Buscando por ahí, encontré una "carta" que escribió Arturo Pérez Reverte a los descerebrados que corren con el coche. Es un poco larga, pero está genial... A ver si convence a algún energúmeno por lo menos jeje
Querido Imbécil: No llegarás a comerte las próximas uvas, porque de aquí a un año
estarás muerto. Y cuando digo muerto quiero decir muerto de verdad, criando malvas
para los restos. No palmarás, te lo comunico, de forma heroica, ni útil, ni siquiera natural.
Habrás fallecido estúpidamente, a ciento ochenta y en un cambio de rasante, o una
curva, justo cuando pongas para ti mismo cara de duro de película y metas gas, intrépido,
jaleado por música imaginaria o real, creyéndote el rey del mambo.
Lo peor del asunto, discúlpame, no será tu pellejo; que al fin y al cabo -salvo para ti mismo
y algún familiar- no valdrá gran cosa al precio a que lo vas a vender. Lo malo es que te llevarás
por delante, quizás, a gente que ningún interés tiene en acompañarte en el viaje: amigos
incautos, la familia que vaya de vacaciones en el coche opuesto, el peatón, el camionero
que trabaja para ganarse la vida. Sería más práctico y más limpio, ya puestos a eso, que
acelerases hasta doscientos y te estamparas en bajorrelieve contra una pared, que es un gesto
más íntimo y considerado. Pero sé que no lo harás así, porque en lo tuyo no hay voluntad
de hacerte pupita. Cuando llegue será de forma imprevista, y aún tendrás tiempo de poner
ojos de esto no me puede ocurrir a mí antes de romperte los cuernos y quedarte, como
dicen los clásicos, mirando a Triana para los restos.
Llevo varios años viéndote pasar a mi lado por carreteras y autovías, abonado al carril
izquierdo, dándome las luces para que te deje, en el acto, franco el paso. A veces te pegas a
un palmo del parachoques trasero, confiando siempre, ante mi posible frenada, en la sólida
mecánica de tu coche y en tus proverbiales reflejos y sangre fría. En la intrepidez de tu
golpe de vista y en el valor helado, sereno, que tanta admiración despierta a tu alrededor y,
en especial, en ti mismo. Guapo. Machote. Que eres un virtuoso.
Mira, voy a confiarte un secreto. Somos tan frágiles que te temblarían las manos si lo supieras.
Todo cuanto tenemos, que parece tan sólido y tan valioso y tan definitivo, se va al carajo
en un soplo, en un segundo, al menor descuido nuestro y al menor guiño del azar, la
vida, la condición humana. Basta un insecto, un virus, un trocito de metal en forma de
metralla o bala, una gota de agua o aceite sobre el asfalto, un estornudo, una cualquiera de
esas bromas pesadas con las que el Universo se complace en pasar el rato, y tú y todo lo que
tienes, y todo lo que representas, y todo lo que amas, y todo lo que fuiste, lo que eres y lo
que podías haber sido, se va al diablo y desaparece para siempre sin que vuelva nunca jamás.
Así nos iremos todos, claro. Pero unos se irán antes que otros. Y a ti, querido, te toca en
1994 la papeleta. Claro que a lo mejor me mato yo antes. O a lo mejor me matas tú. Pero
yo sé que eso puede ocurrirme cualquier día en cualquier sitio, porque mi condición es
mortal. Mientras que a ti ni siquiera se te ha pasado por la cabeza.
Lamento no poder comunicarte las circunstancias exactas en que efectuarás -afortunadamente-
tu último adelantamiento. Ignoro si tu nombre quedará sepultado en las estadísticas
de operaciones retorno, puentes o fines de semana, o si merecerás tratamiento individual
tal vez con fotos de hierros retorcidos y pies asomando bajo una manta -siempre se
pierde un zapato, recuerda, no uses calcetines blancos- en las páginas de un diario o, incluso,
con suerte, en un informativo de la tele. Pero las circunstancias de tu óbito me traen al
fresco. Como ya sabes que no suelo cortarme en esta página, diré que ni siquiera me importas
tú.
Hay quien afirma que toda vida humana es sagrada, y puede que sea cierto. Pero no resulta
menos cierto que ya he visto desaparecer unas cuantas vidas, y que algunas me parecen
menos sagradas que otras.
En cuanto a la tuya, y me refiero a tu vida personal e intransferible -salvo que creas en la
reencarnación-, allá cada cual si quiere pagar tan caro el dudoso placer de cabalgar caballos
de hojalata que devoran a su jinete. Y no vengas con eso del amor al riesgo y el vivir peligrosamente.
Conozco a mucha gente que sabe perfectamente, de grado o por fuerza, lo que
es riesgo y la vida peligrosa. Gente que sí merece que derramen lágrimas por ella cuando le
pican el billete, en lugar de lamentar la desaparición de fulanos como tú; de tipos incapaces
de valorar la vida que poseen y que por eso la malgastan. Qué sabrás tú del riesgo, capullo.
Y de la muerte. Y de la vida.
Que tengas buen viaje.
PD: Mierda, iba a poner bonito relato y puse bonito carta XD