Nos volvemos a ver después de ya demasiado tiempo... Diría yo. PEeEeEero, esta es una publicación especial. En este caso estamos ante un titan de publicación, así que si deseas ir directo a lo interesante, no puedo esperar a que veas las habilidades~ Pero ahora vamos a hablar de otras cosas. Estuve desaparecido en parte por trabajar en esta publicación y en parte por encontrar nuevas formas de mejorar el contenido. Tengo tiempo libre, así que hay que darle cada segundo posible a este queridísimo proyecto, el cual es movido por cualquier persona que este dispuesta a leer mis fumadas sobre league of legends. Y por eso mismo hoy les traigo nuevo concepto, esta vez con una pequeña colaboración con ZedHarBest, un creador de campeones recién iniciado en los foros, que me dio el boceto de la historia y las habilidades de este personaje (Aunque obviamente le di un lavado de cara que flipas xd). En todo caso, y para no entretenerlos más. Aquí les dejo el ultimo destrozo que me he mandado~
Campeón Numero: 005 - Daellius, El artífice sombrío
Rol principal: Jungla
Roles secundarios: Medio
Clase: Asesino
Etapa de Juego: Juego medio
Estilo de ataque: Cuerpo a cuerpo
Tipo de daño: Daño físico
Recurso: Ninguno
Edad: Edad desconocida
Región: Islas de las sombras
Lugar de nacimiento: Tierra Kela’Ynni, Caída del reinado de Morgan, Comarca Gebour, pueblo principal.
Lugar actual: Jonia, Templo de Pallas
Armamento: La oscuridad
Estatura - Peso: 1,65m – 60kg
Las obsesiones y debilidades siempre han atraído la mirada de las sombras sobre los hombres, ahogando la voluntad hasta desvanecerla, tanto ahora como en pasados distantes, pero mucho antes de que las islas de las sombras obtuvieran formalmente su nombre, hubo una oscuridad de naturaleza bastante similar, una nacida en el abismo del corazón humano. Durante las épocas más recónditas en la historia de Runaterra, hace ya mucho tiempo atrás, innumerable cantidad de niños nacieron en la llamada edad oscura. El manto de tinieblas que cubría el mundo era quien les daba la bienvenida como prueba de su desdicha, una marca de maldición de la que no podrían liberarse.
Entre ellos se encontraba un joven hijo de creyentes, callado, enigmático, de piel clara y ojos negros, que hacia lo posible por adaptarse a un mundo que se estaba desmoronando ante él, especialmente alrededor de la poca gente que había encontrado un rayo de luz sobre entre las sombras, eventualmente destruido y apagado por la mano del hombre, pues en ese entonces no existía salvación.
Es por ello que para niños como este solo quedaba un camino de oscuridad que recorrer, donde la grandeza de su corazón sería puesta a prueba. O terminaban siendo seres consumidos de corazón negro, o permitían la llegada de la luz. Cualquier camino que escogieran no tenía importancia, en ambos casos se enfrentarían a la peor cara del odio que los alimentaba y les daba fuerza, y de ser posible para la poca decencia restante de su humanidad, purgar la oscuridad que se propagaba en sus adentros. Este no era el caso del niño de ojos negros.
Pero el mundo marchito que este niño caminaba era reciente, consecuencia de un periodo largo y lastimero lleno de toda clase de horrores, salido de las heridas aún abiertas de la gran guerra de los cuatro reyes, con ríos de sangre aún a sus puertas para ahogar toda esperanza, y a todo aquel que buscará conservarla. Y aunque durante el periodo del reinado de marfil se proclamó esta tierra como próspera, todo lo que le prosiguió no hizo más que marchitar las raíces de la promesa de un nuevo mundo que se alejaba lentamente, ahora dominado por la incertidumbre hacia las sombras del mañana.
Durante estos tiempos la única luz que guarecía a los indefensos era el nacimiento de un nuevo elemento entre los mortales: La magia. Una pequeña estela que para los niños de antaño resultaba un regalo, uno en que sus sentimientos más puros o sus anhelos más corrompidos podrían encontrar su camino hacia el mañana, pues eran ellos los que habían nacido en conjunto a la magia antigua, la más fuerte en la historia de Runaterra. Un poder que podría desarrollarse, y con el tiempo y la inteligencia necesarios, volverse tan imparable como aquellos reyes caídos en guerra. La admiración hacia su legado solo era el primer paso a la oscuridad dado por aquel niño, que poco a poco se adentraba en la oscuridad que se le fue mostrada desde su nacimiento.
Esta ya no era la época de las grandes figuras, finalmente este arte no era una propiedad únicamente de dioses o reyes, y la gente común tenía la oportunidad de usarla como una antorcha en la oscuridad. Y con ella nacía un sendero iluminado entre las tinieblas, donde pequeños grupos errantes y un sinnúmero de viajeros sin hogar vieron la entrada al contacto divino, reconociendo en esta fuente de conocimiento y poder inmaculado la influencia de las viejas deidades de Runaterra, cuyos nombres fueron fácilmente olvidados con el tiempo. Fue entonces que se creó la que se llamó por los más adeptos creyentes “Luce’Yrhi” o magia de luz, el arte de conectar este atributo natural e inherente de los dioses, y llamarlo al plano terrenal a través de la esperanza del ser en lugar del conocimiento o la habilidad. O también llamado por los hombres: La fe.
Sin embargo, para el resto del mundo la magia era solo el primero de muchos males venideros, como una plaga que no parecía dispuesta a retroceder su influencia, mientras nombres como Sassel e Irixa obtenían la imponencia que sus leyendas conservarían, todo en vísperas del nacimiento de una Runaterra consumida por un poder desconocido. Su extensión entre los hombres era cada vez mayor, y el mal uso que se le daba era aún más grande en todo el mundo, mientras los hilos de estos desconocidos dones se movían libres de lado a lado hasta abarcar consigo gran parte de Runaterra, liberando el poder de todo aquel que tuviera una mínima conexión con ellos.
Precisamente por ello, todos aquellos practicantes de la magia y dependientes de lo profano eran asediados, cazados y ejecutados por sus creencias o su poder. En este mundo conquistado por la anarquía no había lugar para la fe, dioses abandonados y humanidad corrompida eran el grito de revolución con el que los hombres proclamaron esta época, dando apertura a las tinieblas que se cernían sobre su crueldad. Se desataron masacres que lograron que aquel grupo numeroso de creyentes sin hogar alrededor de Runaterra se hiciera cenizas, de las cuales apenas lograban escapar unos pocos rezagados. Una realidad con la que sus hijos debieron lidiar durante su crianza, viendo en el actuar del hombre actos indescriptibles, y actitudes despiadadas nacidas de la paranoia.
