta no me va a dar muchas risas y alegrías.
Decidí que ya había pasado suficiente tiempo en aquel bonito y desconocido apartamento. En cuanto abrí la puerta para salir me la encontré de frente. He de reconocer que tengo buen gusto (y quizá más suerte de la que merezco) con las chicas. Unos cuantos recuerdos de altas horas de la noche vinieron de golpe, entre ellos, el cansancio de cuando se termina y como me quedé mirando a ese estúpido dinosaurio hasta que me quedé dormido.
Cuando me vio, su rostro quedó algo trastocado, me miró fijamente y dijo:
- ¿Ya te ibas?
Su mirada se tornó acusadora y el “buen chico” que habita dentro de mí y que siempre sale a la luz cuando menos se le necesita se sintió muy culpable, aun y sabiendo que no podía quedarme ahí.
Pasaron dos o tres segundos en los que mi mente trabajaba a marchas forzadas, luchando contra una resaca de dimensiones colosales, para elaborar una respuesta que no acabase con la marca de su mano en mi cara. Finalmente tardé demasiado en responder, y supongo que la vergüenza en mi cara la hizo hablar de nuevo.
- No sé si estás muy acostumbrado a esto, yo desde luego no. Esto de irte sin decir adiós siquiera… pero bueno, tú mismo, no te voy a pedir que te quedes si no quieres, es más, seguro que tienes muchas cosas que hacer. Tienes mi número, tú verás si quieres llamar.
- Lo siento, pero tengo que irme.
Sí, eso fue lo único que fui capaz de articular. Bajé la cabeza y pasé por su lado. Bajé las escaleras lentamente mientras escuchaba un portazo. Una vez en la calle el sol me cegó. La chica, cuyo nombre siquiera recordaba, estaba en lo cierto, tenía cosas que hacer. Tenía que comprarle algo a Nadia, el miércoles hacemos 6 meses juntos.
Inicié el “camino de la vergüenza”.
RPV: Me despierto en una habitación desconocida, cansado, resacoso y con la sensación de haber descargado a base de bien. Si os sentís identificados con este relato, sois unos auténticos machos ibéricos de los que ya no se hacen.
-Que injusta puede llegar a ser la vida –Pensaba el reo de muerte mientras se dirigía a la horca.
En su camino se cruzaba con vecinos y amigos que le saludaban, le felicitaban cuando cumplía años e incluso algunos compañeros de taberna. Pero ya no eran compañeros, ahora todos se habían convertido en testigos, jueces y verdugos. Todo en una misma vez.
-¡Asesino! –Le increpó una joven momentos antes de escupirle.
El reo no miró atrás pero escuchó como un guardia parecía alabar su acción. Cada vez veía más cerca la horca, a cada paso más cerca de la muerte, cada paso le pesaba más y más. “Si al menos pudiera…” Pero no, no quería torturarse pensando en maneras de evadir el “justo castigo” pensó cuando una sonrisa afloraba en sus labios.
-¿Tiene el preso algo que añadir?- Le preguntó el verdugo, por la voz parecía el herrero, una buena decisión se jactaba de tener los brazos más fuertes de la comarca sin duda ni el nudo se aflojaría ni él podría forcejear.
“Como si quisiera hacerlo” Pensó nuevamente sonriendo
-¡Mirad como sonríe el demonio!”-Gritó alguien entre la turba.
Esta vez sí que miró, sintió como se le rompía un poco más el corazón quién gritaba con el puño cerrado y alzado contra su rostro era la que hasta esa mañana fue su esposa.
Alzó la mirada al cielo, limpio, sin nubes el sol brillaba con fuerza esa mañana, “Un buen día para morir, al menos no llegaré mojado al infierno” Esta vez no fue capaz de sonreír, su cara compuso una mueca casi grotesca puesto que entre la muchedumbre estaba su hijo pequeño.
Miró al herrero, convertido en verdugo y entendió que no estaba con ánimo, quería terminar pronto lo mejor sería ayudarle y no ponerlo complicado.
-No, no tengo nada que añadir. ¿Debería?
Ni se molestó en contestar estaba más preocupado apretando el nudo de la cuerda.
-¿Te arrepientes de tus pecados hijo?-Era el cura, parecía ser el único que no le odiaba en ese momento.
-Gracias por preocuparse por mi alma padre, si me lo permite yo prefiero preocuparme por mi vida, en estos momentos peligra algo más.
El cura se bajó del estrado murmurando algo parecido a “Pues arde en el infierno”, mientras bajaba el reo no pudo evitar pensar “Ahora sí, ya me odia todo el mundo”
El verdugo terminó de hacer el nudo y se lo deslizó por el cuello, cuando terminó de apretarlo se sacudió las manos y se preparó a dar la patada al taburete que le impedía quedar colgado.
En el mejor de los casos la caída le rompería el cuello y moriría casi inmediatamente, pero cabía otra posibilidad, que su cuello resistiera y muriera lentamente asfixiado. La idea no le agradaba en demasía.
A su mente venían imágenes del día anterior, una niña ahogada y un desdichado leñador que pasaba por ahí. De entre los distintos caminos para volver del bosque escogió el peor, para colmo de males mientras intentaba “reanimar” otra niña con una desbocada imaginación dio voces pidiendo auxilio “¡La está matando!” gritaba sollozando.
No había mucho más, un juicio rápido un pueblo encolerizado y una familia destrozada para más inri el único testigo era una niña que vio como el leñador “Cogía a la niña por el cuello y la zarandeaba” por supuesto también añadió detalles tan apropiados como “Le gritaba ahora te dejarás hacer maldita niña”
Soltó una carcajada, la multitud empezó a tirar piedras enfebrecida pidiendo justicia “¿Qué es la justicia” Pensó recibiendo la lluvia de piedras.
El verdugo decidió no alargar más el momento puesto que parecía que la multitud no tardaría en levantarse y entonces ya no habría solución. Con un diestro golpe quitó el taburete y el acusado quedó con los pies colgados, su única sujeción era una soga al cuello, un cuello demasiado duro puesto que resistió el envite y no se rompió.
Notó como el corazón comenzaba a latir con mucha más fuerza para compensar la falta de oxígeno y la mala circulación a través del cuello. Instantes después el pantalón comenzaba a mojarse, era incapaz de controlar sus esfínteres.
Con sus últimos instantes de lucidez pensó “Que injusta llega a ser la vida”
Poco después el corazón incapaz de bombardear más explotó, los pulmones dejaron de anhelar oxígeno y solo quedó un cadáver que se mecía lentamente con un extraño rictus en la cara, algunas mujeres apartaron la cara.
-“Se ha hecho justicia”-Se atrevió a decir un aldeano mientras se marchaba de vuelta a sus quehaceres.
RPV: Ejecución de un "asesino" y no hay más xD
Nací en un pueblo del sur de Inglaterra, por lo tanto, no nos faltaba de nada. Mi padre es uno de los directivos del famoso Goliath National Bank, sí, ese del cual hubo una emboscada por parte del gobierno inglés donde se encontró la mayor mafia de tráfico ilegal de obras de arte robadas y animales exóticos, aunque estos últimos solían morir gracias al clima tan cálido que tenemos en Inglaterra. Todavía no sé cómo mi padre no fue imputado por ningún delito, él por entonces no tenía un cargo que digamos… serio. Al suceder este hecho, lo ascendieron casi por obligación. Mi madre sin embargo es muy bohemia y piensa que Jim Morrison sigue vivo (aunque le haya dicho mil veces que su cadáver reside en una tumba de Francia). Gracias al nuevo cargo de Tim, mi padre, ahora Marie, mi madre, puede trabajar de freelance como artista, haciendo exposiciones por todo el país sin ayuda de los amigos de mi padre (guiño, guiño).Ambos se conocieron en Abril del 92 durante el concierto memorial por la muerte de Freddie Mercury, según ellos, un flechazo en toda regla.
