A mi el ingame me gusta mucho, seguro que han usado el modelo de Nidalee xD
a mi tambien pero le falta la homosexualidad implicita de todos los protagonistas de los grandes juegos de nintendo.
XD
http://i.imgur.com/mpWsr.jpg xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
menos mal que lo cambiaron, ahora ya se ve algo decente el art.
El Juicio de la Liga: Riven, desterrada
Candidato: Riven
Fecha: 9 de septiembre, 21 CLE
OBSERVACIÓN
La carga que lleva Riven sobre sus hombros parece flotar en el aire que la rodea. Los restos de su armadura noxiana están deslustrados, son testigos de su ausencia de deber. La espada rota que porta es, en sí misma, tan grande que la imaginación no consigue concebir el tamaño original de la misma.
Los ecos de la batalla perduran en torno a ella. Arden en sus ojos, tensan su agarre y se enzarzan en sus pasos. Nunca la abandonarán. Ahora está ahí, calmada pese a estar en medio de todo eso, mientras atraviesa las puertas de mármol.
REFLEXIÓN
Los dedos de Riven jugaban alrededor de los bordes de la inscripción rúnica de su espada; un hábito inocente que ya hacía tiempo que carecía de significado. Sus pensamientos se perdieron en su lugar habitual: entre recuerdos oscuros. Apretó los dientes. No había nada más enervante que los recuerdos de una mente culpable.
Se movió nerviosa, de manera involuntaria, mientras la escena de su muerte se desarrollaba ante ella.
Una niebla húmeda recorría el valle tímidamente, como si no quisiese ocultar los horrores de aquel día. El hedor nauseabundo hubiese traicionado sus esfuerzos, de no haber sido porque ese olor dominaba todo el territorio jonio. La muerte tenía ahora una residencia permanente en la lúgubre isla, y su compra crecía a cada hora que pasaba. Después de tantos campos similares, Riven ya no les prestaba atención.
El anochecer se iba asentando mientras la compañía avanzaba con paso torpe, recorriendo la mugrienta extensión. Las botas de Riven se estaban manchando de marrón oscuro por culpa del barro. Sintió náuseas cuando se percató de que no era lluvia lo que había empantanado el suelo.
Se forzó a evitar ese pensamiento. Habría más campos, más nieblas, más estiércol desgarrador; podría procesarlo todo más tarde. “Es esencial centrarse”, solía gritarle su instructor. “Ocurren muchas cosas en el caos de la batalla, pero sólo podrás ocuparte de ellas una a una”.
Lo esencial ahora era avanzar.
La compañía de la Furia había tardado días en alcanzar al resto del 42º Estandarte, y el gris camino a través de los restos de la batalla de los Melters zaunitas era… turbio. La guerra se basaba en las bajas, pero el número cada vez mayor de bajas civiles era sorprendente. El Alto Mando había esperado que los jonios, amantes de la paz, se rindiesen al ver el potencial militar de Noxus. Pero en vez eso, la resistencia era férrea e implacable. Para ser una sociedad que predicaba el pacifismo, los jonios no dudaban en mancharse las manos.
Riven estaba impresionada.
Era una escena particularmente oscura. El valle Coeur era uno de los pocos pasajes a través de los cuales los Melters podían cruzar el pie de las colinas del norte de Shon-Xan. Los jonios habían resistido allí aquella mañana, a la desesperada, con la esperanza de contener o ralentizar a la maquinaria de guerra de Zaun. Era una muestra del fracaso de Jonia. No se habían producido ni tan siquiera la mitad de las bajas con las que contaba la inteligencia noxiana, y se tomaron contramedidas antes de que los Melters probasen suerte en el paso. Aún así, para ser una resistencia tan precaria, Riven no pudo evitar percatarse en la abundancia de uniformes noxianos tirados por entre los muertos.
Un día o dos antes, la avanzada de limpieza noxiana pedía refuerzos.
Riven centró su atención en el camino, ya que había un sonido de pasos que se aproximaban. Alguien se estaba acercando al grupo por el frente. Riven levantó su espada, deteniendo a la compañía y ocultándose tras ella. Era una auténtica arma noxiana, creada para infundir miedo nada más verla.
La figura emergió de entre la niebla. Era una chica, un par de años más vieja que Riven, que se tambaleaba al caminar. Sus ropas estaban rotas y manchadas de sangre. Cuando vio a la compañía, sus ojos se abrieron ampliamente.
“No, no, no, no, no”, masculló. “Más no, por favor”. Cayó de rodillas y empezó a llorar.
Riven ordenó a dos hombres que cogiesen a la chica. Ocuparse de los civiles era una tarea que había agotado a los hombres durante las últimas semanas. Habían sido entrenados para matar a soldados en batalla, no para acabar con pobres transeúntes. Jonia ni siquiera tenía un ejército en pie.
Sólo los más fuertes sobreviven, se recordó a sí misma Riven.