Eran tiempos difíciles en que pocos tenían certeza de lo que se avecinaba, y la única seguridad estaba en la fiereza de cada hombre para defenderse a sí mismo, y los jóvenes fueron los primeros en aprenderlo. Carentes de los conocimientos de aquellos infortunios que florecían a su alrededor, venideros de una oscuridad latente creada en el seno de su propia humanidad. Y sin embargo, estos mismos, niños y niñas amparados por la oscuridad, fueron los que vivieron las peores catástrofes durante este periodo, ya que incluso rodeados de familias amorosas como las de Daellius, los traumas venían de un mundo cruel que no se saciaría hasta quebrar su inocencia. En este ambiente, la muerte era habitual, la violencia solo era una forma de vivir y el rencor era el motivante de todo hombre que aspirara a la grandeza.
En esta época y en estas condiciones llegó a este mundo roto otro más de los condenados, que fue nacido y criado en el seno de una familia de creyentes sirvientes del rey Morgan, algunos de sus más fieles seguidores y predicadores más adeptos, de los cuales su madre especialmente solía destacar, quien fue llamada Gran Madre Eleyne como matriarca y sacerdotisa desde muy corta edad. Y aun ante tales logros pasados, tras la caída de su rey no les quedo más que vivir en la miseria del anonimato, criando a un niño pálido y de ojos negros, que no tenía más que un ambiente lúgubre que habitar, y una familia de esperanzas apenas estables. Nacido bajo el nombre de Daellius, en alusión a la lengua Daelian, ya blasfemada y olvidada hace muchos años tras la destrucción total de todo registro histórico de la época.
Sin dirigentes a los que obedecer o reyes a los que someterse, dominaba un caos despiadado, donde solo quedaban animales dispuestos a tomar aquello que quisieran, por derecho merecido o por la fuerza. Los primeros años tras las masacres, sin embargo, fueron los más traicioneros. Las poblaciones sin reyes hacían todo lo posible por borrar todo rastro de aquellos reinos ya extintos y con ellos a los sirvientes de sus reyes. Esto no hacía más que provocar aún más muerte desenfrenada, pues cada nombre remotamente conocido del legado de los reinos estaba condenado.
Para Daellius esto no era sorpresa, desde corta edad comenzaba a anticipar la naturaleza destructiva de la humanidad, y separar su alma de ella tanto como fuera posible. Todo lo que lo rodeaba era amenazado, pero él por otro lado, solo era un niño nacido de las castas más rastreras acarreado a estas situaciones por sus vínculos, no era más que otro nombre entre miles de poca importancia en el mundo sin ley de los parias, del cual su familia y allegados buscaban escapar con urgencia, ocultando su poder y sus creencias. Esto, no solo en vista del instinto transgresor que había consumido a los seres pensantes, sino también por su falta de fe, que para entonces no era más que un consuelo enmudecido para ciegos y condenados. A ella solo podían aferrarse sus practicantes y predicadores, en un entorno en que la religión colapsó ante la falta de algo que inspirara creencia, dándole la espalda a los antiguos dioses.
Pero para entonces, y en vistas de un mundo sumido en una oscuridad tan densa, hasta para los propios dioses era imposible divisar todo rastro del sendero de luz que Morgan había impartido entre los hombres, por lo que su labor había fracasado y los errantes tras ello solo eran condenados. Y con ello, hasta la influencia divina se vio relegada entre los mortales, pues los dioses habían abandonado su esperanza en los humanos.
Lo único que importaba en un mundo así era el poder y las maneras eficaces de obtenerlo. Eso era lo que gobernaba realmente en medio de tan profunda oscuridad, y lo que guiaba el corazón de los hombres durante estas épocas olvidadas. Y precisamente en su búsqueda se vio el nacimiento de varias sectas, religiones extremistas y crímenes contra la humanidad a favor de encontrar formas alternativas de hacer aún mayor el poder del individuo. Los horrores indescriptibles se resumían en simples traspiés de camino a dominar el alma, el cuerpo y la magia.
Pero desafortunadamente, para entonces los fieles creyentes no buscaban más que un refugio lejano al trastornado mundo de los sobrevivientes de la guerra. En principio era una idea descabellada e incluso suicida viajar sin rumbo, pero en su afán de buscar un nuevo hogar y ya reunidos suficientes creyentes de todo el mundo, se embarcaron con prisa hacia lo desconocido con la meta de encontrar un puerto seguro o una muerte que no resultara en holocausto o condena.
Y aunque la tenue luz de su fe abandonaba lentamente sus cuerpos sumidos en alta mar, su destino los llevó salvos a unas islas apartadas e inhabitadas, un lugar al que podrían llamar hogar con la dedicación y tiempo que uno amerita. Siendo esta la primera vez que Daellius conocía la tranquilidad, alejado de todo contacto con la humanidad, rodeado únicamente de fe y sacralidad entre los suyos, dando un primer vistazo a aquel rayo de luz que el resto del mundo ya creía apagado.
Esta isla era perfecta, y con el tiempo resultó ser una tierra pacífica y floreciente, o al menos esa era la cara que mostraba a sus nuevos pobladores. Pero, aun con lo necesario para reclamar estas tierras, y más que suficiente para convertirlas en aquel hermoso mundo perdido, un augurio no tardó en recorrer a cada habitante una vez llegada la noche. Simples defectos y engaños atribuidos a la paranoia colectiva en aquel entonces, propios de un nuevo hogar que no tardó en establecerse.
Se erigieron iglesias y casas, cultivos y templos de todos los tipos hasta colmar casi cada rincón de las islas, que para entonces se llamaban “Territorio Dormike” o tierras santas en otros dialectos. Creencias, e inclusive religiones enteras, mezcladas en nombre de un mejor futuro a manos de deidades de diferentes culturas, en vigilia de una paz ya perdida para Runaterra, que abundaba en aquel aislado montículo de tierra en el mar profundo. Mientras unos ojos espectrales observaban cada movimiento desde la lejanía, con recelo y apatía, acercándose cada vez más a los corazones ingenuos de los monjes, que apenas eran capaces de anticipar el aspecto de sus verdugos.
Pero para entonces aquello no tenía importancia, Daellius y su familia eran prósperos, y el corazón de su madre finalmente podía darse calma al ver una cálida sonrisa en su hijo, algo que extrañaba desde hacía ya muchos años. Ella por sí sola le dedicaba tanto tiempo como le fuera posible, pero tanto ella como su esposo se habían convertido en parte del consejo de los doce, un grupo de dirigentes en que cada uno representaba su propia fe. Y pese a los posibles conflictos entre creencias, los líderes arreglaban las formas de practicar todo acto sagrado, dando libertad a jóvenes aprendices para elegir su senda y aprender las artes sacras. Sin embargo, Daellius no dudaba en ser un prodigio de la magia a través de la fe, generando una energía que por momentos se mostraba errática, e incluso oscura. Pocos lo notaron, pero algo más movía la creencia del joven de ojos negros, una labor autoimpuesta por un corazón ennegrecido, que atraía cada vez más la atención de las tinieblas.