Por mi parte, todavía no he tenido ningún flechazo ni nada por el estilo. Me paso toda mi vida... a ver como decirlo sin que suene frikie... pensando en cómo sería mi vida si tomase otras decisiones. Como aquella vez cuando yo estaba a punto de entrar a la universidad, en el último año de instituto, conocí a Kathryn. Su padre era un importante empresario de Londres, si no recuerdo mal, cuando ella cumplió 15 años su padre le compró una casa en la misma calle donde vivía Elton John. Por otra parte, su madre murió cuando ella tenía 9 años, en un accidente de coche, desde entonces Kathryn había estado muy rara. Cumplía todos los cánones que mi mente durante años de ver películas de terror gore punk de serie B había idealizado. Pelo negro largo y liso, intensos ojos marrones, piel pálida como la nieve del Sáhara y una personalidad afín a mí en todos los aspectos.
Yo, como siempre, dejaba que mi vida circulase sin preocupaciones sentimentales, todo lo que sentía, lo intentaba reprimir como había estado haciendo durante esos años. Yo nunca había tenido gran éxito entre las chicas, solo enamoraba por la poca inteligencia que reflejaba, que en comparación con los otros chicos, era mucha. Pero claro, las chicas a las que yo les gustaba por mi inteligencia, muy a mi pesar no eran de mi tipo. Esta vez me dio de pleno, ella era mi David en forma de chica, era imposible tal exactitud, mi mente jamás la habría hecho tan perfecta, y como siempre, yo pasaba de enamorarme ya que sabía que las posibilidades eran nulas. Recuerdo que era principio de curso, apenas llevábamos dos semanas de clase, y fue a preguntarme “¿Dónde has comprado esa camiseta?”. Anonadado, yo, me miro lentamente la camiseta que llevaba, y sí, era de mi grupo favorito. Manteniendo mi compostura y con la labia que poseía le contesté explicándole mi viaje a Holanda a mediados de año y mis pequeñas locuras en aquel país.
A partir de entonces, algo empezó a surgir. Miles de conversaciones, centenares de mensajes, infinidad de tonterías. Mis mejores amigos me decían que me lanzase a la piscina. ¿Para qué? Me preguntaba yo, si no tengo la necesidad de tener novia, aunque la amase, me siento bien tal como estoy con ella y sin más preocupaciones, además, ¡YO NO LE GUSTO! Mi cabeza pensaba siempre eso, que tonterías, esa dependencia que teníamos ambos no podía ser amor correspondido.
Mi falta de autoestima, común en aquella edad asociada sobretodo a los geiseres que me salían por toda la cara, me hacía echarme siempre atrás a la hora de decir lo que sentía. Con el paso del tiempo, mi cara mejoraba, mi amor hacia ella aumentaba, y ella seguía haciendo todas aquellas cosas que me volvían loco.
El no ya lo tienes, decían mis amigos, ahora ve a por el sí. Total, que no me quedaba otra que lanzarme a comprobar la temperatura del agua de la piscina, pero como siempre yo temía por la respuesta.
Esperé hasta un día en el que quedamos todo el grupo para ir a una fiesta que daba Patrick en su casa en honor a la ausencia temporal de sus padres. La casa era común, con gnomos en el jardín, césped mal cortado, una gran colchoneta en la que Patrick jugó en su infancia. Cómo no, hice mi ritual previo a una pequeña aglomeración de gente donde me aseaba y mentalizaba de todo, y más aún aquella noche. Puse Nirvana a todo volumen, me aislaban esas letras lascivas y ruidosas de todo. De mientras me duchaba y me afeitaba, elegía mi camiseta entre el montón, mis vaqueros y todo el rollo, sin que faltase mi dosis de colonia característico en mi. Apagué el ordenador haciendo que la música dejara de fluir por mis oídos un leve momento, mientras me ponia el mp3 el cual me acompañaría hasta llegar a su casa.
¿Qué esperaba de aquella noche ese adolescente enfermo de amor?
Caminé hacia la puerta, la puerta más bonita que ví en mi vida sobre el césped más verde jamás plantado y unos gnomos que me sonreían al verme… Eso quería decir que iba bastante aireado, cómo comunmente le explicaba a mi abuela, era alérgico a una bacteria microgónica subultraplana acalaporica y por eso tenia ese comportamiento y los ojos rojos. Llegué, como una estrella de rock a su concierto, como el numero 7 al partido de fútbol, como un loco al psiquiatrico.Tras hacer una pequeña ojeada a toda la situación pude observar que ella no estaba, pregunté por ella y me dijeron que la habian visto. Cogí una cerveza y me puse a buscarla tratando de parecer integrado en todas las manifestaciones sociales que se estaban manteniendo en toda la casa. La busqué por todas las habitaciones, pero no la encontré por ningún lado. Entré en la habitación de Patrick, necesitaba descansar en la cama pero en el momento en el que giro el pomo de la puerta escucho una especie de gritos suaves. Entré y ví como Patrick estaba encima de su cama y por lo que parecia, estaba haciendo deporte con alguna. Mientras cerraba la puerta para no molestar a los tortolitos, vi las piernas pálidas de la chica sobresalir de la manta, en ese momento caí en que ese podia ser y era el motivo por el cual no encontraba a Kathryn…
Como en lo único que pensaba era en terminar aquella mierda de noche, cogí 4 cervezas y me dirigí afuera, donde podría sentarme sobre el columpio. Tras 6 cervezas en vena y 10 minutos después, divisé un cuerpo encima de la colchoneta redonda y donde me rompí la pierna derecha más veces que en los 8 años que llevo jugando a rugby. Me acerqué por el simple hecho de ir contento y me subí para divertirme tirando a aquella persona al suelo y reirme.
Pero al subir ví, que efectivamente, era ella. Estaba durmiendo.
La desperté sin querer al bajar del trampolín, y mientras abria los ojos me dijo que me acercara. Sin ningun reparo me besó y me dijo que me quería, al momento, la volví a besar y le dije que la quería.
Como ya dije antes, es una recreación de cómo mi vida habría sido si en vez de haber odiado las películas terror gore punk de serie B las hubiese amado.
RPV: Una historia que cuenta como sería la vida del protagonista si hubiese tenido otros gustos y si hubiese llegado a conocer a una chica.
"Noche de invierno"
Nunca se había visto un invierno tan frío como ese. Caminaba pegado a su paraguas sin despegar la mirada del suelo, pies de plomo era en lo único que debía pensar. Aquella calle era una pendiente interminable de un pavimento pobre y desgastado que se desprendía a cada paso. Aquel trayecto no estaba lejos de un paseo por un campo de minas. Aún así, no quería hacer esperar a alguien tan importante.
El viento soplaba sin ninguna dirección en concreto. Los soplos de viento venían de tramontana, de poniente, de levante, golpeándolo sin mostrar piedad alguna con su frágil cuerpo. El paraguas quería sentirse aire, volar y dejar atrás las ataduras con el mundo terrenal. Sin embargo, él no podía dejarlo marchar pues suponía su única defensa contra la lluvia. Conforme más avanzaba, más fuerte era el viento y más agua caía. Aquel tira y afloja le hacía perder un tiempo que no tenía en aquella carrera a contrarreloj.
Ya hacía un buen rato que se había separado de su compañero de viaje. La escasa protección contra aquel feroz temporal no compensaba con los intentos de liberación de su compañero. Así que en una fuerte racha de viento lo había dejado partir, elevándose hasta lo más alto y perdiéndose entre las tormentosas nubes que se arremolinaban en torno a él. Su débil y viejo cuerpo se quejaba a gritos, unos gritos que se ahogaban entre el rugir de la lluvia, unos gritos que él mismo intentaba silenciar para poder continuar en su vital travesía.
