«Nos despertábamos en la jaula, tomábamos el desayuno e intentábamos volver a dormir hasta la hora de la comida. Hacía mucho calor, pasábamos el resto del día mirando al frente hasta que nos daban la última comida y volvíamos a dormir. Los interrogatorios dependían en gran medida de los interrogadores. A veces nos sometían a interrogatorio a diario y otras veces nos dejaban en paz durante varios meses. Con la tortura pasaba igual.»
Así describe Ruhel Ahmed su día a día en el campo de detención de Guantánamo. Él y su amigo Asif Iqbal estuvieron en Madrid este verano para participar en el curso «La tortura: el dolor como método», organizado por Amnistía Internacional y la Universidad Complutense de Madrid.
Tanto ellos dos como su amigo Shafiq Rasul, los tres británicos, pasaron dos años y medio bajo custodia de Estados Unidos en la base militar de Guantánamo. Aún hoy, más de dos años después de ser liberados sin cargos, no saben por qué les detuvieron ni tampoco por qué decidieron ponerles en libertad.
Su «aventura» empezó en el otoño de 2001 con un viaje a Pakistán para preparar la boda de Asif. Eran cuatro –el cuarto, Monir, sigue «desaparecido». En Karachi asistieron a una mezquita donde el imán invitó a los fieles a ir a Afganistán a llevar ayuda humanitaria. Eran las semanas posteriores a los atentados del 11 de septiembre y previas a la intervención armada en Afganistán.
Aventura descontrolada
«Éramos jóvenes, ingenuos y decidimos ir a Afganistán porque era una aventura, podíamos conocer el país y además hacer algo positivo», cuentan.
Sin embargo, las cosas en Afganistán se complicaron y, como ellos mismos dicen, perdieron el control de sus vidas. Acabaron en una zona en la que actuaba un grupo de talibanes que terminaron rindiéndose a la Alianza del Norte del general Dostum. Fueron hechos prisioneros. Les metieron junto a decenas de hombres en unos contenedores asfixiantes a los que sus captores disparaban para hacer agujeros. Muchos perecieron allí dentro. En el camino, perdieron la pista a Monir. Pasaron un mes en la prisión afgana de Mazar-i-Sharif, hasta que las tropas estadounidenses llegaron a la ciudad. Para ellos fue como ver el cielo, creían que estaban salvados. No fue así. Próximo destino: Guantánamo.
«Lo peor fue que era Estados Unidos el que nos retenía, el que nos torturaba, el que nos mantenía en condiciones infrahumanas. Teníamos una imagen idílica de Estados Unidos como país democrático y defensor de los derechos humanos. Cuando nos ocurrió esto nos dimos cuenta de la gran hipocresía.» Así relata Asif la que califica como «peor experiencia» de su paso por Guantánamo.
La de Ruhel fue «no saber, en primer lugar, por qué te detienen y después, cuando nos trasladaron a Guantánamo, por qué te llevan a un lugar que no es tu país. Y no saber cuánto tiempo más te vas a quedar allí.»
A todo eso hay que sumar las torturas, los malos tratos, las vejaciones, las humillaciones a las que fueron sometidos.
Como un animal
«Haber estado en Guantánamo lo ha cambiado todo. Es muy difícil llevar una vida normal»
«Al principio estaba en una jaula, como un animal. Era como estar en un zoo. Tenía un cubo para hacer mis necesidades y otro con agua. No supe dónde estaba hasta que la Cruz Roja me lo dijo tres semanas después de ingresar en Guantánamo», describe Asif.
Las condiciones empeoraron drásticamente cuando les acusaron de aparecer en un vídeo junto a Osama bin Laden y Mohamed Atta. «Nos torturaron durante tres meses, estuvimos en confinamiento aislado tres meses, nos sometían a interrogatorio en posturas forzadas. Al final,en medio de un dolor agónico confesamos que sí, que éramos nosotros los del vídeo», recuerda Asif.
Sin embargo, la filmación fue realizada en agosto de 2001, cuando ellos estaban en el Reino Unido. Afortunadamente pudieron probarlo y oficiales británicos respaldaron su versión.
Quizá fue eso lo que les devolvió a su país, libres de todo cargo, pero no de toda sospecha, como después la realidad se ha empeñado en demostrar. Antes vivían en Tipton, una localidad cercana a Birminghan, y allí siguen sus familias. Pero no ellos. Las amenazas, el acoso constante, les llevaron a trasladarse a otros lugares de Inglaterra.
«Haber estado en Guantánamo lo ha cambiado todo. Es muy difícil llevar una vida normal», asegura Ruhel. «Por ejemplo, a la hora de buscar empleo, hay un gran vacío entre 2001 y 2004 en mi historial profesional y cuando pongo que he estado en Guantánamo, el trabajo nunca es para mí», ironiza.
También en los aeropuertos tienen muchos problemas y lo habitual es que a las horas de espera normales ellos tengan que añadir otro par de horas o más de interrogatorios y comprobaciones policiales.
Secuelas
Sobre las secuelas que les ha dejado su paso por Guantánamo, Ruhel explica: «Al principio después de volver me despertaba por la mañana y me quedaba en la cama esperando a que alguien me trajese algo de comer, como en Guantánamo. Mentalmente todavía estaba allí. Después de tres o cuatro semanas intentábamos olvidar, pero es simplemente imposible. No podemos olvidar lo que nos ha pasado durante dos años y medio».
El gobierno británico no les ha proporcionado ninguna ayuda. No les ha recibido, no les ha llamado por teléfono, no les ha ofrecido asistencia financiera ni de ningún otro tipo, ni siquiera psicológica.
«Quizá tenga que ver con el color de nuestra piel, quizá si fuésemos blancos y en vez de tener los apellidos que tenemos nos llamásemos Mr. Jones nos irían mejor las cosas», apunta Ruhel, que también opina que se ha producido un incremento del racismo en el Reino Unido.
Camino a Guantánamo
En todos estos meses no han tenido demasiado tiempo para pararse a pensar. Su colaboración con el director de cine Michael Winterbottom para hacer la película Camino a Guantánamo les ha mantenido bastante ocupados. No descartan, sin embargo, que en algún momento todo se les venga encima.
«Quizá cuando todo haya terminado, cuando Guantánamo esté cerrado, quizás en 10 años o en 20, tal vez entonces nos vengamos abajo. Es lo que les pasó a algunos soldados de Vietnam, al principio no notaban nada pero 10 años después empezaron a tener trastornos y crisis. Quizá nos ocurra lo mismo a nosotros. Espero que no», dice Ruhel.
Insisten, sin embargo, en que cada caso es distinto. «Nosotros estamos bien pero hay gente que se ha vuelto loca. Ha habido casos en Turquía, en Afganistán, en Pakistán... Cada uno es diferente. Unas 200 personas han sido liberadas de Guantánamo. A menos que alguien haga un informe con cada uno de los casos no sabremos lo que les ha pasado», señala Asif.
Después de un paréntesis de dos años y medio en un limbo jurídico, la vida continúa para Ruhel, Asif y Shafiq. Los tres amigos regresaron a Pakistán a la boda de Asif, que ahora ya tiene una hija.
Fuente: http://www.amnistiainternacional.org/revista/rev81/articulo17.html
No se si se ha puesto antes la noticia, si es asi lo siento.
Yo hoy leyendo por ahi la encontre y me puse a leerla, me parecio curioso y queria compartirlo con la comunidad.
Opionenes? a quien le parece que esta version es verdadera o falsa?