Así perduró durante varios meses, a costa de la atención de los habitantes de la isla, las sombras tramaban sus pasos. Hasta que una noche toda la isla retumbó con fuerza, y desde el extremo más distante se agrietaron los suelos, se formaron fracturas que atravesaban con su delgada abertura el espacio entre dos planos, formando un alargado emblema críptico. A lo largo de todo su alcance solo podían divisarse telarañas deshilachadas de un color blanco espectral, movidas por ligeras corrientes de aire, expulsadas al vacío del viento y sostenidas fuertemente a los bordes de la fisura, rodeando consigo un portal oscuro que solo mostraba tinieblas a su entrada.
Del otro lado el infinito abismo tenía dominio total, y el único testimonio de vida era el frío susurro de miles de voces ásperas y desgarradas. En principio los pobladores temieron por sus vidas solo en presencia de tal singularidad incorpórea, pero temieron más cuando de los límites de la brecha surgieron seres completamente consumidos por la oscuridad. Su aspecto era humano, e incluso endeble debido a lo demacrada de su silueta, pero su cuerpo ya no era lo que debió ser, parecían cubiertos de mantos negros de los cuales solo destellos blancos se asomaban, especialmente en aquellos ojos espectrales rodeados de tinieblas.
Los monjes, envueltos en temor, rezaron a estos hombres caídos en desgracia, y a las puertas del portal organizaron toda clase de ceremonias y ritos, dando bienvenida a los espectros de forma indeseada, todo en búsqueda de liberar a los entes espectrales de sus eternas dolencias. Estos lazos se reforzaron ante los consumidos por la oscuridad, y aunque jamás fueron liberados de su tormento, habitaron apaciblemente entre los humanos y su pequeña comunidad.
En este ambiente se crió y creció Daellius, formalmente entrenado en sus creencias por una madre amorosa que siempre quiso sentirse ignorante ante la oscuridad latente de su hijo, pues para ella darle la alegría que le habían arrebatado era una obligación, desviando todo aquello que pudiera interferir en su crecimiento, con la esperanza de expiar sus males con el tiempo a través del perdón. Sin embargo, ella no podía dedicarle todo su tiempo, ya que en conjunto de su padres y camaradas estudiaban tanto como podían este fenómeno espectral que habían descubierto, adquiriendo habilidades que ningún otro mago o ser vivo habría podido imaginar, llamando especialmente la atención de este joven aprendiz, pues algo en su interior era atraído ante las sombras. El poder oscuro recorría la isla a través de la creencia, pero la maldad nunca fue parte de tales costumbres. Sin embargo, mientras más se adentraba en sus investigaciones, más desviaban los rumbos de su fidelidad, distanciándose de algunos de los preceptos de su fe.
Los años pasaron rápidamente, y para cuando Daellius entraba plenamente en su adultez, la sociedad que lo rodeaba ya había unificado a la humanidad con las tinieblas, y la paz reinaba en aquella isla alardeante de una tenebrosidad tan abismal. Durante aquel tiempo los monjes encontraron su propio camino entre el dogma, la magia y la oscuridad, dando cabida a la lobreguez entre su fe y su labor divina ante el abandono de los dioses. El propio joven ya tenía a sus espaldas un historial de grandes hazañas en cuanto al dominio de las mismas, anexando y estrechando con fiereza los dotes de un clérigo y un maestro de las sombras, magia de luz y oscuridad ahora en perfecto balance.
Aunque con Daellius esta unificación siempre fue más personal e íntima. En su corazón habitaban las sombras, una unión que él y solo él se había permitido con estas entidades, ya que había descubierto que con ello su lóbrega maestría era aún mayor. Esto, no solo con fines investigativos, sino previendo incluso capacidades premonitorias o trascendentes, abriendo todo secreto ante su mirada, ya fuera pasado, presente o futuro. Él, a diferencia de su familia o su gente, buscaba poder, no por ansias de dominar al hombre o al mundo mismo, sino por un necesario juicio divino de todo aquel que colaboró a la creación de esta misma oscuridad tan profunda, producto únicamente de la maldad que moraba el corazón de los humanos, y prueba suficiente de su falta de valor.
Sin embargo, y ajeno al conocimiento del resto de lugareños, estos espectros aprovechaban el poder que adquirieron indirectamente de su alianza con los mortales, abarcando consigo partes de Runaterra lentamente, y atemorizando al mundo con su presencia. Especialmente aquellos que adquirían moldes mortales a través de emociones corrompidas del hombre, ya que pese a ser espectros de sombra en sus inicios, pasaban lentamente a convertirse en entidades demoníacas de gran poder, cuya figura era tan grande y temida en el mundo que adquirieron el nombre de “fragmentos de las tinieblas”, título digno de criaturas nacidas de la oscuridad.
Al ver el mundo enfrentarse a tal precariedad, e incluso ante la oportunidad de gobernar con sus dones oscuros, los monjes actuaron como debieron hacerlo desde un principio ante la amenaza, sabiendo que lo único que podía enfrentar a estas entidades era la luz. Con su fe verdadera muy cercana al corazón enfrentaron a los espectros, llevando consigo sus predicaciones a una humanidad salvaje en su mundo azotado por el peso de sus propias imprudencias, que alimentaba a las sombras con las matanzas y el temor al que habían sucumbido durante tanto tiempo, haciendo que la batalla se extendiera durante años.
Los monjes tenían la desventaja desde el inicio y eso lo sabían bien, lo que movió sus manos en más de una oportunidad para crear varias agrupaciones contra la amenaza espectral, y con ellas varios métodos para destruir a los seres de sombra, aunque significara aceptar su propia oscuridad interna o purgarla con poderosas reliquias benditas. Fueron muchos años de lucha y pérdida, varios intentos de victoria frustrados ante las tinieblas y varias batallas que atestiguaron montañas de muerte. Batallas en que incluso algunas de aquellas órdenes sacras y toda información de ellas desapareció, arrancando a trozos la esperanza de salvar a este mundo. Esta etapa fue por lejos la más oscura de esta época de Runaterra, pero más oscuro aún era el corazón de aquel que era influenciado por el rencor, un nombre que era susurrado por las sombras.
En la isla Dormike, día y noche se conservaba una eterna vigilia, en la que sacerdotes, clérigos, monjes y acólitos rezaban a las puertas de la oscuridad, mientras se defendían de las garras de las sombras con sus oraciones. Hacían lo posible para cerrar el portal, e impedir que más espectros escaparan al plano terrenal. Estas monstruosidades no eran capaces de atravesar las barreras de luz creadas por la fe, ni tampoco podían superar el poder de las oraciones de aquellos hombres envueltos en sus creencias, y mucho menos lastimar sus cuerpos al ser incapaces de alcanzarlos. Pero lo que sí podían hacer era influir sus corazones, aprovechando los lazos que habían forjado con su humanidad corrupta tras tantos años de convivencia.
Entre estas artimañas los niños y los pecadores eran los más susceptibles. Y aunque Daellius era de corazón fuerte, también era seguidor de múltiples senderos errados entre los suyos. Él siempre se mostró perspicaz, curioso y desafiante de los límites impuestos por la creencia ciega, ya que, entre muchas cosas, seguía el camino del Viejo Rey del que sus padres eran súbditos: El gran Morgan y sus tantos secretos.