Era indiscutible, se había convertido en el centro de la tormenta, su peor temor se había materializado por completo, si continuaba así no podría llegar a su importante cita. Su cuerpo temblaba tanto que le era prácticamente imposible dar un paso sin retroceder otros tres. Además, su cuerpo sufría los efectos del frío y la humedad, no tardaría demasiado en comenzar a toser escarcha. Ni siquiera veía por donde andaba, aquella tediosa lluvia le golpeaba de frente y por mucho que intentase evitarlo, debía cerrar los ojos para darle un descanso a sus malogrados ojos. Oía pasos detrás de él, el tic-tac del reloj se le echaba encima.
Pero cuando todo parecía perdido, cuando sentía como caía rodando por la pendiente, un último paso lo llevó al lugar que buscaba. Aquel escarpado camino ya quedaba atrás y con ello, la lluvia parecía menos lluvia y el viento menos viento. Delante de él se encontraba el lugar de reposo eterno, el lugar hacia donde se había estado dirigiendo toda su vida, sin siquiera darse cuenta.
Lo atravesó en silencio, evitando faltar el respeto de aquellos que tenían la suerte de descansar. Tanteó con sus cansados ojos hasta encontrar el lugar de su cita. Una sonrisa se dibujo en su cara al ver que, aunque pareciese realmente imposible, había llegado pronto. Tan pronto que incluso se permitió reposar su espalda y sentarse a recuperar aquel aliento tan importante en la vida de uno, un aliento que marcaba a las personas para siempre.
Escuchó pasos a su alrededor, pero no vio llegar a quien había esperado durante tanto tiempo hasta que lo tuvo justo enfrente. Una muchacha de mediana edad había aparecido enfrente de él. Su mirada se perdía en los cientos de lechos que se abrían ante ellos, su tez era de un blanco puro roto únicamente por un leve sonrojo en sus mejillas, vestía un largo vestido negro que le cubría hasta las rodillas y aunque iba descalza, no rompía la armonía en su apariencia. Sus ojos cambiaron de expresión, mostrando un deje de preocupación e incógnita hacia su acompañante de aquella tormentosa noche.
– ¿Por qué? – preguntó preocupada, no por el simple hecho de la respuesta, sino por no entenderlo por ella misma.
– No entiendo a que te refieres – respondió con una mirada tranquila, tranquilidad que no hacía más que inquietarla.
– Podrías haber intentado huir – musitó taciturna – Todos lo hacen, con mayor o menor éxito.
– Pero, igualmente todos fracasan – dijo mientras respiraba aquel aire fresco de madrugada que le calaba todos los pulmones – No quería que mi última acción fuese recordada como un fracaso. A fin de cuentas, ¿hay quizá alguna otra elección? ¿podemos siquiera oponernos a ello?
No hizo ademán de contestar, caminó por el frío fango meditando aquellas palabras, unas palabras que resonaban en su cabeza. No recordaba algo igual, era fácil para ella hacer las cosas cuando siempre sucedían de la misma forma. Las mismas súplicas, las mismas lágrimas, las mismas escusas. No podía sentirse superior a alguien que no se había arrodillado cobardemente, sin asumir la realidad. No, ahora eran prácticamente iguales.
– Si te soy sincera – comenzó a hablar de forma pausada, como si cada palabra fuese para ella un indescifrable galimatías – Nadie tiene elección... ni siquiera yo la he tenido en algún momento.
Tras estas palabras de sentencia se acercó a su acompañante y le besó. Un beso que le robó aquello que con tanto esfuerzo había atesorado y guardado durante toda la vida.
Aquella sombra de piel blanquecina había desaparecido entre las luces que rara vez la luna proyectaba sobre el camposanto. En aquel lugar ya sólo quedaba un cuerpo inerte cuyos ojos acariciaban un inmenso prado más allá del cementerio, más allá de la ciudad, más allá de la vida.
RPV: En invierno, cuando todo llega a su fin, un hombre emprende el camino que todos deberemos seguir en nuestra vida. Un camino ineludible.
A catorce mil kilómetros de distancia todo se vislumbra de otra manera. Al menos así rezaba la propia introspectiva de Sophie, la cual dejaba entrever retazos de lo que había sido su vida hasta que decidió tomar parte en lo que años más tarde le conduciría a su propia destrucción.
Aun tornándose interminables, los días se sucedían con relativa calma y el silencio tan sólo se veía roto por el calibrado taconeo de su vecina Margaret, una solitaria viuda de alto estatus que habitaba en el domicilio contiguo al de Sophie. Cual si de un estudiado rito se tratara, Margaret solía abandonar su casa diariamente a las siete para, horas más tarde, volver a hacer acto de presencia tras el ordinario almuerzo. Donde su vecina pasaba las horas no resultaba ningún misterio para Sophie ya que su propia naturaleza le había dictado la necesidad de exhaustivos exámenes y reconocimientos de todo lo que le rodeaba desde que tenía uso de razón: personas, entornos, patrones de conducta... nada escapaba a su entendimiento y ellos eran perfectamente conscientes de su capacidad y talento.
Sin embargo, para Sophie éste no resultó ser un día como otro cualquiera, pues sabía que esos catorce mil kilómetros se verían reducidos en cualquier instante y la más que dudosa impuntualidad de Margaret le hizo presagiar lo peor, algo que a fin de cuentas estaba destinado a suceder y de lo que Sophie no pretendía ocultarse lo más mínimo, pues se encontraba agotada; agotada de huir, de esconderse y de luchar contra un ente irradiador de caos y miseria, un monstruo que en forma de organización era capaz de, en el mejor de los casos, conducir hacia una recia enajenación a todo aquel que deseara una confrontación de intereses.
Imbuída en este proceso, aunque con relativa cordura, Sophie esperaba su hora mientras yacía en el sucio suelo de su apartamento intentando liberarse del escozor de los recuerdos que su retentiva le suministraba. Pronto se acabarían sus inyecciones y al dolor psicológico se le sumaría el físico, impidiéndole de este modo prolongar su periodo de vida más allá de la medianoche. La jeringuilla permanecía atravesando su blanca piel maltratada por las heridas y cicatrices que tatuaban su desnudo torso, y sus ojos verdes se movían compulsivamente escudriñando cada rincón del techo en busca de un atisbo de felicidad.
Entonces lo supo. La creciente vibración que la madera proyectaba bajo su nuca le hizo conocedora de lo que estaba a punto de suceder. El ruido proveniente del hueco de las escaleras se intensificaba según decenas de soldados ascendían hasta el piso en el que se encontraba Sophie. Sin dudarlo se apresuró a vestirse y sopló las dos únicas velas que iluminaban la estancia momentos antes, sumergiéndose así en una oscuridad únicamente interrumpida por la luz que atravesaba el resquicio de la puerta.
— ¡Abre la puerta, Sophie!
La luz se había atenuado a causa de las siluetas que se hallaban ahora al otro lado.
— ¡Contaré hasta tres antes de tirarla abajo, es tu última oportunidad!
Los recuerdos de su hija se entrelazaban ahora con los de todas aquellas personas a las que había asesinado a lo largo de estos años otorgándole instantes antes de una muerte anunciada lo que parecían nuevas sensaciones y sentimientos que nunca antes había experimentado.
— ¡Uno!
La duda le abordó nuevamente al mismo tiempo que su raciocinio le comunicaba la imposibilidad de continuar con vida durante muchas horas más aun logrando salir con vida de un inmueble rodeado por decenas de agentes armados.
— ¡Dos!
Repentinamente, las ventanas reventaron a causa de sendas granadas de humo que fueron a parar a los pies de Sophie. Fuera, un helicóptero surcaba el lateral del edificio a escasos metros de las ventanas de su apartamento.
— ¡Tres!
— ¡Os juro que le mataré como atraveséis esa puerta!
La simulación de un rehén no le permitió más que ganar unos instantes de confusión entre sus captores en los que aprovechó para introducir el cargador en su Beretta y desaparecer en lo que ya era una habitación inundada por el humo y sin apenas visibilidad. Bastó un sólo golpe del ariete para echar la puerta abajo y que el afluente de soldados penetrase en la estancia.
