Las Puertas de Piedra y Rothfuss: el hilo de las teorias y lloros

Prólogo de "Las puertas de piedra"

Las estrellas en el cielo tejían una red de luces antiguas, susurros de tiempos pasados que resonaban en los rincones más oscuros del mundo. En la quietud de la noche, el viento cargaba secretos que se desvanecían en las hojas secas, y la luna, pálida y melancólica, observaba desde lo alto como una testigo silenciosa de los eventos que estaban por desatarse.

Kvothe, el legendario asesino de reyes, el hombre que había sido músico, arcanista, héroe y villano, se encontraba en el centro de esa vasta red de destinos entrelazados. Pero no estaba solo. A su alrededor, las sombras danzaban, susurrando verdades ocultas y mentiras tan dulces como el vino. En sus manos, el laúd descansaba, viejo y gastado, pero aún vibrante con la promesa de una última canción. Una canción que no solo revelaría su verdadero nombre, sino que también desvelaría el misterio que había perseguido toda su vida.

Las puertas de piedra no eran simplemente un umbral hacia otro lugar; eran un símbolo de todo lo que había perdido, todo lo que había ganado, y todo lo que todavía quedaba por enfrentar. Tras esas puertas yacían las respuestas que buscaba, pero también las preguntas que no se había atrevido a formular.

El camino que lo había llevado hasta allí había sido largo y lleno de peligros. Pero ahora, frente a ese umbral, Kvothe sabía que no había vuelta atrás. Los rostros de aquellos que había amado, odiado, y perdido, lo observaban desde las sombras, cada uno con una historia que contar, cada uno con una verdad que revelar.

Y así, con una profunda inhalación, se acercó a las puertas, sintiendo el peso de los años y de los secretos acumulados en su pecho. Colocó una mano sobre la fría piedra, y el mundo pareció detenerse. El aire a su alrededor se espesó, cargado de anticipación y de un poder antiguo que estaba a punto de desatarse.

Kvothe cerró los ojos y pronunció las palabras que había aprendido en los rincones más oscuros de la Universidad, en los susurros de los Chandrian, en las canciones olvidadas de su pueblo. Las puertas respondieron, su superficie vibrando con una energía que resonaba con el mismo ritmo que su corazón.

Las puertas comenzaron a abrirse, y Kvothe supo, en lo más profundo de su ser, que una vez cruzara ese umbral, nada volvería a ser igual.

En la oscuridad más allá de las puertas, algo esperaba. Algo antiguo. Algo terrible. Algo que había estado aguardando por él desde el principio de los tiempos.

Y así, con una última mirada al mundo que dejaba atrás, Kvothe dio un paso adelante, hacia lo desconocido.