Adulaba con total devoción la forma en que aquel hombre había desentrañado los misterios de la magia, superando con el conocimiento cualquier obstáculo que la creencia colocaba de camino al poder. Para Daellius, aquel Rey murió sin arrepentimiento alguno, colmado de respuestas a preguntas que él ni siquiera se había planteado, y rebosante de un poder que, en ojos del aprendiz, era equiparable al de todos aquellos dioses olvidados.
Áragoth por sí mismo era prueba de ello, tanta magia colocada en una majestuosa criatura de la que el mundo desconoce su origen, más allá de ser un artificio más del Gran Rey Morgan. Pero para este joven eso no era suficiente, sabía que desde que aquel primer rayo separó los suelos algo era diferente, alguna conexión entre la mano del hombre y el acceso a una esencia inexplicable simplemente se había desatado. Y aunque llevara a la muerte de su cuerpo mortal, para Daellius de igual forma no importaría, estaba dispuesto a develar los hilos con los que tantas artimañas habían sido creadas, e inclusive alcanzar un conocimiento superior al que cualquier otro hombre nunca podría aspirar.
Pero para ello debía prepararse, cosa que supo desde la primera vez que vio la cara de las sombras, la primera vez que contempló la entrada a un mundo cubierto de tantas posibilidades. Un mundo que tal y como él lo veía estaba cubierto en redes, con tantos datos y tantos caminos separados y conectados por lo que ingenuamente podría llamarse destino. Desde niño se mostró así, impulsivo e impertinente ante las crueldades de la causalidad, casi como un patio de juegos para una mente tan brillante. Todo en conjunto con sus teorías personales, que no tardaban en ser confirmadas por sus investigaciones, rozando la obsesión con algunas de ellas. Era irónico de cierta forma, cada paso que daba no hacía más que convertirlo en un peligro, y eso él bien lo sabía.
Aun así, continuaba con su papel, para él era un deber más que un entretenimiento, pues solo bajo sus ojos eran obvios estos pequeños datos que se le escapan al mundo. Si esta grieta existía, definitivamente había más grietas en todo el mundo, y aun así tenía un impulso en su corazón que le decía que esta era la más grande en toda Runaterra, e incluso más tras engrandecerse con el pasar de aquellos años. Era causa humana, nuevamente afirmado sin duda, pero algo que escapaba a su comprensión había influido en tales grietas, y eso lo carcomía.
La mayoría de estas cosas simplemente se intuían, para Daellius ya había pasado suficiente tiempo, y había acumulado suficiente experiencia como investigador para saber cuándo estaba en lo cierto, especialmente cuando se acercaba peligrosamente a un poderoso secreto. Y sin embargo, su mayor error resbalaba entre sus dedos como a un simple novato aficionado, pues siempre realizó sus investigaciones a escondidas de sus compañeros creyentes, y aunque esto nunca significó un problema para una persona tan callada y enigmática, era la entrada perfecta para la influencia de los seres de sombra.
Daellius había aprendido a mentir para protegerse, del mismo modo en que había aprendido a cuidarse la espalda sin importar el precio, aun rodeado de la oscuridad más profunda él buscaba desesperadamente ser la amenaza más grande. Esto lo volvió confiado, e incluso impulsivo contra su voluntad en algunos casos, aunque ignorara que siempre hay algo peor que él entre las sombras, una amenaza que eventualmente lo superaría, e incluso lo destruiría, pero para cuando lo descubrió ya era demasiado tarde. En el palpitar de su corazón y en el fluir de su sangre un líquido negro reposaba en calma, un fragmento de las tinieblas diferente a cualquier otro, creado en el momento en que el joven decidió estrechar un lazo con la oscuridad.
Y aunque se enteró tarde de su parásito, este había estado fortaleciéndose a base de la corrupción que poblaba el corazón desviado del creyente renegado. Danthalian, tal y como decidió llamarse, entre muchos otros fragmentos, era puro en su plena oscuridad, pues su origen era netamente humano. Ya que al nacer del corazón ennegrecido de un solo hombre, se había creado un molde de su sombra, la sombra del primer maestro de las tinieblas. Este demonio no tardó en presentarse ante Daellius durante la crisis al verse rodeado de tanto caos, y aunque el hombre buscó resistirse a su sometimiento, su corazón ya no era capaz de dar batalla ante la oscuridad.
Daellius sin embargo, seguía siendo un monje bañado por la luz de la fe, una que había intentado negar desde hacía unos años. Pero más importante aún, un curioso megalómano por naturaleza, que sabía cómo cambiar los ases a su favor. Así que, dispuesto a improvisar su camino a través de la oscuridad, Daellius ideó un plan, arruinando por completo la única oportunidad de los seres de sombra. En la poca consciencia que conservaba su cuerpo quedaba una pizca de imprudencia y un cariño por sus allegados que no era común en él, simples sinsentidos que sacaban a la luz su lado más irracional, o al menos así lo vio él durante ese destello de vida gris, que nunca fue ni largo ni disfrutable.
Así que, sin pensarlo, se arrojó al portal que tan desesperadamente buscaban cerrar, y una vez dentro, utilizando la magia de estos mismos seres en su contra, no le costó nada cortar el lazo entre el mundo mortal y las sombras. Aunque por supuesto, esto significaba quedar atrapado en la oscuridad, echándole un último vistazo a la vida que dejó pasar, y escuchando el grito desgarrado de su madre al romper en llanto. Y sin embargo, esto no era lo que lo preocupaba realmente, pues él sabía que esto no acabaría con las tantas sombras que lograron mantenerse del otro lado, aunque para ellas el tiempo y sus compañeros creyentes dictarían sentencia, sabiendo que no descansarían hasta purgarlas.
Su mente reaccionó lento ante las emociones que se disparaban, pero su cuerpo, por otro lado, fue azotado por una sensación de peligro como nunca había sentido antes. Él lo sabía perfectamente mejor que nunca, estaba completamente solo en aquel interminable abismo, rodeado únicamente de seres tan corrompidos como Danthalian, que no dudarían en despedazarlo en tantas formas como fueran posibles. Y sin embargo, para él aún parecía poca cosa, era un castigo que había aceptado desde hacía ya mucho tiempo, aunque la peor parte apenas había dado inicio.
Durante un largo tiempo, su mente y cuerpo fueron torturados por la oscuridad más profunda, mientras asimilaba su mortalidad como parte de sí, adentrándose cada vez más en el débil palpitar de un corazón mortal. Su piel palideció enormemente en falta de toda fuente de luz, sus ojos se tornaron completamente blancos y faltos de alma, y sus pensamientos se veían absortos entre las sombras, como un eco distante del cual apenas quedaba presencia. Daellius, sin embargo, mantuvo una pequeña parte de su cordura consigo, hasta que entendió que sus castigadores no eran más que fragmentos débiles.