El fuego de las armas provocaba intermitentes destellos que se veían consumidos por el incesante humo. No hubo tregua alguna y los disparos se sucedían oleada tras oleada hasta que por fin todo cesó. En el suelo yacían los cuerpos sin vida de una treintena de aquellos que habían venido en busca de Sophie; ella, inmune a cualquier bala, permanecía jadeando oculta debajo de la cama sin apenas poder respirar.
Una vez el humo se hubo disipado por completo, el resto de soldados inundó una habitación en la que ya no había salida para Sophie, la munición se había agotado por completo y el final se manifestaba sin vacilación.
— Sal de ahí abajo, no tienes escapatoria.
Su cuerpo comenzó a asomar por debajo de la cama y cuando se incorporó pudo apreciar ante sus ojos los innumerables rostros que la miraban fijamente, apuntándole fijamente.
— Levanta las manos y arrodíllate.
Así obedeció Sophie, arrodillándose al mismo tiempo que abría sus manos según las alzaba. En el aire, la anilla de lo que parecía ser una granada caía antes los ojos de una treintena de almas...
— Santo Dios...
…
Empapada en sudor y sin saber muy bien dónde estaba abrió los ojos encontrándose en primera instancia con el dulce rostro de su hija. Su cabello ondulado se veía mecido por la suave brisa que penetraba a través de la ventana. Todo parecía indicarlo y así le dictaba su subconsciente: era hora de partir de nuevo.
RPV: No he recibido
Una noche perfecta, sin estrellas, pero llena de estrellados. Ya ha pasado la medianoche y se puede oler quien tiene aplomo y quién no. Es un domingo cualquiera en una ciudad española. Los adolescentes solo piensan en una cosa: emborracharse y triunfar.
Marco, un joven de 20 años guapo y soltero, ha salido de fiesta con unos amigos. Ninguno tiene novia, son 4 solteros con tantas ganas de meterla en cliente como el que más. Estan en un bar, típico bar: música alta, gente bailando y corros de jóvenes incapaces de hacer nada más que estar con sus colegas. Mientras todo el mudo se divierte o finge hacerlo, Marco se ha fijado en una chica. Mientras baila la observa, la mira furtivamente, y ella lo mira a él. Son solo miradas, pero en la cabeza de Marco todo empieza a cobrar forma ella, él y todo lo que desea hacer esta noche.
Nuestro joven protagonista decide acercarse a la barra, espera que ella haga lo propio. Ella no se lo piensa dos veces y acude. Comienzan a hablar y Marco pide un cubata, ron con cola. Marco piensa en no dejar escapar esta oportunidad, y una voz en su cerebro le da una buena idea: “Que beba, que se emborrache, así será mas fácil”. Marco, todo un caballero, invita Marta, su proyecto de ligue, a un beber de su cubata.
Tras un par de copas más se dan cuenta de que sus respectivos grupos de amigos los han dejado solos. Deciden ir a la discoteca de moda, donde seguro estarán sus amigos. Marco preferiría ir ya al tema que más le preocupa, pero Marta se ha empeñado en ir a la disco. Marta es una chica que pocas veces ha conseguido liarse con un chico tan guapo como Marco y quiere exhibirlo. Le da igual que le caiga mal, ella quiere que sus amigas la vean con un chico de la talla de Marco y se mueran de envidia. Mientras se dirigen a la disco intenta hablar lo menos posible con Marco, hace todo lo posible por ignorarlo. Pese a todo piensa que el chico es todo un caballero, la ha invitado a un par de cubatas y eso la hace sentir poderosa y guapa.
Marco se extraña de que camino a la disco Marta este tan callada. Asume que va ya algo borracha y que solo quiere pasar tiempo con él. Debe de ser por eso que lo ha cogido por el brazo. Aun así aún no ha conseguido besarla. Una voz en su cabeza le repite la solución: “Emborráchala”. Marco lo veía claro, un par de cubatas más y seguro que caería. Pero justo antes de llegar a la disco una voz le vino a la cabeza: “¿De verdad quieres emborrachar a esta chica y aprovecharte de ella?”. Se empezó a sentir mal, ¿De verdad iba a aprovecharse de aquella chica?. Y de nuevo le vino a la cabeza una voz, la primera voz, y le dijo: “Si bebe es porque ella quiere, tú no la obligas a hacer nada”. Ese mensaje le tranquilizó, él no estaba haciendo nada malo. Y siguió como si nada hacia la puerta de la discoteca.
Ya dentro la pareja intentó buscar una mesa donde estar. La discoteca es un hervidero de gente, la música está a un volumen altísimo y huele a sudor. Además el calor es insoportable y obliga a consumir una bebida para no deshidratarse. Cuando encuentran la mesa, tras unos cuantos empujones y choques con la gente que baila por la pista, Marco se ofrece a ir a por las bebidas. Marta le dice que quiere un vodka con limón y le da su tique para una consumición. Le dice a Marco que ella se queda ahí, guardando la mesa. Mientras Marco se aleja a por las bebidas Marta mira con detenimiento toda la sala, buscando a sus amigas. Las consigue ver en la distancia, ahí están bailando ellas solas. Sin un chico guapo que va a por bebidas, “Pobres de ellas” pensó. Marco llegó con la bebida y por fin consiguió que Marta se besara con él. Claro que el pobre no sabía que mientras se comían la boca ella estaba más atenta de si sus amigas la miraban que del chico que estaba besándola.
Tras tomarse cada uno su copa acordaron verse en esa mesa en media hora y se dijeron hasta luego. Marco tardó poco en encontrar a sus amigos. Estaban en un corro bailando y un par con el cubata en la mano. Todos le preguntaron cómo había ido la cosa y Marco les respondió lo mismo a cada uno de ellos: “De puta madre.” Estuvo con ellos un rato mas, hasta que se cansó de verlos bailar y se fue a buscar a Marta. Mientras andaba por la discoteca pensó en hacerla beber un poco más, para que fuera mas fácil. Al mirar en la cartera para ver cuanto dinero le quedaba se sorprendió, 5 euros, ni para un cubata. Se quedó un momento parado con la mirada en la cartera pensando que estaba jodido, entonces la voz le vino a la cabeza: “Quizá haya que conseguir bebida sin pagar”. Era una idea arriesgada, podían pillarle, y si el dueño de la copa era un maromo estaba jodido. Además era robar, algo que Marco no quería hacer. “Robar es algo malo.” Pensó. “¿Malo? Esa gente no está atenta de su bebida, no se merecen tenerla. Si se la quitas serán mas cuidadosos con sus cosas, con cosas importantes.” Le dijo la voz. Al principio Marco dudó, pero acabó por coger una bebida de la mesa de su lado y se fue andando entre la multitud, sin inmutarse. Aunque sabía que acababa de robar, que siempre le habían dicho que robar estaba mal y las veces que había robado algo se había sentido mal por pequeño y mísero que fuera lo que robara; en ese momento Marco pensaba que lo que había hecho era lo más normal del mundo. Bebió un trago y siguió hacia donde había quedado con Marta.
Mientras tanto Marta se había acercado a hablar con sus amigas, bueno no, a restregarles que ella había encontrado un chico y ellas no. Al principio Marta se sentía en la cumbre, y creía que sus amigas la envidiaban. Pero se dio cuenta de que eso no era del todo cierto. Mientras estuvo con ellas notó que muchos chicos de la sala las miraban, y que mas de uno se acercaba a ellas con insinuantes movimientos pélvicos. Mas allá de lo patético que resultaban los “galanes” Marta vio que sus amigas no acababan con un chico porque no querían, no porque no pudieran. El alcohol que llevaba encima no ayudó a que se tranquilizara, se despidió de ellas alterada y se fue a buscar a Marco. En principio y con el cabreo iba a mandarlo a donde picó el pavo, pero cuando lo vio en medio de la sala, mucho mas guapo que los pretendientes de sus amigas cambió de idea. “Es mucho mejor partido que cualquiera que se acerque a ésas.” Pensó. Y continuó hacia Marco mucho mas relajada.
