Tres trailers escoltados por siete coches de la Benemérita circulan a 150 kms/h. Un helicóptero vigila. Protegen una carga valorada en decenas de millones. Periodistas de CRONICA siguen sin permiso la operación secreta
Impresiona ver un camión-trailer de 20 toneladas circulando por la autopista a 150 kilómetros por hora. Y si van tres, uno detrás del otro, la sensación es casi conmovedora. Lo peor es cuando los ves venir escoltados por media docena de todo terrenos de la Guardia Civil, con las sirenas encendidas, y dando ráfagas con las luces largas. Pero el susto grande llega en el último peaje de la Autovía del Noroeste, cuando una docena de guardias, con chalecos antibalas y armas largas, se bajan en marcha de sus vehículos, rodean los camiones apuntando y escrutando cualquier movimiento inesperado de los automovilistas que esperan turno para pagar. Para añadir más dramatismo, un helicóptero aparece sobre nuestras cabezas.
«¿Qué llevan ahí? ¿Oro, armas, plutonio?», comenta uno de los empleados que trabajan en el mantenimiento de la autopista con la ceniza del cigarro cayéndosele, del susto, por la comisura de los labios.
Su sorpresa está justificada. De repente, en esa tranquila tarde invernal, asoman de la niebla tres trailers, siete coches de la Guardia Civil, una treintena de agentes armados hasta los dientes y hasta un helicóptero. Por esta vez, parece que sólo los periodistas saben la razón de esta misteriosa aparición...
Se supone que estos transportes son secretos. Y éste, el más grande realizado en España hasta ahora, más aún. Sin embargo, un equipo de reporteros de CRONICA acompañó, el pasado jueves, esta caravana de la droga desde Murcia hasta Asturias. De principio a fin, 900 kilómetros detrás de 50.000 kilos de hachís que hoy ya no son más que humo.
En realidad, los preparativos de la caravana comenzaron el lunes por la mañana. Eran las ocho y media cuando en el puesto de la Guardia Civil de Cabo de Palos, a la entrada de La Manga del Mar Menor, los agentes flanquean la entrada a uno de estos tres camiones. Se trata de un trailer blanco, con el logo GMS logística/Cartagena, y un enorme escudo de la región de Murcia grabado sobre un fondo blanco. Fue intervenido hace unos meses por la Policía Nacional en Tarragona llevando 600 kilos de droga y hoy lo emplean para transportarla legalmente.
Los guardias civiles comienzan a cargar las siete toneladas de hachís que llevan meses almacenadas de cualquier manera en un garaje del cuartel. Algunos de los fardos, sin embargo, aún están húmedos porque fueron requisados a menos de un kilómetro de estas dependencias. ¿Saben dónde? Nada menos que en la casa que alquilaba Federico Trillo cuando era ministro de Defensa del PP. Pero, ¡calma!: él ya no estaba allí...
Tras dejar su cargo, Trillo se mudó a un chalé algo más discreto que se acababa de construir en Cala Flores. Mientras, la mansión de Cabo de Palos, una de las más grandes de la zona y situada a 50 metros de una cala, fue alquilada a finales de verano por unos vecinos de Málaga que la utilizaban como almacén de droga. Allí les sorprendió la Guardia Civil cuando acababan de alijar 3.560 kilos de hachís. Obviamente, las bromas entre los agentes se subieron de tono recordando lo ocurrido.
Tras la comprobación de que no se dejan ningún fardo, el camión parte rumbo a Cartagena. Allí les espera más trabajo: otros 250 fardos de hachís, de unos 33 kilos cada uno, que cargar. Más de ocho toneladas en total. La operación se realiza mientras los hijos de los agentes que viven en la casa cuartel vuelven del colegio con sus mochilas y con el pan en la mano. Para ellos, estas escenas son también su pan de cada día...