Fue entonces que su lazo con Danthalian se hizo aún más fuerte. La desesperación eventualmente conquista hasta al corazón más valiente, y por más que Daellius intentara negarse a ello, tenía miedo, del tipo que recorría la piel hasta alterar cada nervio y dejarlo paralizado, sin respuestas o soluciones que pensar, pues sabía que antes que dejarlo morir preferirían torturarlo por la eternidad. Su sombra por otro lado, consiguió fundirse día a día con su portador, que para ese punto se había convertido en un contenedor del abismo, uno que cada vez se llenaba más y más de las cientas de entidades que se adentraban en su cuerpo.
Para Daellius, esto lo llevaba al borde de la muerte constantemente, acercándose peligrosamente a convertirse en un ser hueco habitado por las sombras. Pero para Danthalian esto significaba vida eterna y poder, alimentándose de tantos fragmentos desesperados, dispuestos a hacer todo por escapar de la eterna oscuridad en la que vivían.
Daellius siempre prefirió observar el lado oscuro de todas las cosas, pues de esa forma sabía anticipar el origen de la crueldad en el actuar humano, pero ahora entendía más que nunca que esta oscuridad era demasiado para Runaterra, y que seres como Danthalian eran un peligro que no podría ser controlado por nadie que no fuera él mismo. El hombre ya había cedido a las tinieblas, perdiendo la poca vida que le quedaba, pero la mente estaba dispuesta a continuar lo que alguna vez se había iniciado, una misión autoimpuesta que cambiaba su rumbo, más nunca su corazón, insalvable y podrido mucho antes de ver la verdadera cara de las sombras.
Sin embargo, era imposible negar su talento para aprender y dominar las artes de la magia, incluso en vísperas de su muerte. Visto así, para un moribundo condenado de nacimiento, lograr abrirse paso entre el abismo era casi un milagro divino, pues tras tantos años de sufrimiento ante el mundo que se le fue presentado, su cuerpo solo estaba exhausto y su mente delirante afortunadamente conservaba cordura, pero sus habilidades de sombra seguían por encima de las de cualquier otro, abriendo con sus esqueléticos dedos un portal entre ambos planos como si no significase reto alguno.
Pese a tantos años dentro de las sombras, Daellius se empapaba de un ambiente hogareño que sentía ajeno y distante, pero que provocó un palpitar en su negro corazón, un sentimiento que extrañaba más de lo que quería admitir. Y sin embargo, sabía que no tenía tiempo para tales distracciones. De hecho, nunca tuvo tiempo para dejarse llevar por los sentimientos, ni en vida ni en muerte, por el bien de objetivos que siempre fueron más importantes, y esta no era una excepción. Para ello, Daellius era discreto respecto a todo aquello que pasaba por su mente, pero su contraparte Danthalian, nunca escondió sus intenciones ante los miedos de su contenedor, y aunque era verdad que se mostraba poderoso, hasta entonces sólo había consumido fragmentos pequeños de espectros sin importancia.
Aun así, eso no era motivo de alivio para Daellius. En Runaterra, los espectros que encontraban una manera de escapar o los que lograron mantenerse con vida se alimentaban de la naturaleza caótica del hombre que él alguna vez quiso borrar, y en poco tiempo se habían vuelto lo suficientemente poderosos para representar una amenaza. Por momentos esto despertaba esa carencia de piedad que Danthalian tanto buscaba en su agente de las sombras, el perfecto conductor para cumplir sus objetivos en el odio contenido de un solo ser. Pero por motivos que ni Daellius ni su sombra entendían, una parte de él se aferraba a la vida de otros con desesperación, lo que el hombre solo reconocía como “su propia humanidad”.
Era incluso fastidioso para Daellius tras tantos años depender de eso para mantenerse consciente, pero quizás esa era una lección de piedad que tantas creencias buscaban impartir, un sendero que los dioses colocaron para él. Un propósito, algo de lo que su mente siempre prescindió, y sin embargo siempre tuvo las herramientas para cumplirlo, un balance entre la luz y la sombra para tener éxito en donde la fe por sí misma no era suficiente.
Danthalian por su lado, tenía la habilidad única de consumir a sus semejantes caminantes de las tinieblas, y aunque esto pudiera convertir a Daellius en el contenedor más grande, también significaba darle más poder a su oscuridad. Sin embargo, el manejo de las sombras, tanto ahora como entonces, nunca fueron la única habilidad de Daellius. Pues recordaba con cierta nostalgia aquellos rituales sagrados que había aprendido de los suyos, permitiéndole encerrar a estos demonios en contenedores inanimados, algo que solo podría lograr un hombre que entendiera la oscuridad y resguardará la luz suficiente para controlarla.
Fue entonces que talló las que él llamó “Mida’Noyami” en el dialecto muerto de su propio nombre, que en lenguas más actuales sería transcrito como “Lágrimas de oscuridad”, pequeños contenedores que reflejaban las técnicas más sagradas de sus antecesores, bloqueando con sus sellos benditos toda influencia de los seres de sombra, recayendo su cuidado en manos mortales, las únicas que podrían abrirlas. La sacralidad total de un objeto simple y cotidiano, cajas talladas con una madera únicamente encontrada en las tierras del viejo rey Morgan, dándole la posibilidad de incapacitar la esencia de una entidad espectral, especialmente si esta tenía influencia corrupta.
Aunque en el proceso, Daellius llegó a la conclusión de que estos sellos podrán ser utilizados sobre cualquier portador. Incluso de ser una criatura consciente, aunque esto significaba estar vinculado por la eternidad a un fragmento de la oscuridad. O dicho de otro modo, perder por completo tu humanidad y convertirse en algo más, corromper tu alma desde sus adentros más profundos, aunque para Daellius estas consecuencias eran pequeñas en comparación a lo vivido, e incluso redentoras, pues al admirar todos los errores que cometió solo se sentía ingrato.
Por no querer ver la luz que lo estuvo amparando durante tantos años, se sumió en una oscuridad que desde joven creía propia, y con el tiempo su creencia fue tan grande que se volvió realidad, y cuando buscó la luz nuevamente, para él solo provocaba ceguera. De igual forma él no era digno de conjurar un sello como ese, para conseguir hacer tal hazaña se necesitaba de un objeto únicamente creado para servir a la fe, y cargado de la esperanza de seres puros y devotos a un camino de compasión. Eso le provocaba dudas, pero no las suficientes para quebrar su creencia.
Con su mejor arma en manos de su fe, solo tenía que disponerse a cazar a sus presas. Le tomó tiempo rastrear el aura de los fragmentos de sombra, pero más que encontrarlos, el verdadero reto era derrotarlos. Lo intentó varias veces, pero era inútil, su magia de sombras se veía limitada por un corazón que intentaba conservar luz. Además de que, para este punto la magia sagrada de Daellius era interferida por la presencia de Danthalian. Las sombras eran demasiado profundas en su interior como para conjurar la fe, y su vida se escapaba en cada respiro.