Marco y Marta se encontraron donde habían quedado y se acabaron el cubata que Marco había afanado. Marco notaba que Marta estaba cada vez mas borracha y decidió acabar la faena, un último y certero golpe. Se dirigieron a la barra y pidió dos chupitos de tequila, con su limón y su sal. Una vez el alcohol les atravesó la garganta Marco notó como Marta no dejaba de tocarle el brazo y pedirle que bailara con él. Marco no se hizo de rogar y estuvieron juntos hasta las seis de la mañana, bailando y besándose. A las seis cerraron el local, la música se apaga y las luces se encienden. Una larga cola para recoger la chaqueta y para afuera.
A la salida Marco vió a sus amigos, se iban como habían entrado: los tres solos. Se acercó a despedirse de ellos porque iba a irse con Marta a dar una vuelta y lo que surja. Los tres le volvieron a felicitar por la, denominada por ellos, “captura”. Cuando se dio la vuelta Marco pensó: “¿Cómo no se habrán acabado liando con alguna?” pero conocía la respuesta de antemano. No tenían los huevos de acercarse a ninguna chica, de probar suerte, y se habían pasado la noche bailando los tres solos.
Marta se había ido a despedirse de sus amigas y ya volvía, iba tan borracha que para que no se dieran cuenta del pedo que llevaba las había despedido desde lejos. El intento fue un fallo, ellas sabían que no iba muy lúcida, pero les daba igual. Querían un chico como Marco o sus amigos, a los que vieron de lejos, no a la cuadrilla de babosos que se le habían acercado esa noche. Marta había logrado su objetivo, sus amigas estaban celosas. Quizá se quedara con Marco algo más de tiempo, quizá le dejara hacerle el amor. Ésa noche estaba feliz, podía pasar cualquier cosa.
Iban andando juntos por la calle, marco pensaba que esa noche triunfaba. Todo había salido a pedir de boca: estaba borracha y contenta. Desde luego emborracharlas resultaba buena estrategia, se veía rápido quien es una lagarta y quien una buena chica. Es lo que tienen los borrachos: que siempre dicen la verdad. Ella estaba contenta y llena de energía, iba dando botes por la calle. “Pues si que va borracha.” Pensó Marco. Poco más pudo pensar en ese momento. Lo vio a cámara lenta, como sucedía, Marta estaba dando saltos en la calle enfrente suyo. Saltó a la carretera y el coche no pudo esquivarla. El sonido del frenazo, del golpe, los gritos del conductor. Un chico joven que conducía un 207 negro y con alerón. Se dio a la fuga. Marco corrió a ayudarla, estaba en el suelo con la mirada perdida. Sabia por lo que había oído que lo mejor era no tocar al herido cuando no sabes nada de primeros auxilios. Llamó a la ambulancia. No podía contener las lágrimas, probablemente la chica que había conocido esa noche no volvería a ser la misma.
“Es todo culpa mía.” Se decía sentado en el hospital. “Yo la empujé a beber.” Pensó. Entonces la voz volvió a su cabeza: “¿Tu culpa?¿Acaso le obligaste a beber?¿Acaso le obligaste a ir dando saltos por la calle?¿Acaso ibas tú conduciendo?”. “Es cierto.” Pensó, pero aun así no eso no podía combatir la culpabilidad que sentía dentro. Después de dar las explicaciones pertinentes, dijo que había visto como atropellaban a la chica, pero en ningún momento mencionó que iba con él; se fue a casa, no quería estar allí cuando llegaran los padres de Marta. Por fortuna el hospital no estaba lejos de su casa y llegó en poco tiempo.
Se tumbó en la cama. La pregunta le volvió a la cabeza: “¿De quién es la culpa de lo que ha ocurrido?”. Para los padres y el juez: el que conducía. Pero para Marco no era tan sencillo, él fue quien le dio de beber toda la noche con el mero objetivo de follársela. “Si no hubiera ido borracha.” Pensó. La voz volvió a su cabeza: “Fue Marta la que decidió beber, fue ella la que iba dando saltos, fue ella la que intentó cruzar la calle sin mirar si venían coches. Era mayorcita para saber lo que hacía, no es culpa tuya que no sepa quedarse en su límite.” Cerró los ojos y pensó antes de dormir: “¿De quién habrá sido la puta culpa?”
RPV: Una noche de fiesta contada bajo la mirada de dos jovenes que se conocen. Cada uno espera algo distinto de la noche, y ambos utilizan los medios que consideran oportunos para cumplir sus objetivos.
Estos son los que he recibido hasta ahora, falta el mío que la verdad, me da un poco de vergüenza viendo el nivel que hay xD, esperaré a recibir más para ver si lo pongo o no porque siendo mano inocente en teoría no debería participar. #67 tienes toda la razón, en parte es culpa mía porque debería haberlos puesto el martes por la mañana pero estoy fuera de casa de 6 AM a 9 PM casi todos los días, i'm sorry.
Ya he acabado el mío también. Esta tarde en cuanto llegue a casa lo envío para que Duronman lo pueda subir luego junto con los que le faltan.
Por cierto Duronman, estaría curioso que recopilases los relatos en #1, que si no, cuando pasemos esta página, es un coñazo buscarlos.
(El día languidecía y se tornaba de color ocre al paso que el sol se ocultaba en el horizonte. Cuando la vida no vale nada, y la sombra de la desesperanza pinta de blanco y negro los días, la mejor alternativa es la huida, la evasión.
Todo cromatismo es inexistente en una vida vana; la rutina es un goteo continuo que va erosionando el alma, gota a gota, gota a gota...)
Charly arrastraba su cuerpo exhausto por el asfalto. Pese a que estaba cansado y hambriento, no dejaba de estar alerta por si pasaba algún coche y lo recogía. El tiempo y la soledad habían hecho estragos en él, y su espíritu se encontraba en un estado de adormecimiento y de inercia al que ya parecía haberse acostumbrado. Nadie dijo que fuese a ser fácil, en ningún momento pensó que la búsqueda iba a ser sencilla. Pero era su destino, y estaba abocado a esto; lo encontraría costase lo que costase.
Una furgoneta se acerca, Charly agita la mano y el conductor para y lo recoge. El conductor es un hombre rudo que le habla secamente:
-¿Dónde vas?
-No lo sé, en realidad a ninguna parte. Pero no se preocupe, sabré cuando tenga que parar en algún lugar.
-¿Buscas algo?
Charly lo miró fijamente a los ojos y dejó deslizar un silencio que quedó flotando en el aire. La carretera era una recta interminable que parecía no tener fin. No sabría decir cuántas decenas de kilómetros recorrieron sin que el conductor girase el volante; quizá fueron cientos. Quién sabe. Tampoco es algo que importe.
Un bar de carretera se divisa a los lejos. Charly pide al conductor que pare y se baja. Entra al bar y pide al camarero una cerveza y una habitación para pasar la noche. El espeso y rubio bigote del camarero le dice que la habitación disponible es un pequeño habitáculo con un humilde jergón y un inodoro.
La cerveza fría discurre por su garganta y al instante pide ser expulsada. Charly se mira fijamente al espejo, observa su rostro. Tenía que encontrarlo. Era preciso. Lo necesitaba. Se echa agua en la cara, se seca con su desgastada y vieja camiseta de los Doors y vuelve a la barra. Otra cerveza. Decide integrarse en la conversación de un grupo de tipos antes de ir a dormir.
(El pájaro agonizante yace en la tierra. Sabe que su plumaje se volvió gris el día que decidió abandonar el vuelo. Sabe que irremediablemente morirá, y que sus cenizas se perderán en el viento para siempre.)
