Lo dijo tras el asesinato de Sandra Palo. A punto de salir a la calle, cumplidos cuatro años de reclusión, los informes asustan: hostil, egocéntrico… Pronóstico: reincidencia.
«Dificultades de adaptación al centro, con numerosos expedientes sancionadores por comportamientos desajustados y agresivos; integración insatisfactoria con el grupo de convivencia, careciendo de habilidades de relación y capacidad empática, manteniendo actitudes recelosas y hostiles que provocan el rechazo de los iguales; altibajos en el trabajo educativo; inestabilidad emocional, con fuertes fluctuaciones de su estado de ánimo; pensamiento egocéntrico, completamente centrado en sí mismo, lo que le imposibilita la comprensión de los sentimientos ajenos; bajo autocontrol, careciendo de estrategias para manejar la tensión interna, tendiendo a su descarga mediante la ira; inmadurez y dependencia; dureza emocional y comportamientos antisociales adquiridos; y cronificación de la marginalidad en su familia» -AUTO DE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE MADRID (11/06/07)
La tensión hizo que María del Mar Bermúdez se derrumbara y se sentara a llorar en la acera, a la entrada del centro de Menores madrileño El Renasco. Llevaba horas esperando la salida del Rafita, el menor de los cuatro verdugos de su hija -Sandra Palo, violada, atropellada hasta ocho veces y finalmente quemada en mayo de 2003- sin saber muy bien cómo iba a reaccionar llegado el momento. Básicamente quería gritarle que cuatro años encerrado no es suficiente pena por lo que hizo, que no lo creía arrepentido, que suelto era un peligro…
Las lágrimas aparecieron cuando escuchó a Carmen Balfagón, desplazada hasta el lugar para calmarla y anunciar que el Rafita no saldría ese día, martes 12 de junio. La directora de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (ARRMI) aseguraba que, tras cumplir la pena de cuatro años de internamiento, estaba curado. «Está rehabilitado», dijo para desconcierto de la madre que sigue muy de cerca su comportamiento, «ha asumido el mal que hizo y su evolución ha sido favorable, por lo que entendemos que puede hacer una vida normal. Muchas veces ha pedido perdón».
Su optimismo a las puertas de El Renasco respecto a la actitud del Rafita choca bruscamente con las conclusiones de los especialistas que lo han atendido en el centro y con los informes de la propia agencia que Balfagón encabeza. Sus dictámenes sobre él, por contra, no pueden ser más negativos. El párrafo que encabeza esta página y que describe a un joven inadaptado, agresivo, hostil, egocéntrico, descontrolado, dado a la ira e incapaz de relacionarse con los demás, entre otras lindezas, así lo manifiesta.
Es el extracto del auto en el que la Audiencia Provincial de Madrid le denegaba al Rafita, el pasado lunes, el paso a un centro semi abierto, traslado que su abogado incomprensiblemente había solicitado sólo unas semanas antes de su puesta en libertad. El juez se pronunciaba «a la vista de los informes facilitados por el equipo técnico del centro y por el ARRMI». En ambos casos halló muy pocos halagos hacia el Rafita. «Durante los cuatro años de cumplimiento existe una evolución positiva en el desarrollo de los hábitos básicos de salud y cuidado personal, y muestra un adecuado rendimiento e interés en el taller de carpintería», es todo lo provechoso que decía el auto de él. El Rafita se asea -dicen que ha aprendido a comer con cuchillo y tenedor- y se porta con la madera y el serrucho. Poco más.
Con estas premisas, el juez se decantó porque permaneciera en el centro cerrado: «Para tratar de poder completar el trabajo educativo, singularmente para completar el 5º curso de educación básica [a sus 18 años su nivel escolar corresponden al de un niño de 10], y las demás actividades prelaborales que realiza; asunción de su realidad personal, y avanzar en el autocontrol y reducción de respuestas impulsivas».
