Una solución más efectiva y radical para España sería crear un plan de transición donde se obligase a las industrias de ganadería intensiva a transformarse en productores de ganadería extensiva, ofreciendo así carne de más calidad, con mayor respeto por los animales y con mucha menos huella ecológica.
Con este plan se subirían los impuestos de la carne industrial y con lo recaudado se subvencionaría la producción de ganadería extensiva para abaratar su coste. Para combatir el descenso de la demanda en los sectores industriales habría que aumentar la oferta de ganadería extensiva, de tal forma que se podrían crear cooperativas en las dehesas para recolocar a los trabajadores provenientes de la industria cárnica.
Así habremos cambiado el sistema productivo de raíz, en vez de hinchar las arcas del Estado. Eso sí, evidentemente la capacidad productiva de la ganadería extensiva es mucho menor, por lo que una vez llevada a cabo la transición la oferta de carne sería mucho menor, de tal forma que o bien la gente comería menos carne o bien los precios subirían.
De esta forma no se podría echar la culpa ni a los ricos ni a los empresarios, porque serían los grandes perjudicados. ¿Así mejor?