Los dos soldados llegaron junto a la chica y se pusieron uno a cada lado, deseando en silencio que el otro tomase la iniciativa. Riven estaba a punto de intervenir cuando la chica se movió rápidamente y una tenue niebla de color rojo apareció delante de ella. Los dos soldados se tambalearon, muriendo antes de tocar el suelo.
“¡Emboscada!” Su advertencia se perdió entre los gritos de sus soldados. Por todos lados, alrededor de la compañía, se alzaban los cadáveres con sus armas en la mano y cargaban hacia sus filas. Sólo que no estaban muertos. Sus ojos estaban muy vivos y estaban impulsados por el odio. Riven recordó los informes de inteligencia: menos de la mitad de la oposición esperada. Era una trampa. Los jonios lo habían planeado desde el principio.
Ya habían dominado la retaguardia. Riven gritó a la unidad que se colocase en una posición defensiva. Había que advertir al ejército. Sacó una bengala de aviso de su cinturón y la disparó hacia el cielo cada vez más oscuro. Una pálida luz verde iluminó todo el valle.
Uno de los jonios saltó a por Riven. Ella atacó hacia arriba, cortándolo en dos. Los jonios tenían ventaja, pero Riven no se iba a rendir. Si podían derrotarla en combate, se habrían merecido esa victoria. Los fuertes sobrevivirían.
Los soldados noxianos restantes juntaron sus filas, apoyando sus espaldas unos en otros. Casi la mitad de la compañía había ya muerto o estaba muriendo. Ahora, los jonios se tomaban su tiempo, saboreando la desesperación cada vez mayor de los noxianos.
Estaban rodeados y los superaban en número. Sus hombres estaban cansados y desmoralizados. Los jonios, en cambio, estaban alimentados por su odio. Se preguntó cuánto tiempo habrían estado allí, entre los cadáveres de amigos caídos, esperando este momento. Aferró su espada con más fuerza. De un modo u otro, pondría fin a todo aquello.
Una cegadora luz de energía explotó a unos diez metros por delante de ella, mandando a los jonios por los aires. Riven se giró para encontrar el origen, pero otra explosión impactó en el borde del círculo noxiano. A Riven le silbaban los oídos, todo cuanto podía oír era su propio corazón. Los soldados noxianos y jonios estaban sumidos en el caos, algunos luchaban, otros corrían, algunos... se arañaban la carne.
Y entonces se dio cuenta. Los Melters les habían disparado.
Sólo los más fuertes sobreviven, se repitió… pero carecía de sentido allí. Nadie iba a sobrevivir. Los jonios deberían haber ganado aquella batalla por derecho propio, pero también ellos iban a morir. ¿Cómo podía seguir esto el camino noxiano?
Mientras huía del valle maldito, las explosiones golpeaban la tierra a su alrededor. Los soldados de ambos bandos sufrían muertes terribles e inenarrables. En ese momento, algo cambió en ella. La convicción con la que avanzaba hacia la guerra se había evaporado, y sin ella estaba… perdida.
El recuerdo llegaba a su conclusión. Aunque lo había revivido un millar de veces, Riven nunca comprendió por qué ese día acabó de aquella manera. No sabía por qué Noxus dependía de la terrible tecmaturgia de Zaun en vez de en su propio ejército. No sabía por qué no había previsto la emboscada. No sabía por qué había sobrevivido.
"¿Por qué quieres unirte a la Liga, Riven?". Detrás de ella estaba de pie la chica, bañada en sangre y con las lágrimas cayéndole por las mejillas. Pero la voz parecía desentonar.
“Esto no está bien…”, empezó Riven, pero el valle a su alrededor estaba desapareciendo. Era alguna especie de truco.
"¿Por qué quieres unirte a la Liga, Riven?".
“¿Y tú qué…?”
“¿Por qué quieres unirte a la Liga?”. Impaciencia.
“¡No lo sé!”, escupió Riven. Estaba afectada por la invasión de su mente. Había vivido con ese recuerdo durante años, pero era algo que no quería, no debía compartir. Respiró hondamente. “Una vez luché por algo, pero era una mentira”. Dichas por ella misma, aquellas palabras le dolían al oírlas. “Todavía amo a Noxus, nunca dejé de hacerlo. Pero ahora… quiero luchar a mi manera”.
"¿Qué se siente al desnudar la mente?".
Riven dejó que la pregunta resonase en su mente. Muchas veces quiso confiar en alguien, dejar que alguien más la ayudase con aquella carga. Pero contar la historia, incluso verla a través de sus propios ojos, no suavizaba el dolor. Era únicamente suyo, y algunas cosas no se podían compartir.
“Desnuda o no, eso no cambia nada”.
La chica desapareció y Riven se quedó sola en la Academia. Su espada rota brilló suavemente a su lado. La ilusión era invasiva, pero casi había olvidado el antiguo peso de su espada. Como si le respondiese, un tenue brillo verde salió del fragmento, trazando la antigua curva de la espada. De repente, sintió una oleada repentina de consuelo. Tal vez no estuviese todo perdido.
