Respuesta de un militar democrático al desafío franquista
Hace algunos días un grupo numeroso de militares en la reserva, de los tres ejércitos, emitió un manifiesto en defensa y desagravio del general Francisco Franco. Es evidente que su objetivo es presionar al gobierno para que los restos del dictador no sean retirados del Valle de los caídos. Su segundo objetivo, y no menor, es amedrentar a la sociedad española, estableciendo de algún modo una línea roja que no se debe cruzar.
Los ciudadanos de mi edad, más de setenta años, hemos vivido muchas veces situaciones como esta. Situaciones que desgraciadamente han tenido efectos perversos para el desarrollo de una sociedad plenamente democrática e igualitaria.
Las Fuerzas Armadas, o al menos sus miembros con más poder e influencia, a veces los galones no lo son todo, se han considerado con el derecho y el deber de señalar líneas rojas a la sociedad: línea roja a la República; línea roja a los partidos marxistas; línea roja a la separación Iglesia Católica, Estado; línea roja a todo lo que conduzca a una igualdad económica entre los ciudadanos; línea roja a un proceso de memoria histórica y de determinación de responsabilidades por los crímenes perpetrados durante el golpe de estado de 1936, la guerra civil, y la dictadura de cuarenta años; y línea roja a uno de los objetivos más irrenunciables de un Estado, tener una política exterior soberana, sin estar en la estela obligada por el Imperio.
Es inútil, y por tanto no tiene sentido alguno, entrar en controversia con los firmantes del manifiesto, sobre cuál fue la historia de España durante los 40 años de poder absoluto franquista. Cualquier europeo con formación escolar obligatoria lo sabe:
Golpe de Estado de los ejércitos españoles contra la legítima y legal II República Española.
Eliminación física inmediata de todas las personas que se opusiesen o no colaborasen con el golpe de estado, empezando, entre otros por sus compañeros de armas leales a la República.
Régimen político fascista-católico, similar a los de Hitler y Musolini durante 40 años.
Imposición de un sucesor obligatorio del régimen, el rey Juan Carlos I.Todo esto, y más que no se detalla para no aburrir, es el legado de Franco.
Los militares franquistas, alejados por instinto de cualquier sociedad democrática, se permiten ahora amenazar a la ciudadanía, poner una línea roja al Estado, y ofrecernos en bandeja de acero y pólvora su perniciosa receta: apología del fascismo, elogio al dictador, y honor calderoniano, "Detrás de mí, Dios".
Y Dios solo existe en las conciencias de sus fieles, pero no en la sociedad civil. Esta se rige por otros principios: Respeto a la soberanía del pueblo, respeto a la ley, respeto a los valores democráticos y respeto a los derechos humanos.
Señores militares franquistas, ¡Bájense del caballo, lean por las noches, y respeten a los ciudadanos! No den ejemplo, no nos hace falta.