[Relato] Viejo cascarrabias

potokuz

Imagínense un haz de luz en una húmeda y oscura calle, bajo la atenta mirada de cientos de estrellas que parpadean envidiando a la Luna. El viento azota fuerte las puertas y ventanas, levantando los periódicos a los que un par de vagabundos se aferran, mientras vociferan incongruencias sobre la desdicha que les rodea.

Un anciano, en su desván, rodeado únicamente por el sonido firme de su pluma al pretender versos sobre un pergamino, maldice en pensamiento a los vástagos que ha criado. Una prole de infames embusteros, corrompidos por la misma hipocresía a la que él les creía haber enseñado a odiar.

El candil que le acompaña en su odiosa velada no consigue borrar la sombra de su deteriorada cara, mientras él observa fijamente el inmóvil pergamino donde ha plasmado su ira, mientras recuerda los fracasos de su larga vida, en busca de otra catástrofe contra la que malmeter. Entre garabatos, borrones y manchones de tinta, puede apreciarse con irregular letra, dando cuenta de su incontrolable rabia, un puñado de maldiciones y calumnias contra sangre de su sangre.

‘Perros rastreros que husmean mis arcas,
viles vástagos robando mi último aliento.

Sentimiento de odio y, por qué no decirlo,
sentimiento de culpa por mi perdida descendencia.

No hay lienzo sobre el que retratar lo que mi mente asocia a mi rabia, ni vinilo sobre el que grabarlo. No importa, tampoco hay oídos capaces de recibirlo, y de haberlos, no cabría en este mundo persona que pare a escucharlo.

Vivo rodeado de rastreros ciudadanos, acompañados por sus detestables esposas. El pescadero, el hortelano, el solitario sereno que seguro se hallará haciendo su ronda, el jardinero, que por su trabajo debiere ser una agradable compañía, hasta el mismísimo sacerdote, con su vida falsamente entregada a los demás, es vil y rastrero.

Es bien sabido que palabra de un viejo es sinónimo de estoicas parábolas, mas mi ya entrada en años sesera no puede callar durante más tiempo. Es por ello que la palabra de un viejo, se convertirá esta vez en una sentencia bruta y terca. No vais a recibir un céntimo de la fortuna de esta, la familia que tanto yo como vuestro abuelo, y como también su predecesor y el de éste, hasta remontarnos a tiempos en los que no cabe memoria, hemos tratado de mantener alejada de impías y codiciosas manos.

El acta de testamento que os nombra herederos está decorando ahora mismo en forma de ceniza la chimenea del salón mayor de la casa, salón que vuestra avaricia ha contaminado, y casa que vuestra banalidad ha mancillado.

No pienso recompensar una vida carente de contenidos, ni a un grupo de desperdicios hipócritas que dicen llamarse de Viñedo. Mi muerte significará vuestro comienzo en la vida, ya que hasta ahora no habéis conocido la necesidad ni el esfuerzo.’

Rencorosas palabras salidas de un hombre decepcionado, que espera ansioso el momento de su muerte. Una muerte lenta y dolorosa, que le haga olvidar su fracaso como padre.

Usuarios habituales

  • potokuz