Esto complicaba las cosas, y los tiempos se tornaban más oscuros. Daellius se mantuvo en movimiento durante bastantes años, tiempo en que tuvo la oportunidad de revisitar las tierras santas, y los monasterios distribuidos por una Runaterra que abrazaba la poca fe que le quedaba, aún dirigida por sus ex-hermanos creyentes desde las islas, donde muchos templos y santuarios habían sido alterados para emular fuentes de oscuridad, formas en que las islas podrían vivir en armonía con la brecha que descansaba bajo sus hogares. Ahí fue capaz de pedir un poco de la fe que había dejado su cuerpo, la suficiente para resguardar la oscuridad que lo consumía, la suficiente para impedir ser anclado a las sombras por toda la eternidad.
Su familia y sus hermanos de creencia no tenían ningún rencor, pero un caminante de las sombras estaba condenado a vagar solo, y aun así, esta era la primera vez que Daellius observaba sus actos como comprensión y piedad. Incluso en su condición, fue ayudado y atendido, dotado de un sello bendito de gran valor sacro, resguardado por el consejo de los doce ante la última voluntad de su madre, fallecida durante los primeros años de sombra, pues la pena de la perdida fue su sentencia en un mundo tan oscuro. Para su sorpresa, e incluso conociendo el sufrimiento que su madre afronto tras sus decisiones, los sentimientos en él ya no brotaban, pero la oscuridad se agitaba con furia ante pizcas de arrepentimiento y rencor, uno mayor a cualquier otro que haya sentido.
Finalmente, y como un acto de despedida y bendición, se convocó una plegaria sagrada en el dialecto del que se inspiraba su propio nombre, una pizca de fe que lo acompañaría en las tinieblas, y el último recuerdo agradable que jamás tuvo entre los suyos, que lo despidieron con una compasión distante, o más bien, un cariño lastimero. Por desgracia, por su mortalidad no había nada que pudiera hacerse, pero para su situación era suficiente con las migajas que la bondad de una fuerte creencia pudiera darle.
Tras ello fue en búsqueda de sus objetivos, los siete grandes fragmentos dispersos por Runaterra, que habían establecido los pecados con que otros demonios se alimentarían. Logró contener los riesgos más grandes tras años de soledad y conflicto, aunque no podía decir lo mismo de los otros cientos de fragmentos, diminutos para su misión. Esta misma finalmente se vio cumplida en vísperas del nacimiento y redescubrimiento de la tierra de “Jonia”, donde colocó el más peligroso de sus objetivos a manos de un templo bendecido por magia extranjera y un clan de gran sabiduría ancestral.
Sin embargo, durante todos esos años su mente se deterioraba con cada paso en compañía de Danthalian. Su sombra ya había ganado suficiente dominio como para corromper por completo sus pensamientos y su fe, y Daellius estaba muy débil para seguir combatiendo.
La oscuridad llevaba esperando a su propio rey durante ya mucho tiempo, y Danthalian le daría lo que tanto quería, tras satisfacer su apetito con tantos fragmentos como su reino pudiera tener. Poco a poco fue capaz de erigir el llamado “Templo perdido entre las sombras”, una edificación que permitiría la conexión entre ambos planos, y el lugar en que su poder llegaría a la cúspide del dominio de Runaterra.
Pero para cuando estaba lista, una luz destelló en el corazón negro que ambos seres compartían. Daellius no se permitía la derrota, no sería justo fallarle a su fe después de pecar en contra de la luz que debía proteger en vida, con su última voluntad, quedaba una chispa de luz en un palpitar negro, y con ello, el sentimiento de una madre dolida velando por el bienestar de su hijo era el arma más poderosa, colocada en un sello colgante de plata. Ante aquella influencia sagrada fue incapaz de darle uso al talento de su portador, pues un bloqueo sacro entre las sombras le impedía compartir la habilidad que su contenedor le había dado, el poder de cruzar entre ambos planos solo era posible en el cuerpo de Daellius.
Desde entonces, el demonio recorre la tierra de los hombres con su cuerpo mortal, cazando a los seres que posean el poder de las sombras en su corazón, empezando por todos aquellos que alguna vez abandonaron su humanidad ante el abismo. Los siglos han pasado, Danthalian ha sido testigo de cómo el mundo de los hombres ha caído y se ha levantado de sus cenizas, ha atestiguado sus errores y aprendido de sus costumbres, acumulando sin propósito tanto poder como el dirigente de las tinieblas podría pedir, y aun así, la fe de los hombres sigue entorpeciendo su metas constantemente.
Tanta fe en tierras mortales lo ha obligado a limitarse a la noche y al error humano, pues la tierra de los hombres, a diferencia de antaño, se ha vuelto un lugar inclemente para los fragmentos de sombra, inhabitable sin una fuente de alimento que lo sacie o una oscuridad que lo ampare. Afortunadamente, Danthalian tiene una comida que no parece tener fin en un alma torturada llena de arrepentimiento, pero en falta de hombres oscuros como Daellius, solo queda la espera de la oscuridad necesaria para desatar el poder de sombras que ha acumulado. Un mortal guiado hacia las sombras, un error de aquella cruel humanidad corrupta que existió alguna vez, un retoño de las tinieblas como lo fue aquel niño pálido de ojos negros, es lo único que hace falta para que llegue la noche más larga.
Sin embargo, aunque la amenaza es latente y el conflicto contra los nacidos de la oscuridad fue grande, jamás llegó a ser una guerra o mencionarse en registros históricos, mostrándose más como una pesadilla colectiva que como lo que fue. Como si toda influencia de este periodo quisiera ser borrada del mapa, olvidada y escondida. De aquel entonces apenas se guarda información del conflicto entre los cuatro reyes, pese a no ser mencionado como los reinos cayeron tras la muerte de sus dirigentes. Uno de los muchos misterios que resguardan las historias que no quieren ser escuchadas de épocas de terror.
Aun así, El hombre que camina junto a las sombras sigue merodeando entre los mortales.
-DAELLIUS ANTES DE LAS SOMBRAS
Una semblanza humana en un ser que siempre estuvo vacío, nada más que un pequeño vistazo a la memoria es el consuelo de un hombre consumido por sus propias sombras. Esto es lo único que puede ver cada que recuerda los fallos que ha cometido, un destello efímero en que recuerda sus días de aprendiz y sus prácticas monacales, tiempos a los que desearía volver si se creyera merecedor de ello.
-DAELLIUS CALABAZA
La noche más larga finalmente se cierne sobre Runaterra, y entre las penumbras de un abismo tan oscuro destella la luz de una vela. Una calabaza en su cabeza, tinieblas en sus dedos, sangre en sus pecados, y un espíritu que refleja los males de los hombres. Esta es la noche de nunca dormir o dormir para siempre, esta es la noche en que el hombre sombra se levanta con su ejército corrompido y camina la misma tierra que los mortales. Y por ello mismo, si la oscuridad no te sonríe y la luz tenue no es suficiente resguardo, cuídate de aquello que se mueve entre las sombras.
