EL CORONAVIRUS. COVID-19 General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Así ha quedado bautizado. <<Co>> por corona, <<vi>> por virus <<d>> por disease, y 19 por el año en que apareció el brote que parece ser fue identificado el último día de ese año. Es el nombre científico y así ha sido nombrado en su nacimiento mundial: covid-19 acaba de llegar al mundo y lo hace para crecer y multiplicarse.
Mi nieto, uno de ellos, recluido en casa sin saber para qué, ni porqué -los niños no se plantean interrogantes- lo ha bautizado mejor, colocando al bichito en el lugar que se merece:
-Abuelo es el rey de los virus porque tiene corona.
Este niño tiene futuro.
Lo primero que se me ocurre es que todos deberíamos hacer un acto de humildad para vernos en nuestra fragilidad y dejar de lado nuestra corona de reyes de la naturaleza. Apreciemos lo insignificante, por peligroso en ocasiones.
En situaciones de crisis, cuando reina la muerte, con corona de virus en este caso, canta y cuenta el amor a la vida, y en ello debe estar presente el honor del hombre, más deseable que la propia vida. Sin ello no habrá victoria. Es necesario un ejército de hombres de honor.
Nos lo enseña la Ilíada. En cuanto el hombre se puso a escribir, a transmitir el dolor y el amor, entre gente de todas las clases y condición, entre guerras y pasiones, se cantó al honor y al valor necesarios para adquirir la condición de hombre. Aprendemos que se lucha por el deber y nunca por la pasión. En el punto de partida de la literatura griega, de toda la literatura occidental, un anciano, Crises, abre la epopeya heroica. Así empezaba el Capítulo I: La peste. La cólera. <<Canta, oh diosa, La cólera del Pelida Aquiles…>>.
<<El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacedote Crises>>.
<<Poned en libertad a mi hija…>>.
Termina en el Capítulo XXIV: El rescate de Héctor. <<Príamo, caído a los pies de Aquiles, lloraba copiosamente por Héctor…>>. La compasión y la piedad.
Son momentos, estos de ahora, como entonces, donde se muestra la grandeza y miseria del ser humano, donde todo se refleja, en cada acto cotidiano, valor y cobardía, honor y lo contrario, la lucha y la huida, no hay pasión humana que no quede al descubierto. La mayor de todas es la cobardía que engendra el egoísmo. Contra el valor que engendra el honor.
La Ilíada cuenta la historia del nacimiento de los sentimientos; en un nuevo ser humano.
Ahora se repite el escenario de aquella primera literatura. Escrito está y aflora. Muchos se enfrentan, recogen a los heridos y curan. Otros tienen peor labor. Hay soldados en lucha por todas partes, venciendo al miedo, esperando que Aquiles entre en combate, ellos dan lo mejor de cada uno. Vencerán porque no hay lucha que dure siempre.
No quedarán grabados los nombres de los luchadores, porque la grandeza no describe a los que la usan a diario. Son un ejército de médicos, sanitarios, enfermeros, cuidadores, científicos, técnicos, auxiliares, policías, vigilantes, comerciantes, autónomos, vendedores, padres, abuelos sacrificados, conductores… ¡Son tantos!
No olvidaremos los nombres de los que huyeron al primer sonido de las armas. Se sabrán quienes son los que cerraron y tiraron las llaves de aquellos lugares más seguros, pero necesarios para dar continuidad al ataque. Ninguna Institución del Estado, ningún poder del Estado, Cortes, Gobierno, jueces y magistrados, ningún órgano de la Administración, deben, ni por un minuto, cesar en su actividad. Es su deber encabezar la lucha, sin pedir nada a cambio o, si acaso, el cambio de lugar si hay infección. Ellos no pueden abandonar su puesto por el ataque de un virus por muy mortal que sea. Ni ante la muerte debe haber deserción, menos que ante otra causa.
El valor es auténtico coraje que sabe sobreponerse al miedo. La lección la dan dos ancianos con cuyos nombres empieza y termina la Ilíada: Crises y Príamo.
Empieza con el canto I: La peste. La cólera. Termina con el canto XXIV el de la compasión y la piedad: El rescate de Héctor.
Así empezó la escritura y la historia de los acontecimientos; hasta hoy.
<<En los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que el dios reparte: en el uno están los males, y en el otro los bienes>>.
En unos el honor y el valor. En el otro ungüento para los cobardes.
De este último ungüento, desde entonces, surgieron las guerras y traiciones. La muerte sale de ese tonel donde se mezcla con la cobardía; son lo mismo.
Todo está escrito en los principios de la literatura griega, de toda la literatura occidental.
En momentos como este solo queda: que cada uno cumpla con su deber. Si es que queda algo de honor y valor.
<<…pues el necio solo conoce el mal cuando ya está hecho>> (Ilíada. Canto XVII).
El mal ya está hecho ante la cobarde reacción de los que deberían estar en primera línea del frente de la defensa. ¿Qué saben ellos de su misión: ser los primeros en servir y últimos en servirse?
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com