Bueno, pues anoche estuve en Dismaland. El "parque temático" se encuentra en la costa de Weston-super-Mare, un pueblecito de playa cercano a Bristol. Llegué tarde y esto acrecienta la sensación de que llegas a uno de esos parques de atracciones de las películas de terror americanas. La taquilla para comprar entradas ya estaba cerrada y las vallas para formar colas tiradas por el suelo daban una imagen desoladora que se completaba con el tétrico cartel de luces tenues que rezaba "Dismaland".
Nada más entrar comienza la broma, y es que la entrada consiste en un control de seguridad de los que estamos acostumbrados en el aeropuerto. Unas chicas vestidas de guardias de seguridad te insultan, te dicen que si sonríes te detendrán y te registrarán a fondo, te obligan a agacharte a recoger la basura que ellas mismas tiran, y cuando se la das te la vuelven a tirar a la cara.
Cuando finalmente consigues pasar tan exhaustivo "control" te das de bruces con la escena distópica de un castillo medio derruido, sobre un pantano verdoso en el que se hunde un camión de policía, una noria que supone lo único que brilla de forma más o menos constante y a la derecha un bar en el que adquirir comida y bebida.
Los "azafatos" de Dismaland, caracterizados por sus orejas de Mickey, nunca sonríen. Te insultan, te hablan con desgana, todo un lujazo. Lo que no era parte del show era el tiempo que tardaban en servirte una bebida en el bar. Bebida en mano toca explorar un poco, un campo de mini-golf representando el golfo pérsico con sus excavaciones de petróleo, un puesto en el que puedes intentar tirar un yunque con pelotas de ping-pong, un tiovivo en el que los caballitos tienen caras de pocos amigos y tienes algún psicópata escondido entre ellos, diversas esculturas pintorescas por todos lados.
En general la temática es consistente con una especie de visión distópica de Disneyland. Para aquellos que estén familiarizados con el concepto de hiperrealidad parece que Dismaland busca romper esa realidad perfecta que es Disneyland simulándolo y caricaturizándolo. Y si eso es lo que pretende consigue lo contrario. Gente sacada del garito más alternativo del este de Londres haciéndose un selfie con un globo de helio en el que se lee "I am an Imbecile". Dismaland es a Disneyland lo que Disneyland es a la realidad. O quizás precisamente eso es lo que Banksy buscaba. Personalmente, yo me pierdo con tantas capas de ironía.
Lo que parece claro es que a Banksy se le agotan los temas y en ocasiones parece haberse estancado a finales del siglo XX. Una escultura caricaturizando la muerte de Lady Di puede seguir siendo algo muy significativo para los británicos, pero a otros puede antojárseles que el artista no se ha puesto al día y la recurrente guerra del Golfo ya hace tiempo que ha sido sustituida en el imaginario colectivo por conflictos más recientes.
Eso sí, la crisis de los refugiados estaba presente en un Mediterráneo en miniatura con "lanchas teledirigidas" en el que tres pateras atestadas de refugiados navegan huyendo de una patrullera. El espectador puede elegir qué papel tomar a la hora de navegar por un estanque plagado de figuritas ahogadas. Esta quizás fue una de las instalaciones más actuales y directas.
Pero no confundirse, Dismaland no es un Disneyland para adultos lleno de atracciones y juegos de corte irónico y artístico. El sitio es pequeño y tras merodear una hora prácticamente has visto todo y salvo algunas instalaciones no todo es tan interactivo como para ocupar horas de diversión. Por suerte ayer era viernes, y los viernes por la noche la visita incluye conciertos.
El escenario es increíblemente pequeño, tan pequeño como el escenario de muchos pubs. Aun así no estaba tan atestado como cabía esperar y permitía disfrutar de los conciertos de forma directa. Los primeros en tocar fueron los políticamente incorrectos Sleaford Mods. Con su música machacona y sus letras plagadas de insultos empezaron a despotricar contra el gobierno inglés a razón de unos veinte "fuck" por minuto de media. El momento álgido, cuando se pusieron a insultar a Cameron señalado a un grafiti del primer ministro que había junto al escenario y la gente comenzó a tirar bebidas a la caricatura en homenaje a tan querido político. Pausa, una banda local que vino bien para recargar bebidas y sentarse un poco y el plato fuerte. Savages.
Sinceramente, dudo que haya un entorno mejor que Dismaland para ver a estas chicas. Con su vestimenta negra y una cara tan seria como la del resto del personal del parque, nada más subirse al escenario Jehnny Beth gritaba que lo que prefería de ese sitio es que nadie le había pedido que sonriera. Y según avanzaba el concierto la gente de a mi alrededor cambió. Los jóvenes de peinados extraños que parecían sacados de algún garito alternativo de Londres empezaron a verse desplazados por viejos punks con dentaduras destrozadas que parecían salidos del pub a la vuelta de la esquina. La transición para mí se caracterizó en el momento en el que un chaval con rastas estaba grabando un vídeo y llega otro chaval a gritarle "vive el momento con tus propios ojos", tan bucólica escena se vio interrumpida por una pareja de punks que pasaban la cincuentena (o lo parecían) e iban como cubas arrasándolos y cayendo al suelo. Al final del concierto la locura ya era completa, con Jehnny Beth alzándose en medio del público mientras alrededor la gente saltaba, se caía y se empujaba.
Al terminar el concierto fuegos artificiales que venían desde lo alto de un muro a la derecha del público. Y si uno miraba al origen de esos fuegos veía a un señor con capucha, birra y fumando que encendía los fuegos con el cigarrillo entre calada y calada. ¿Banksy? Quién sabe. Y qué más da.