Una hora después, el camión llega a la comandancia de la Guardia Civil de Murcia. En el aparcamiento al aire libre de sus instalaciones, el camionero se las ve y se las desea para maniobrar. Los peatones observan desde fuera, asombrados, el despliegue. Ninguno sabe que dentro de ese trailer viajan 40 millones de euros en droga, casi 125 en total al precio de la calle.
La misma operación se repite el martes. Esta vez, el convoy parte con destino a los puestos de Mazarrón y Aguilas. En el primero les esperan nueve toneladas de hachís guardadas en varias viviendas deshabitadas por su mal estado. Son similares a las que utilizaban los guardias para cambiarse -por falta de vestuarios- y cuyo estado es tan decrépito que la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) pidió su cierre después de que un agente resultase herido al caerle encima parte del techo.
«En instalaciones tan deficitarias como éstas es donde nos vemos obligados a guardar la droga que intervenimos. A veces está cerrada tras una puerta tan frágil que se puede tirar de una patada. Y estamos hablando de los 25.000 kilos de hachís que tuvimos allí durante el verano de 2004», denuncia Pedro Fresneda, responsable en Murcia de este sindicato mayoritario.
Sólo el año pasado se decomisaron en Murcia unos 200.000 kilos. Los narcotraficantes han encontrado en las costas de esta comunidad la facilidad que no hallan en aguas andaluzas, prácticamente blindadas por las unidades móviles del Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE), capaz de detectar cualquier embarcación sospechosa.
SOCIOS COLOMBIANOS
Para asegurar buenos resultados, la nueva fórmula de los traficantes consiste en enviar una veintena de zódiacs a la vez a distintos puntos de la costa desbordando así a los medios de detección, humanos o técnicos. Habitualmente sólo se decomisa un 10% de la droga que entra. Los narcos suelen sacrificar algún cargamento, utilizándolos como cebo, para no tener problemas con los más importantes, en los que además de hachís, transportan cocaína de sus nuevos socios colombianos.
«Imagina toda la cantidad de droga que manejamos con tan poca seguridad. Muchas noches estos alijos sólo están vigilados por el agente de puerta, que además atiende a las personas que acuden a presentar denuncias. Bastaría con inmovilizarlo para llevársela tranquilamente. Es como si la guardases en tu casa», añade Fresneda.
«¿Miedo? Tanto como el que tienes cuando acudes a toda velocidad a un aviso de tiroteo y sabes que aún queda gente armada en el zona», asegura uno de esos agentes de puerta testigo de la conversación.
En el cuartel de Aguilas, la situación es similar. Ése es el destino siguiente del convoy. Allí, la droga -unos 7.000 kilos- se encuentra en varios trasteros y en otro punto común de almacenaje: un garaje donde aparca su vehículo el comandante de puesto y en el que se guarda también el aceite para los motores y objetos personales.
El plan establecido para el miércoles no incluía carretera. Ese día, los agentes concentraron su trabajo en el aparcamiento de la misma comandancia de la Guardia Civil de Murcia. Aquí, el hachís lo guardan en un camión viejo, requisado también en una operación antidroga. Ha llegado a haber tres con más de 100 toneladas. En este momento son 19.000 kilos los que hay que trasladar de un vehículo a otro. A mano, a la vista de las familias, de los niños del cuartel. Dura rutina la de vivir a pie de obra...
PERROS LOCOS
Los perjudicados indirectos de la presencia de tanta droga en la casa-cuartel son los perros del servicio cinológico. Sí, los encargados de detectarla precisamente entre los equipajes de los aeropuertos o en las fronteras. Se volvieron locos con tanto olor y sus cuidadores tuvieron que trasladarlos al puesto de la pedanía de El Palmar donde siguen, ahora más calmados.
Al caer la noche todo está listo: los depósitos de gasolina se llenan a tope para no tener que parar a repostar. Sólo se prevé un alto para que los conductores coman, se cambien entre ellos y los guardias puedan por lo menos ir al baño. Y es que, aunque la seguridad sea lo primero, 12 horas son muchas horas...