El sol brillaba en el centro del cielo cuando Charly abrió los ojos. Cogió su macuto y se dispuso a marchar. Nuevamente el asfalto era su mejor compañero, con lo cual se dispuso a caminar hasta el fin del mundo. Bueno, hasta que pasase algún vehículo.
La tarde va cayendo al paso que Charly se encuentra más agotado. Observa a lo lejos un coche, levanta el pulgar y el coche se detiene. El conductor baja la ventanilla. Tiene un aspecto un tanto extraño, pero Charly está cansado y decide subir. Reanudan la marcha de forma silenciosa; es un silencio incómodo.
-¿Hacia dónde se dirige usted, señor?
Silencio
-No quiero molestarle, déjeme usted en algún lugar que le coja de camino.
Más silencio.
El vehículo se va aproximando a una colina. El sol ya se ha puesto, y el joven comienza a sentir desconfianza por el hombre que le transporta. Ni una palabra, ni un murmullo en un par de horas de camino. De repente, el coche para en seco, y el conductor se baja. Fuma un cigarro. Silencio. La tensión corta el ambiente.
Charly abre la puerta y se dispone a bajarse, cuando siente un revólver en su sien.
-¡Baja del coche!¡Las manos a la espalda!¡Échate sobre el capó!
Charly obedece turbado por el miedo.El hombre le encañona la nuca:
-Ahora me vas a decir de dónde eres, hacia dónde vas, y me vas a dar todo lo que lleves encima.
-No llevo nada, señor. Sólo soy un autoestopista sin rumbo.
-Voy a contar hasta tres, y me vas a soltar todo lo que lleves. No me ando con tonterías. Si ahora mismo te pego un tiro y lanzo por ahí tus miserables despojos, nadie se entera…¡¿ME OYES CHAVAL?!
No hay escapatoria. Charly se arma de valor, patea al tipo en el vientre y se arroja terraplén abajo.
Una oleada de polvo se levanta al paso de sus ruedas, cortando la llanura. La joven se siente volar, mira hacia adelante, aprieta los puños...Por fin está cumpliendo su sueño, ser fugitiva. Libre. Aquel cretino se lo tenía bien merecido; nadie, nadie en el mundo podría subyugarla. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios al imaginarse la cara del tipo cuando viese a una mujer llevándose su moto.
Te siguen, Jane, y lo sabes. Detrás de ti hace dos días, cada paso que das es una carrera hacia ninguna parte. Pero te sientes en libertad, más viva que nunca. Es lo que siempre te gustó, nada de acomodarse en la absurda placidez de una vida sin emociones.
Desde siempre supiste que eras diferente. Desde la niñez fuiste consciente de todo, y viviste tu turbulenta adolescencia; decepciones masticadas con provecho que te ayudaron a crecer, te ayudaron a ser más fuerte.
El tiempo apremia. No hay ni un minuto que perder. Corre como el viento o no habrá futuro. Date prisa, no mires atrás. Te van pisando los talones. Vuela.
Una figura polvorienta se acerca corriendo. Es un joven esquelético que parece estar sin resuello. Bamboleándose por el arcén avanza lo más rápido que puede, casi arrastrándose.
Jane detiene la moto justo antes de estrellarse con el joven. La maraña de pelo enredado, huesos, polvo y tela emite unos gemidos:
-¡Por favor…!
-Sube, anda. Pero corre que no tengo tiempo que perder.
El joven sube a la moto y emprenden la marcha a una velocidad vertiginosa. Va anocheciendo y Jane decide buscar un lugar alejado y solitario para resguardarse.
Recorren unas decenas de kilómetros, y en una explanada oscura la moto se detiene.
Jane deshace su hatillo y busca un lugar para acomodarse unas cuantas horas antes de emprender la marcha de nuevo.
-¿Vas a pasar la noche aquí?
El chico delgado se quita una desgastada camiseta de los Doors y la sacude.
-Claro, no tengo un lugar mejor a donde ir
-¿Hacia dónde vas?
-No sé, en realidad no voy a ninguna parte. Sólo busco una cosa, espero encontrarla. ¿Dónde vas tú?
-Yo huyo de la miseria del mundo. Una manada de hienas envueltas en su carroña me sigue. La moto es mangada.
-Pues yo…mis últimas horas han sido bastante agitadas. Haciendo autostop un perturbado me recogió y casi me mata. Por cierto, me llamo Charly. Gracias por recogerme.
-Yo me llamo…Bueno, qué importa cómo me llamo. Vamos a desenrollar estas mantas y a comer algo antes de dormir.
La noche era fresca y apacible. Los dos jóvenes comieron y mantuvieron una larga conversación que se prolongó durante varias horas. Bien entrada ya la madrugada, se echaron a dormir.
-Buenas noches. Me llamo Jane, por cierto. Mañana al amanecer partimos, sin demora.
-Buenas noches. Qué suerte que nos encontramos.
El sol estaba en el centro del cielo cuando despertaron. Sin tiempo que perder, Charly y Jane recogieron y reanudaron el camino. El día prometía ser largo y caluroso.
-¿Dónde paras, Charly?
-Donde tú me lleves.
La carretera nuevamente era una recta interminable que parecía no tener fin. Durante dos o tres horas el viaje transcurrió sin sobresaltos. Se sentían libres. Hacía tiempo que no se sentían tan bien.
A lo lejos, varios coches están parados en la carretera. Conforme se acercan un poco, se dan cuenta de que los vehículos son de la policía. Jane se dan cuenta de que están en una encrucijada.
-Joder, han dado con nosotros, tío.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Yo no me entrego. Nunca más seré presa de esos cerdos, lo tengo bien claro.
Charly la miró a los ojos y comprendió todo. El barranco estaba naranja por el sol. Abajo todo y nada. Los dos jóvenes se cogieron de la mano.
-¡Las manos arriba, caminen hacia aquí o tendremos que disparar!
-Yo voy donde tú me lleves, Jane.
Charly nuevamente la miró a los ojos. Lo había encontrado. Por fin había encontrado a su alma gemela.
Las dos manos se apretaron; el precipicio era testigo de todo. Los dos jóvenes saltaron hacia la eternidad.
(El cuerpo del ser humano está compuesto en su mayoría por agua. Los ríos, las corrientes marinas, están en constante movimiento, están vivos. El agua que se queda estancada se pudre. Igual le ocurre a la existencia humana, si se queda estancada acaba podrida, como una muerte en vida, como algo inerte. Una existencia sin movimiento, estancada en la rutina y en la inmovilidad acaba en miseria. Como agua podrida. Como agua estancada.
El agua en movimiento es como la vida. La vida es como agua en movimiento)
RPV: Cuando la realidad es insatisfactoria, cuando la vida es como una película en blanco y negro, siempre hay alguien que se rebela.
Quino fue a buscarlo. Donde siempre. Detrás de la nave, junto a un limonero y un viejo tractor que hacia tiempo que había dejado de funcionar.
"Estará por aquí, sin duda, cazando un ratón de campo o con la panza al sol. Si me siento y espero, estoy seguro que vendrá. Siempre viene"
Así pues, Quino se subió al tractor y se recostó en el asiento. Cerró los ojos y se dispuso a disfrutar de la sombra y de la fragancia que le proporcionaba el limonero.
Al cabo de un rato, Quino se despertó y allí estaba él, mirándole fijamente. Siempre era así. Dejaba que el sueño le dominara, se abandonaba completamente a la comodidad del tractor y al cuidado del limonero y al cabo de un rato, despertaba y el estaba ahí. Era como llamar a la puerta de la casa de alguien y esperar a que te abrieran.
-¡Vaya! Otra vez tú por aquí... ya veo, ya veo. Hoy estoy un poco cansado, ¿Sabes? ¿Me has traído algo de comer?
Quino sacó un paquete de su cazadora, lo desenvolvió y lo dejó en el suelo.
