Ender asintió con la cabeza y se levantó. Los demás chicos se habían ido. Algunos estarían esperando, pero serían los malos. Su monitor no estaba encaramado en su nuca oyendo lo que él oía y viendo lo que él veía. Podrían decirle lo que quisieran. Ahora incluso podrían pegarle; nadie podría ya verlos y por lo tanto nadie acudiría en ayuda de Ender. El monitor tenía sus ventajas, y las echaría de menos.
Era Stilson, claro. No era más grande que la mayoría de los chicos, pero era más grande que Ender. Y tenía a otros a su lado. Siempre los tenía.
—Eh, Tercero.
«No respondas. No hay nada que decir.»
—Eh, Tercero, te hablamos a ti. Tercero, eh, medio insector, te hablamos a ti.
«No sé qué responder. Diga lo que diga, empeorará las cosas. También las empeorará no decir nada.»
—Eh, Tercero; eh, cagarro, te han cateado, ¿eh? Creías que eras mejor que nosotros, pero has perdido tu pequeño pajarito, Tercero, tienes un vendaje en la nuca.
—¿Me vais a dejar pasar? —preguntó Ender.
—¿Le vamos a dejar pasar? ¿Le dejaremos pasar? —Se echaron a reír—. Claro que te dejaremos pasar. Primero dejaremos pasar tu brazo, después pasará tu trasero, luego a lo mejor un trozo de la rodilla.
Los demás corearon «Has perdido el pajarito, Tercerito. Has perdido el pajarito, Tercerito.»
Stilson empezó a empujarle con una mano; alguien le empujó por detrás, hacia Stilson.
—¿A qué jugamos? —dijo uno de ellos.
—¡Tenis!
—¡Ping-pong!
Esto no iba a acabar bien. Y Ender decidió que prefería no ser él quien acabara mal. Cuando el brazo de Stilson volvió a extenderse para empujarle, Ender intentó agarrarle. Falló.
—Oh, me vas a pegar, ¿eh? Me vas a pegar, Tercerito.
Los que estaban detrás de Ender le sujetaron. Ender no tenía ganas de reírse, pero se rió.
—¿Quieres decir que hacen falta otros como tú para pegar a un Tercero?
—Nosotros somos personas, no Terceros, cara de cagarro. Tienes menos fuerza que un pedo. Pero le soltaron. En cuanto lo hicieron, Ender soltó una patada alta y fuerte que dio a Stilson justo en el esternón. El chico cayó. Ender se quedó sorprendido; no había pensado tirar al suelo a Stilson de una patada. No se le ocurrió pensar que Stilson no había tomado en serio una pelea como ésa, que no estaba preparado para un golpe tan desesperado.
Por un momento, los otros retrocedieron y Stilson siguió en el suelo, inmóvil. Todos se preguntaban si estaba muerto. Ender, sin embargo, trataba de descubrir la forma de anticiparse a la venganza, de evitar que mañana le atacaran todos juntos. «Tengo que vencer ahora, y para siempre, o tendré que pelearme todos los días y cada vez será peor.»
Ender conocía las reglas nunca dichas de la guerra entre hombres, aunque sólo tuviera seis años. Estaba prohibido golpear al oponente caído indefenso en el suelo; sólo un animal lo haría.
Precisamente por eso se acercó al cuerpo inerme de Stilson y le dio otra patada en las costillas, con saña. Stilson soltó un gemido y rodó hacia el otro lado. Ender caminó en torno a él y le dio otra patada, en los genitales. Stilson no pudo emitir ningún sonido; se limitó a doblarse, y de sus ojos surgieron lágrimas.
Entonces Ender miró a los otros fríamente.
—Es posible que se os pase por la cabeza la idea de atacarme en grupo. Es probable que me dierais una buena paliza. Pero no olvidéis lo que hago con los que intentan hacerme daño. En adelante, os pasaríais el tiempo preguntándoos cuándo os agarraré y qué haré con vosotros. —Dio una patada a Stilson en la cara. La sangre de la nariz salpicó el suelo—. No será así —dijo Ender—. Será peor.