“Sabes cómo es eso: se habla de uno, se escucha al otro, se crean coincidencias, puntos de vista en común cuya importancia termina por exagerarse, y de ese extraño modo se crea un lazo, un lenguaje, como un mundo dentro del mundo, un mundo pequeño pero que se impone por sí mismo, se hace necesario, aunque no sé para qué. Bueno, al final se habla de amor, que es una palabra que parece dar cuenta de todo esto, y a partir de allí todo tienda a justificarse por sí mismo. Bien, todo se justificó por sí mismo durante ocho meses, o nueve, no recuerdo, quizá menos (o también más). No sé qué pasó a partir de allí, ni siquiera sé si pasó algo (quiero decir en concreto), pero todo comenzó a disolverse a partir de pequeñas contrariedades, disidencias sin importancia que terminaron por arruinarlo todo. Veíamos lo que ocurría, por así decir, ante nuestros propios ojos, y no podíamos hacer nada. Al comienzo lo pasamos algo mal, y luego todo se fue olvidando, fue como un acostumbrarse a no estar juntos. Pensé en ello. He intentado comprender algo de lo que me sucedió, y a veces me parece haber alcanzado esa comprensión. Entonces pienso que el tiempo, esos ocho o nueve meses, pusieron de manifiesto un malentendido, algo más original que todo lo demás, algo que habíamos disimulado a fuerza de palabras y actitudes. Y ahora, a veces, creo que si ese disimular hubiera tenido la fuerza suficiente, la vida hubiera seguido su curso en sus términos habituales, quiero decir que hubiéramos vivido juntos, hijos, todo eso. Pero esa fuerza falló, no pudo seguir adelante, y todo se fue derrumbando, ahora sí, inevitablemente."
Si las corridas fuesen ladrillos, yo tendría un castillo. Algo así.
Espero tocar alguna peseta aceptable hoy, sino ya me pasaré por aquí sobre las 6 a preguntaros éso.