-¡Sardinas! ¡Vaya que si! Ya era hora de variar un poco, ¿No? Estoy harto de comer ratones. Además, últimamente me cuesta cazarlos más que nunca- no era un gato que llamara la atención por nada en particular. Si acaso, que tenia un ojo de color dorado y otro azul. Por lo demás , era un gato color pardo de lo mas corriente. Mientras devoraba las sardinas, Quino esperaba pacientemente, observándolo. Cuando terminó, alzo la vista y le clavó la mirada.
Ahora que tengo la tripa llena, te toca preguntar. ¿Sabes? Siempre pienso mejor cuando tengo la tripa llena. Es normal ¿No te parece? No es bueno reflexionar sobre algo teniendo hambre. En última instancia, siempre piensas en llenar tu barriga y te precipitas tomando las decisiones. Bueno, bueno, al grano, ¿que te trae esta vez por aquí?- Si no fuera un gato, Quino juraría que le dedico una media sonrisa.
Si te digo la verdad, no lo se muy bien. Últimamente me siento bastante desconectado de la realidad. Quiero decir, que veo que las cosas suceden delante de mí, pero es como si no fueran conmigo. ¿Entiendes? Me siento como si fuera un espectador de mi propia vida.
Ah, que curioso. Bueno, es normal. A veces sucede. Bien ¿Que hacer? Eso es ya más difícil. Quiero decir ¿Te parece más real estar hablando con un gato? ¿Estar pidiéndole consejos sobre como obrar a un animal que habla?
Tan real como cualquier otra cosa. Como este limonero. Como este tractor. Supongo que ese el problema ¿no?-
Parte de él, si- el gato se empezó a lavar. Del modo que se lavan los gatos. Primero empezó lamiéndose las patas y poco a poco, siguió con el resto del cuerpo. No le impedía seguir hablando - Fíjate. Nosotros, los gatos, pasamos mas tiempo durmiendo que despiertos a lo largo de nuestras 7 vidas. Eso es un hecho. Y la verdad es que experimentamos un sueño muy profundo. Tanto, que a veces experimentamos cosas tan intensas y nítidas como si estuviéramos despiertos. ¿Entiendes? En este caso, ¿cual seria la diferencia entre el sueño y la realidad si lo que experimentamos en ambos estados es igual a todos los niveles? A ti te puede pasar como a los gatos. Hay a personas que les pasa. Voy por mi 5º vida y te puedo decir que es así.
Quino parecía meditar aquellas palabras. Estuvo bastante tiempo sin hablar. El gato continuó lavándose.
Entiendo lo que quieres decir- Quino hablaba tranquilamente, escogiendo las palabras, asintiendo levemente con la cabeza, como confirmándose algo así mismo- Ya veo. Pero claro, en este caso, no podemos compararnos. Quiero decir, los gatos y los humanos. Vamos, que tenemos diferentes modos de enfocar nuestra vida. Tú te pasas los días con la panza al sol, yendo de aquí para allá, cazando pajarillos desapercibidos. Yo tengo que intentar llevar una vida ordenada, acorde a lo que se espera de mí. O sea, cumplir con ciertas expectativas, por muy absurdas que parezcan. Hay algo dentro que me empuja a hacerlo. Y créeme, que estas expectativas son mas difíciles de conseguir que un rato despistado. ¿Como lo hago si no soy capaz de distinguir la fina línea que separa ambas realidades?
Simplemente se trata de unir puntos. El gato ya había terminado de lavarse, lo miraba fijamente, sentado sobre sus cuartos traseros - Fíjate. ¿Que hay detrás de mi?
Quino miró. Vio una basta extensión de tierra. En lo alto vio acechantes, volando en círculos, unos pájaros.
Ves a los pájaros ¿no? -Señaló el gato.- Y debajo tierra. Habitualmente no están ahí. Pero sin embargo hoy están. ¿Por qué?
Quino observo la tierra. No distinguía gran cosa. La observo de arriba a abajo y no vio nada. Nada que le indicara porque los pájaros estaban allí. Lo único que vio es que la tierra estaba recién arada. Pero poco más.
Miro y la verdad, no tengo ni idea. No se decirte nada mas allá de que han arado la tierra hace poco.- le dijo con sinceridad.
Pues ahí tienes tu respuestas, chaval. Une los puntos ya te lo he dicho. Al fin y al cabo, es lo más importante. Observa hasta cansarte. Formúlate preguntas e intenta responderlas. Tu entorno te puede ayudar a veces, tus sentidos en otras y cuando ni una cosa ni la otra llegan, te queda tu intuición.-hizo una breve pausa-
Fíjate. ¿Que se hace al arar? entre otras cosas, remover la tierra. ¿Y que pasa si remueves la tierra? Salen a la superficie lombrices, insectos... comida para pájaros. ¡Muy fácil! ¿Ves? Simplemente se trata de sumar 1+1.- El gato bostezó y se acurrucó junto al tronco, a la sombra del limonero.- Pues de eso se trata, amigo. Observar algo lo hace real. Establecer relaciones lógicas entre sucesos inexplicables. Eso es.¿Y si no soy capaz de hacerlo? - pregunto Quino.
-Entonces es que estás soñando. - respondió el gato.
El gato cerró los ojos. Se quedo dormido. Quino poco a poco también. El sueño lo meció suavemente en una placida siesta. Cuando despertó, ya era de noche. El gato no estaba ahí. Siempre era así. Empezaba a hacer frió. Era hora de irse a casa.
RPV : conversacion detrás de una nave sobre esto y aquello
"la balada de amor sadomasoquista del paracaidista nazi"
Cuando salté del avión dejé de mantener el tipo.
Deje de ser el Sargento Kindlmüller de siempre, duro, callado y severo, para convertirme en un tipo normal. Alli no hacia falta llevar mascaras. Era libre,y entonces esperé a que llegase Clara. Si no habia saltado ya, estaría a punto. Claro: como yo siempre salto el primero para dar ejemplo a mis hombres... Pronto Clara y yo nos buscariamos en el aire, cayendo desde nueve mil metros de altura. Era nuestro momento. Ah alli está! que guapa... incluso con las gafas de sol y el uniforme y la capucha termica (aqui arriba hace mas de veinte grados bajo cero) a ella le quedaba bien cualquier cosa. Estiro los brazos y me oriento hacia ella. Ella hace lo mismo. Entonces me pongo en horizontal para crear rozamiento y permitir que me alcance. Cae sobre mi y nos abrazamos, mientras caemos a una velocidad inhumana sobre un campo destruido que, en su dia y antes de que los carros del Reich cayesen sobre ella, fué la ciudad de Paris. Pero pese a los estragos de la guerra, era la ciudad del amor y habia planeado hacer las maniobras aqui, para celebrar que hace exactamente tres meses que Clara y yo nos conocimos.
Es una historia triste. Nuestro amor tenia que vivir siempre oculto. Desde el incidente del desembarco en Marsella (pobres chicos) el ejercito se ha puesto muy duro con las relaciones amorosas entre soldados. Las penas que podrian caernos en un consejo de guerra oscilan entre la expulsión del servicio, la prision y incluso la muerte. Pero ambos, como el resto de la division de paracaidistas de la New Luftwaffe, conociamos de sobra a la Mayor Von Goethe. Bajo su aspecto fragil y delicado de muñeca rusa, se ocultaba la mujer mas rígida y violenta que habia conocido jamas y Clara y yo sabiamos perfectamente que si se enteraba de nuestro romance mandaria poner nuestras cabezas en una pica. El otro dia vi pasar mi vida delante de mis ojos cuando entró por la puerta de mi despacho. Clara y yo habiamos estado haciendo el amor en mi mesa hacía apenas medio minuto, y yo estaba despeinado, con la chaqueta del uniforme desabrochada y con mi mano en su cintura. Nos arreglamos tan rapido como pudimos, como si tuviesemos una granada sin la anilla en el culo, y supuse que no advirtió nada, porque me habló como si nada de los informes de bajas del mes de diciembre y me ordenó que hiciese un simulacro de ataque sorpresa a las 3:00 de la madrugada siguiente. Rutina. Di gracias a dios y le ordene a Clara que limpiase inmediatamente la torreta norte, con mi voz de sargento, pero le lanzé un beso mientras la Mayor Von Goethe no miraba. Un riesgo alocado, pero que se le va a hacer cuando uno esta así de enamorado.
