No se puede poner a chavales de la ESO, que aún no dominan correctamente ni su propia lengua, a leer El Quijote. Tampoco Platero y Yo, sólo porque haya un burrito y parezca que la historia es tierna y bonita.
La lectura de los clásicos, como decís acertadamente, debería vetarse desde un primer momento al típico "cuando seas mayor". Quizá sin la necesidad de apuntar a los 18 años, pero un 16-17 años (un estudiante de Bachillerato que quiera acceder a la universidad, por ejemplo) ya sí está más capacitado de poder comprender y hacer las preguntas pertinentes ante textos que hablan de los Grandes Temas. Eso sí, tampoco a leerse la obra entera. Creo que hay capítulos, párrafos, diálogos o escenas de la Literatura Universal que pueden rescatarse de forma individual y que con un pequeño marco teórico, cualquier joven avezado puede analizar, entender y, sobre todo, aprovechar.
Sin embargo, tampoco hay por qué ocultar el conocimiento de las Grandes Obras de la Literatura durante el periodo de Secundaria. Como bien dice el artículo, hay clásicos como la Ilíada que son fuentes de conocimiento y de reflexión en cualquier época. Incluiría también El Quijote en esta categoría, pero con cuidado. La clave estaría en una lectura guiada, para que un lector novel (imaginaos vosotros mismos con 12-13 años) no se sienta abrumado por el vocabulario, las figuras literarias, o la complejidad del texto. El docente que se proponga enseñar La Ilíada o El Quijote debe conocer MUY bien sus textos, las fuentes de las que parten y las herencias recibidas. Sólo así podrá explicar adecuadamente y situar un contexto comprensible para todas esas cabezas pensantes que son los adolescentes de secundaria.
De todas maneras, no siempre se cuentan con los medios y la capacitación adecuada y por ello, la literatura juvenil existe por una razón: dar un trampolín a los adolescentes desde el que saltar a los Grandes literatos.
Puede que aún así no consigas cautivar a nadie en la lectura (ni siquiera hablo de leer clásicos, símplemente del hábito lector), pero ya al menos has conseguido que esos pequeños trazos, esas ligeras hiladuras de la Literatura Universal que siempre llegan a los autores de ese tipo de obras (las novelas para niños y adolescentes), se filtren en las cabezas de sus lectores.