#9 Ese tema de "embellecer" es mucho más complicado y contradictorio que eso. Y lo dice alguien que lo vio desde el panorama de la traducción y del de la filología. Por ejemplo, autores como Fray Luis de León o Quevedo reciben el nombre de autores neolatinos en lengua romance. ¿Por qué? Son trabajos de traducción, toman la estructura Y temas de la cultura latina, que suponen en una primera instancia un "embellecimiento" de la realidad, así que la versión en romance no es más que un paso más en esta configuración estética (completamente ajena al gusto, por cierto). Ambas, como buenas ciencias positivistas que son, buscan el determinismo lingüístico. La estética no es más que una segunda (o tercera, o cuarta...) desnaturalización del lenguaje. Esto es muy abstracto, pero como puedes ver, el origen del propio lenguaje es metafórico (Umberto Eco habla de la semiótica como "la gran mentira", ya que nuestra realidad son los signos, y nada más, un fragmento), y lo que concibes personalmente como "tosco" o . De la traducción se ha dicho que es un "mal necesario" a menudo, porque es una necesidad económica fundamental establecida ya no sólo por las relaciones diplomáticas o la difusión domesticadora y evangelizadora de textos sagrados. En un entorno globalizado, la traducción es la herramienta económica por excelencia, amén de ser también la herramienta de dominación.
¿Errores tipográficos? ¿Corregir? Es un tema más complicado también. Al fin y al cabo estás marginalizando escrituras no canónicas. Lo mismo para el significado. En el fondo tanto el lenguaje como la escritura son una gran cita.
Original y traducción, por mucho que se insista en ello, son textos completamente distintos. A una traducción le antecede una lectura. Los huecos en una obra son tan importantes como los signos (suena muy taoísta, pero muchísimas obras se autodeconstruyen, y son obras metalingüísticas, esto ocurre en Shakespeare, en Nietzsche, en Kafka...). ¿Cómo traducir eso? Marginando. Recuerda que una lectura siempre tiene la ilusión de un público. Es un "falso" diálogo con un público idealizado. Un público heterogéneo, como la obra.
Para más información sobre el tema, te recomiendo que pilles algún libro sobre deconstrucción, de Derrida o de Culler, por ejemplo. En las universidades te venden el estructuralismo y la hermenéutica comunicativa como la panacea, pero tienen miles de fallas, al fin y al cabo, parten de marginar una parte del objeto de estudio (un caso muy interesante en la lectura pragmática, Austin y todas esas movidas).