Todo empezó hace unas semanas cuando me quedaba a solas en mi cuarto y me ponía a encender cerillas en la oscuridad... Me divertía haciéndolo; disfrutaba sintiendo el calor del fósforo quemado y su olor inconfundible, al principio los apagaba pero con el tiempo empecé a dejarlos arder al máximo, empecé a coger de 2 en 2 y de 4 en 4, era imparable.
La cosa no quedó ahí, vivo en una casa donde tengo una extensión de terreno considerable y la he utilizado para saciar mis ganas de ver cosas arder, empecé con cartón, folios y trozos de madera, la cosa no se ha quedado ahí obviamente.
He empezado a coger cortinas y sábanas de mi casa, también mesas que no utilizamos y las he ido quemando y cada vez las hogueras más grandes y más grandes, es como si necesitara cubrir mis necesidades. Mientras escribo estas líneas mi propia casa está ardiendo debido a mis instintos pirómanos, y disfruto sintiendo el calor rodeándome y doy gracias a que no haya llegado a la corriente eléctrica.
Creo que es mi final, gracias por compartir tantos años conmigo. Un abrazo.