Poco tiempo tendrán los educadores del Renasco para reconducirlo como pide el juez. Este 27 de junio, el Rafita estará en la calle. Tenía 14 años cuando cometió el crimen y ha cumplido cuatro, el máximo contemplado por la ley para los delincuentes de entre 14 y 16 años. Durante tres años estará en libertad vigilada y, puesto que tiene una orden de alejamiento de la familia de Sandra, lo trasladarán fuera de Madrid, probablemente a Canarias, donde ingresaría en un piso tutelado.
Ha sido inevitable que su salida reabra el manido debate sobre si la Justicia es suficientemente dura con menores como él, capaces de crímenes atroces y con una abultada carrera delictiva que, en su caso, se inició con sólo siete años. Son muchos los que apuestan porque el Rafita pasará a formar parte del 17% de menores delincuentes que reinciden una vez cumplida la pena.
«El informe revela muchas razones para temer la reincidencia», se pronuncia el psicólogo y criminólogo Vicente Garrido. «Destacan los rasgos típicos de la psicopatía, aspectos que se relacionan con una carrera prolongada y violenta. Representa la personalidad característica de los delincuentes precoces, versátiles en el crimen y que, salvo que alguien lo remedie, están destinados a hacer de la sociedad el objetivo permanente de su incompetencia social y de su ira».
Al experto le preocupa especialmente el ambiente familiar al que retornará el Rafita. La misma inquietud asalta estos días a Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid, el primer especialista que lo examinó tras el crimen, con 14 años. «Cuando lo exploré era un niño en el sentido literal de la palabra, un niño que tenía consciencia de lo que había hecho pero que no era capaz de valorar lo que eso suponía. No se me olvida que me dijo: "Yo soy malo". Y lo decía en sentido de "yo nací malo". Eso me hizo reflexionar mucho sobre el entorno en el que ha vivido, muy difícil, complejísimo y criminógeno».
EL PADRE, EN LA CARCEL
La fama del Rafita trasciende a toda la ciudad de Alcorcón, donde vivía antes de lo de Sandra y donde aún reside su familia. Tras la puerta de su piso, en la calle Villaviciosa de Odón, el jueves a las 13.30, sólo se oían los ladridos de un perro. El Paco, el segundo de sus seis hermanos, el único en casa, aún dormía. No quería saber nada de la prensa.
El padre, Paco también, siempre saliendo y entrando en prisión, hace sólo unos días que ha vuelto a la celda. Los dos hermanos pequeños, el Dani y el Richard, viven en un centro de acogida después de que hace cinco años le retiraran la tutela a la madre, Manuela. El propio Rafita estaba tutelado por los servicios sociales cuando asesinaron a Sandra pero se fugaba del centro a su antojo. Los hermanos mayores, el Bubu y el Manuel, hacen vida propia. Nadie en la familia tiene oficio conocido.
Rafael García Fernández, el Rafita, nació el 5 de diciembre de 1988 en el seno de una familia gitana asentada en el poblado chabolista de Las Mimbreras y realojada en 1999 en un piso de protección oficial en Leganés. Allí, con 11 años se ganó enseguida fama de delincuente -tirones, robo de coches, alunizajes…- y las protestas de los vecinos provocaron el traslado de la familia a Alcorcón, donde siguió con lo suyo. Se integró con los del Chupete, una conocida banda de menores, que llegó a acumular 700 denuncias.
Por citar sólo una de las miles de hazañas del Rafita: poco antes de la muerte de Sandra, aún con 13 años, se asomó a su terraza y comenzó a disparar con una escopeta de perdigones a todo el que pasaba. Dos personas resultaron heridas. La decena de vecinos que fueron a comisaría recibieron una carta: «Respecto a la denuncia formulada por usted por hechos presuntamente cometidos por el menor R. G. F., ha recaído una resolución de archivo por no haber cumplido los 14 años».
Si el asesinato de Sandra Palo se hubiera cometido seis meses antes, la Justicia no hubiera podido tocarle un pelo al Rafita.
¿Alguien duda que la ley en este pais es una mierda?