La salida de Murcia, el jueves, será recordada. Los accesos al cuartel se cortaron durante varias horas. El dispositivo de seguridad era tal, que hasta algunos guardias civiles hacían fotos con sus teléfonos móviles. La aparición del helicóptero fue espectacular. Los vecinos, muchos aún en pijama, se asomaban pellizcándose para cerciorarse de que estaban realmente despiertos.
Los camiones salieron uno tras otro con un todo terreno de la Guardia Civil en medio. La formación no varió durante el camino. En una ocasión, en la que los periodistas consiguieron colocarse en medio del convoy -justo detrás del camión intervenido-, antes de entrar en el túnel de Guadarrama, a punto estuvieron de provocar una crisis. El todo terreno de vigilancia que se quedó retrasado, inició entonces un adelantamiento hostil y se interpuso de nuevo entre nuestro vehículo y el trailer.
Hasta la capital de España, el trayecto fue impecable. Los camiones y su escolta circularon a la izquierda de la autopista, a una media de 140 kilómetros por hora, impidiendo cualquier posibilidad de adelantamiento. Salvo que algún intrépido se arriesgase a perder todos sus puntos por adelantar por la derecha a más de esa velocidad. No los hubo.
En ese tramo sólo se detuvieron dos veces: para pasar los peajes de la autovía AP 36, de reciente creación. Circunvalaron la gran urbe por la M-50 y los guardias civiles solventaron las escasas retenciones a golpe de sirena.
La ansiada parada -para ellos y para los periodistas que les seguíamos como improvisados paparazzis de drogas- llegó por fin nada más pasar la ciudad abulense de Arévalo. No duró más de media hora y los clientes de la estación de servicio y su restaurante a punto estuvieron de perder el apetito ante semejante despliegue. Las camareras del bar preguntaban a los guardias -ya los conocían de otras ocasiones- qué llevaban y éstos respondían socarrones: «armamento nuclear...», para luego aclarar, por si acaso, que era una broma.
A pesar de la niebla, el convoy no aminoró su marcha por la meseta castellana ni por la Tierra de Campos. En cada cambio de jurisdicción aparecía un coche nuevo de la Guardia Civil que sustituía al anterior como guía. Los relevos se sucedieron durante todo el viaje. Por fin llegaron las montañas asturianas. Los lagos represados del río Luna reflejaban la puesta de sol al atardecer.
Ya era de noche cuando llegamos a Oviedo. Había atasco en la circunvalación de la ciudad. Pero a las siete de la tarde en punto, los camiones entraban por la puerta de COGERSA (Consorcio de Gestión de Residuos de Asturias), la empresa pública propietaria de la incineradora que se levanta al margen de la autovía que comunica el triángulo entre Oviedo, Avilés y Gijón. Allí, un horno con capacidad para quemar una tonelada de droga a la hora -a una temperatura de casi 1.000 grados- destruyó la mercancía sin descanso hasta bien entrado el fin de semana.
HORNO ECOLÓGICO
«No hay emisiones de gases al medioambiente porque esta incineradora está diseñada para limpiar todo lo que expulsa. Además, con cada kilo de droga que quemamos se genera una energía equivalente a 600 kw/h que redunda en beneficio de los ciudadanos», asegura Santiago Fernández, gerente de Cogersa.
En lo que va de año se han quemado unos 100.000 kilos de droga requisada en Murcia en ese horno. La única incineradora de aquella comunidad, ubicada en Lorca, no da a basto con las aprehensiones de hachís. Además, es antigua y está sometida a varias paradas técnicas anuales.
El transporte de cada kilo de droga hasta Asturias le cuesta al erario público unos 10 euros por kilo. Es decir, que con todo lo que se ha gastado este año -un millón- nos preguntamos, ¿no habría una solución mejor?...
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2006/581/1166310001.html
¿que opinais?
¿camiones de 20 toneladas a 15km/h? ¿fake?
salu2