-DAELLIUS CABALLERO DEL TERROR
La oscuridad ha consumido a un sinnúmero de almas mortales, de las cuales solo quedan retazos de lo que alguna vez tuvo consciencia, arrepentimiento, culpa y sentimiento. Pero de su bruma se levantan únicamente aquellos que tienen la fuerza para tomar la oscuridad entre sus manos, hombres y mujeres que prefieren consumir la oscuridad a que la oscuridad los consuma a ellos. Estos seres malditos entre los hombres se les ha dado un digno título, que atemoriza hasta a los guerreros más valerosos, pues puede que todo ser vivo tenga límites a los que abstenerse, pero los caballeros del terror ya no pueden considerarse vivos, y la oscura luz que los guía jamás descansa.
-LeBlanc & Vladimir
Pese a tener mentalidades y objetivos diferentes, se unieron para enfrentar una amenaza gigantesca en un pasado que para Daellius no es tan lejano, alguna vez recordado como aquel titán Mordekaiser que atemorizaba el plano terrenal en Noxus. Los tres son poseedores de poderes inigualables en sus propios campos y fieles seguidores de posturas extremistas, lo que los ha llevado a discrepar en más de una oportunidad, rozando peligrosamente con la rivalidad. Pues entre ellos se comparte una actitud común, un ansia de poder que ha sido intensificada o diezmada por un interés mayor, y una ruta que incluye ser abrazado por las sombras. Aliados, y sin embargo, tanto Daellius como Danthalian saben que no son gente en la que confiar, son solo compañeros que saben caminar en la oscuridad tanto como ellos.
-Karma & Shen
Sabios de sus propios dominios, no solo de Jonia, sino de la magia y la conexión entre planos. Daellius recurrió a ellos en busca de ayuda en algún punto, que en la actualidad se muestra ante él como un recuerdo borroso, sin saber realmente el porqué. Les explico el lazo espiritual que tenía con su sombra, Danthalian, y que necesitaba que dicho lazo fuera separado para descansar en paz finalmente.
Por su parte, Shen atacó a Daellius al ver sobre él un demonio de sombras. Fue una pelea intensa, pero Shen no atacaba por furia o venganza, y eventualmente fue capaz de ver que un hombre era el que controlaba a la bestia, o al menos así era en ese momento. Fue entonces que este viajero pudo explicarle la naturaleza de su lazo con Danthalian. Y sin embargo, esto era inútil, Shen le mostró que era imposible separar dos mitades de un mismo ser, y Danthalian ya estaba tan anexo a Daellius como su propia alma, compartiendo ambos un destino que no podría ser dividido. Era curioso incluso, pues el padre de Shen fue un maestro de renombre en tiempos pasados, Kusho, padre de la orden Kinkou le había mencionado algo similar en el pasado cuando vino a Jonia hacía ya muchos años. Sin embargo, ahora Daellius sabía reconocer el aroma de las sombras, incluso en sus recuerdos, y con pesar revivió aquella aura corrupta que Kusho tenía en sus días.
Entre las “Karma” que han existido, información de visitantes como este no son compartidas, o al menos no por palabra. Pero Daellius recuerda claramente la vez que se acercó a ese monasterio, en una recaída enorme, donde Danthalian golpeaba constantemente para liberarse nuevamente. La Karma de entonces lo vio con seriedad, sin decir nada al respecto, y sin que Daellius se lo dijera, una luz celestial cubrió todo el lugar, espantando a las sombras hasta lo más profundo del corazón del hombre. Desde entonces, Daellius no solo fue capaz de hablar más en detalle con Karma sobre sus vivencias, sino que ha profundizado más en las muchas formas de la fe, el control y la espiritualidad que lleva al equilibrio perfecto que manejan las Karmas sobre la luz.
-Yone
Como cazador de demonios, Yone se mantiene como un espectro viajante, uno que tuvo el infortunio de cruzar camino con Daellius, un ser que desprende un aura muy similar a la de los Azakana. En su encuentro no hubo otra opción, una larga pelea en que ambos usaban todo su poder se llevó a cabo en un bosque de Jonia, donde destellos oscuros y rojos se disparaban ante la oscuridad. No hubo ganador, porque Daellius entró en un arrebato de poder descontrolado a manos de Danthalian, y en el proceso, dejándose vulnerable ante la furia, una en que Yone lo atravesó con su espada. Sin embargo, para sorpresa de ambos, esto no mató a Daellius o al propio Danthalian, en su lugar, resultó un pleno alivio que detuvo en seco el fluir de oscuridad en Daellius, que no tardó en explicar su condición. En el acto, Yone supo que un Azakana no era lo que estaba enfrentando, sino algo mucho más grande en el interior de este viajero, y aunque lo intentó purgar de tal carga fue en vano, pues Danthalian no era una entidad que se había aferrado a Daellius, sino que había nacido de él, lo que significaría que es tan vital para el hombre como su corazón. Y aun así, lo que obtuvo Yone esa noche tan llena de sorpresas, fue un amigo.
-Soraka
Daellius deambulo siglos enteros alrededor de Targon, pues esperaba un alivio en su conocimiento de los astros y los aspectos celestes, una forma de estabilizar el avance de las sombras en su cuerpo. Esto, sin embargo, no paraba de llevarlo al mismo punto, en que su mente y la de Danthalian, al igual que su esencia, se estaban mezclando cada vez más y con mayor fuerza. Desesperado, acudió a todo el que pudo sin solución aparente, y aunque nunca encontró lo que buscaba, fue capaz de establecer una relación muy cercana con lo que él llamaba “una estrella”, que le reveló dos caminos de un futuro que se encontraba incierto. Soraka, por su parte, no podía evitar sentir lástima por un ser corrompido hasta ese punto, pero Daellius, tras tanta búsqueda e investigación inútil, solo se conformó con conocer gente como ella en el camino, ya que incluso sin magia, su dulzura e inocencia ante la humanidad era suficiente para sanar algunas de sus heridas.
-Los Centinelas De La Luz
Daellius recuerda claramente aquel elemento, una piedra muy particular que se originó en el centro de las islas, blanca y con un aura mágica inigualable. Sin saberlo, durante la guerra contra las sombras esta piedra fue utilizada como catalizador para la magia de luz, y al final se avanzaron las formas de utilizar dichas artes. Conforme la guerra se volvía más feroz, las armas de los cazadores de sombras igual, hasta alcanzar la completa forja de piedra reliquia en armas que aprovechaban la luz, la fe y la voluntad, no solo de su portador, sino del mundo que las rodea. Dichas armas fueron el origen de los centinelas, que para entonces se habían convertido en una orden separada del mando de los doce. Daellius estuvo presente durante la crisis del Rey Arruinado, pero algo más llamó su atención y no tuvo la oportunidad de apoyar en contra de Viego. Desde entonces no ha llegado a encontrarse con los centinelas, más allá de reclutas y patrulleros que desconocen las artes de la sombra que él domina, pero aun así, en vista de su victoria ante la niebla sabe que son aliados en los que contar, aunque también sabe que la mejor bienvenida que puede esperar son un par de disparos de luz.