Pero allí, en los saltos, estabamos lejos de miradas indiscretas. Yo era el jefe de maniobras y si alguien nos hubiese visto podria decir que estabamos ensayando movimientos en caida libre. Alli nos acariciabamos, nos besabamos, cada mañana de avion y paracaidas, a nueve mil metros de altura y con una pasion inusitada. Era la chica de mi vida. Aunque cuando oía hablar a los chicos supe que opinaban que era una chica vulgar y corriente, mas fea que guapa, yo le veía un algo especial. Quiza fuese su pelo rubio como el trigo, que me recordaba a los campos de mi pueblo natal, o sus ojos azules como un estanque caliente, o su voz sensual que me hacia pensar en las lejanas playas tropicales, que no me haria falta visitar jamas teniendola a ella. Todo en Clara resplandecia como el sol.
Y aquella mañana, la mañana en que caiamos sobre Paris como dos animales en celo, ella estaba loca por mi amor. Tras unos segundos besandome bajó su mano hacia mi entrepierna y la metio por dentro de los pantalones. Entonces comenzo a hacer lo que ya os podreis imaginar, mientras yo la abrazaba y tiraba mi aliento en su oido. Me excitaba tanto que tardé menos de un minuto en correrme. Fue increible. Me sentí unido con el universo. Alla a lo lejos, tirada sobre el sena, descansaba tumbada la maltrecha torre Eiffel. Miraba las ruinas viendo en ellas sin ver aquel restaurante de Montmatre donde solia emborracharme, el hotel DuMarquais que volamos por los aires cuando yo aun no era sargento.Aquella mañana, cayendo con Clara abrazado a mi, tampoco era sargento. Era Dios.
Fué entonces cuando todo empezó a volverse raro.
Clara no habia soltado aun mi pene. En algun momento debi notar un cambio en su perfume. En algun momento pude ver que el mechon de cabello que sobresalía de su capucha gris era quizas algo mas claro. Quiza sus labios tuviesen cierto sabor a tabaco. Fue entonces cuando una voz ruda y con un matiz que parecia a la vez triste y alegre, me dijo al oido:
"No soy la cabo Jennsen, sargento. Esta vez le tengo pillado por las pelotas"
No dijo "literalmente" pero podia haberlo dicho. Se sacudió la cabeza y sus gafas se fueron volando lejos de nosotros. Entonces pude ver el rostro enrojecido de la Mayor Von Goethe mirandome como quien mira al asesino de su padre.
Debian quedar menos de dos mil metros para tocar el suelo, y aun así su voz sonaba autoritaria a traves del sonido del aire:
"Ha cometido una falta muy grave contra el articulo 567 del codigo militar, sargento, y debe ser castigado. Piensa que no sé lo que estaba haciendo el otro dia en su despacho con la cabo Jennsen? si intenta estirar de la anilla del paracaidas, saldrá despedido para arriba y me quedaré con su miserable picha en mi mano. Aun asi, seguramente sobreviva. Tiene suerte, me ha pillado de buen humor hoy, Sargento Kindlmüller"
"Donde esta Clara?"
"El Teniente Kommen se debe haber ocupado ya de ella. Digamos que se ha equivocado de mochila y le ha dado una que en vez de paracaidas tiene las toallas sucias de la division de artificieros"
"Maldita puta!"
Intenté hacer que me soltase, pero fue inutil. Forcejeamos pero ella consiguió zafarse con su mano libre y casi me rompe un brazo. Al moverme me estiró demasiado de mi miembro masculino, y lloré de dolor. Pero lo peor era que aquella loca tenia razón: si uno de los abria su paracaidas antes que el otro, el cambio de velocidades haria que mi pene fuese brutalmente arrancado.
"a que esperas, zorra? hazlo. Estira de tu puta anilla!"
"No. Prefiero ver como lo haces tu."
"Eres una sadica hija de puta"
Entonces intenté en un gambito desesperado estirar de las dos anillas rapidamente, si lo hacia casi simultaneamente quizás me salvase de tan dolorosa amputacion. Fui a abrir el suyo primero, y fue entonces cuando ella lo advirtio y con una llave me rompió definitivamente la mano.
"Ocho años de Kung-Fú, Sargento Kindlmüller. Siento haberle roto un brazo pero no me ha dejado otra eleccion"
"No pienso estirar de la anilla! tendras que abrir la tuya en algun momento si no quieres morir"
Y yo abriria la mia todo lo sincronizada que pudiese. La mente se me habia acelerado y aquella era la unica solución. Eso si no estaba jugando conmigo y en mi paracaidas tambien habian toallas sucias. Hasta el tercer o cuarto salto siempre comprobaba el paracaidas, pero luego deje de hacerlo. Quedaba de novato. Que ridiculo me sentia ahora.
"Moriré si hace falta por cumplir con mi deber, Sargento Kindlmüller. He jurado fidelidad a alemania y el Führer, y como tal me comporto, no como usted, ni como esa zorrita rubia que tiene por amante... o debia decir tenía?"
Alli estaba yo, en lo que tardaba en caer de un avion a tierra, habia perdido todo. Habia perdido a mi amor y ahora tenia que escoger entre mi picha o mi vida. Habia pasado de lo mas alto a lo mas bajo en menos de dos minutos. Casi literalmente, puesto que el suelo estaba cada vez mas cerca y pronto podria ver en mi cabeza atravesada una verja, una terraza o una señal de Stop. Fue entonces cuando tuve la revelacion. No se como podia haber estado tan ciego, cuando las señales habian sido tan evidentes.
Gracias a dios la mano que seguia entera era la derecha. Comencé a acariciarle el culo. La atraje hasta mi. Los edificios se acercaban mas y mas pero intenté no mirar. Entonces la besé de nuevo. Mi mano ya se habia abierto paso entre sus pantalones. Los chicos solian decir que la Mayor Von Goethe era una mujer guapa pero que seguro que usaba bragas de acero. No fue así. Mi dedo se detuvo en su clitoris el tiempo justo, antes de desaparecer dentro del calor de su coño. Y ella no me rompio la mano esta vez. Se agarro a mi fuerte, mientras yo seguia dandole placer, le mordia el cuello y la escuchaba gemir, hasta que soltó su mano de mi polla y la puso entre mi pelo.
Fue entonces cuando la empujé y estiré de mi anilla.
Pude ver mientras me alejaba de ella su cara suplicante, pidiendome con los ojos que volviese, que no la dejase asi. Me lo habia gritado mas de mil veces, inconscientemente, en el lenguaje de las mujeres, mas complejo que el antiguo hebreo. Su manera de sonrojarse cuando me daba ordenes que yo tomaba por sintoma de su ira, la manera de rondar siempre mi despacho a todas horas bajo algun pretexto y el modo en que siempre entraba a darme maniobras de emergencia cuando yo estaba en la ducha... todo aquello no era casual, al igual que sus caricias al saltar del avion no habian sido fingidas. Fui consciente entonces de que la Mayor Von Goethe solo era rigida y violenta conmigo porque estaba enamorada.
Pero mi asombro fue mayor aún al darme cuenta de que me habia arrepentido ya de haberme separado de ella. Queria volver a apretar su culo contra mi, queria besarla, necesitaba hablar con ella, decirle que la comprendia, pero ya era tarde. Despreciada y rechazada por mi, la vi a lo lejos y acerté al predecir, pocos segundos antes de que cayese entre los escombros de la ciudad del amor, que no abriria el paracaidas.
RPV: Un hombre enamorado pasa de estar en lo mas alto a lo mas bajo, fisicamente y moralmente.