Ha sido a primera hora de la mañana del lunes, en esa sección de Protagonistas que se llama Correo sin Respuesta. La carta la firma Luis del Olmo y es dura. Mucho más de lo que habitualmente suelen ser esas misivas entre periodistas. En esta profesión, que se escuda en el perverso aforismo de que "perro no come perro" y critica a todo el mundo menos a los miembros relevantes de su propio colectivo, Del Olmo le dice a Losantos, entre otras cosas, que sus mensajes pueden "convertir a los señores obispos en sembradores del odio, en palmeros de peligrosas fantasías..."
Aquí la carta:
"Cualquier ciudadano tiene el derecho de estar en desacuerdo con que la Universidad Autónoma de Madrid haya investido como doctor honoris causa al veterano político y ex secretario general del PCE Santiago Carrillo.
Unos pueden estar en desacuerdo porque consideren que en Carrillo no se dén los méritos necesarios que le hagan merecedor de esa alta distinción académica; otros pueden opinar que en la biografía de Santiago Carrillo hay historiadores que le atribuyen responsabilidad en la horrible matanza de Paracuellos del Jarama, mientras que otros historiadores mantienen que fue personalmente ajeno a aquella barbaridad; y, en fin, habrá quiénes digan que Carrillo hizo una gran contribución a la Transición española hacia la democracia y otros que mantengan que esa contribución fue poco relevante o innecesaria...
Son asuntos de opinión que merecen, cualquiera de ellos, todos los respetos. Lo que llama la atención, sin embargo, es que desde la cadena de emisoras de la que es titular la Conferencia Episcopal Española (es decir: los supuestos predicadores de la paz, el perdón y de la fraternidad entre los seres humanos) se aproveche ese doctorado honoris causa para desenterrar el hacha de la guerra civil, el tono cainita de las dos Españas, y la crónica truculenta de unos sucesos de hace setenta años, por lo que todos los españoles ya nos hemos perdonado y hemos decidido, ¿de común acuerdo?, pasar página.
Predicar, como predicó el vocero radiofónico de los obispos, Federico Jiménez Losantos, el pasado viernes, que --y son palabras textuales-- "ametrallar a niños de 14 años con sus padres, con sus abuelos... esas son las hazañas de Santiago Carrillo"... es tan fuera de lugar que no hace más que convertir a los señores obispos en sembradores del odio, en palmeros de unas peligrosas fantasías quizá nostálgicos para ellos, y, a fin de cuentas, en todo lo contrario de lo que es una labor de paz, de caridad y de tolerancia.
No sabemos si con éso la COPE gana oyentes o anunciantes... pero lo que pierden los obispos es dignidad.
Y, amigos, esta no es una defensa de Santiago Carrillo. Ni una defensa ni un ataque. Esta es la crónica objetiva, real, comprobada, grabada en los archivos de la palabra reciente... la crónica de que quienes con una mano ordenan "poner la otra mejilla", con la otra parecen hacer todo lo posible para resucitar la agresividad y el odio de aquellos años en que éllos, la Iglesia, paseaban a Franco bajo palio.
En la Conferencia Episcopal, propietaria de la COPE, ya no manda oficialmente Rouco, sino que está al frente el obispo Blázquez. Pero el discurso del pequeño talibán de sacristía sigue siendo, según me cuentan, el mismo. O , cada día que pasa, peor.
No nos extraña que algunos obispos digan en privado que sienten vergüenza.
Menos mal. Será que han leído el Evangelio."
Cuanta razón.
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