-Los Kindred & Su Madre Máscara
Son curiosos los lugares a los que puede llevarte la creencia, y eso Danthalian lo sabe mejor que su portador. Pues en sus tiempos de control recorrió Runaterra en las pieles del hombre, y con su aura atrajo vistas que nunca esperó, incluso encontrándose cara a cara alguna vez con la vida y la muerte. Pero sus viajes tuvieron un tinte diferente cuando se cruzó con los mensajeros de este último, y eventualmente con su creadora, hija de Mortus y tejedora de los caminos del final de la vida, La Madre Máscara y sus tantos Kindred. Las deidades y la fe no pueden ser fabricadas, decían muchos ante el miedo a lo pagano, pero tanto Daellius como su sombra ha encontrado en el dulce canto de la muerte una apacibilidad que no puede explicar, viendo en esta deidad menor una esperanza macabra. Entre sus melodías ambos se han encargado de establecer un vínculo especial con La Madre Máscara, uno en que historias de viajes y travesías se han intercambiado durante largas noches y apacibles días, permitiendo a ambos seres permanecer en calma con la presencia de su contraparte, una paz que solo logran en presencia de tal entidad, algo que los ha hecho muy cercanos.
-Artha
Durante los acontecimientos del Rey Arruinado, Daellius fue atraído por un aura sombría gigantesca, que parecía agrandarse con cada segundo que pasaba. Al instante Daellius sabía que algo estaba alterando al abismo, y se aproximó al extremo más alejado de la isla. Para llegar Daellius se vio obligado a pelear con tantos espectros como la isla podía ofrecer, al punto de verse superado por la oscuridad que los había consumido. Finalmente obtuvo una mano bañada en magia de luz, que apuntó su tridente a su favor y se abrieron paso hasta aquello que parecía atraerlos a ambos. Artha y Daellius se vieron obligados a no participar en el combate que se estaba librando a la lejanía, pero en su lugar, se vieron sorprendidos por una entidad de sombras conformada por los cadáveres de lo que Daellius identificó como los viejos habitantes de la isla.
-Mortus & Vivyam
Ambos seres, caras de la vida y la muerte, productos de un abismo celeste, se han encontrado en viajes con el hombre sombra, y por diferentes motivos de vivencias muy pasadas, ambos han concordado en una relación estrecha tanto con Daellius como con Danthalian, pese a que sus primeros encuentros fueron equivocados, en que Danthalian desafío a Mortus en la muerte, y Daellius cuestionó ante Vivyam los caminos de la vida. Sin embargo, en ambos casos escaparon a ser juzgados. No solo por ser un mortal vistiendo atributos propios de entidades celestiales, sino por conservar una pizca de inteligencia y cordura en su estado actual, pese a estar tanto tiempo en contacto con influencias superiores a la mortalidad y el hombre. Mortus por su parte, tiene una amistad muy cercana a Daellius como un hombre lejano a la humanidad, una paradoja que él mismo enfrenta en sus propias carnes. Pero Vivyam siente compasión por Danthalian, pues un ser nacido de tantos sentimientos negativos, es un ser que sufre solo con existir, algo que el propio Daellius entiende muy bien.
-Vraqueo
Daellius siempre supo elegir sus influencias entre los creyentes, y aunque no tenía miedo ante los riesgos de métodos extremos, no había nadie como El diácono Gastheo. Entre los doce él fue el primero en profesar la oscuridad como el nuevo camino, y el resultado de ello fue que varios jóvenes abandonaran sus nombres “mortales”, entre los cuales un amigo muy cercano de Daellius pasó a ser “Vraqueo” en su renacer. En principio esto no era problema, pero durante la guerra en contra de las sombras el diácono forjó a los caballeros eternos, o como eran llamados durante aquellos tiempos: “La horda”. Estos, dispuestos a acabar con las sombras utilizaban magia de oscuridad, intentando superar con sus propias habilidades a los fragmentos más poderosos. Pero en su evidente inferioridad ante el poder oscuro del propio abismo, no aceptaron un camino de redención para apegarse a la luz, sino que se adentraron aún más en las sombras, hasta aceptar la oscuridad que yacía en su interior, liberando un líquido tan negro como el abismo. Dicho, fue colocado en un cáliz sagrado y una fuente manchada de una catedral oculta en algún lugar de Runaterra. Y una vez ahí, bebieron tanta oscuridad como les era posible, convirtiéndose en seres inmortales. Aun ahora… Daellius puede ver a su amigo vagar por las islas.
-Orvendarf
Similar a Gastheo, y pese a su vejez, Orvendarf descubrió formas más útiles de manipular la oscuridad para corromper y absorber la vida, en las cuales Daellius estaba interesado secretamente. Sin embargo, hasta para los más fanáticos de las sombras, las medidas que descubrió para acrecentar su oscuridad eran retorcidas. Abandonando no solo su humanidad y alma, sino dispuesto a entregar su propia vida a las sombras. Dichas medidas provocaron eventualmente su expulsión, no solo de su credo, sino de la isla en sí, por miedo a que intentara las atrocidades que aclamaba. Quien diría que tras tantos años sería Daellius quien terminaría cumpliendo tales locuras, movido por una oscuridad similar a la de aquel viejo sabio de las sombras. Ahora, Orvendarf es la única persona que puede entender lo que Daellius debe vivir.
-Áragoth
Entre sus muchos viajes tras la muerte, Daellius no pudo evitar conocer en persona al gran guardián. Para su sorpresa esto significó conocer también un fragmento de lo que fue Morgan, pues su alma reposa en la bestia de piedras y rayos. Pero más que eso, una vez llegado el momento, a Daellius se le reveló el tipo de vida que mantuvo Morgan hasta sus últimos días. Desde entonces algo en el hombre se ha roto ante las sombras, pues saber que aquello que estuvo siguiendo cometió tantos errores como él significaba a su vez un alivio y un golpe de realidad, que desmoronaba mucho de lo que él consideraba ser. Aun así, y tras superar el impacto inicial de conocer realmente “Al gran Morgan”, Daellius mantuvo contacto con Áragoth tanto tiempo como pudo antes de las crisis venideras, y años después solo pudo enterarse de su caída en contra de los titanes. Aunque fue una noticia desmoralizadora, Daellius nunca perdió la esperanza de volver a hablar con el guardián, ya que de cierta forma ambos tenían cosas que contarse el uno al otro, por el bien de Runaterra.
-Mishara
Daellius no puede evitar ver en Mishara una compañía indispensable, nacida del hombre y la sombra, pero en perfecta armonía con ambas partes, aunque ella no sea capaz de verlo así. En más de una oportunidad se ha encontrado con ella, recorriendo lugares similares a él y por motivos igual de similares, pero por más conflictivos que fueran sus cruces al principio, no tardó mucho en convertirse en una rivalidad sana entre dos amigos cercanos. Pues en la marca de maldición que acarrean a sus espaldas hay un punto que los conecta más que nada. Por un lado, el hombre que dejó que la sombra lo consumiera, y por el otro, el producto de un amor profano y colmado de oscuridad. Ambos, ligados a la sombra, y ambos, dispuestos a negar esa parte de sí mismos.
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