El Sacamantecas

AG

Ayer, escuchando el programa de Iker Jiménez (Milenio 3), contaron a modo de relato la historia de este ser. Hoy, basándome en el relato de ayer y haciendo un poco gala de la imaginación para meteros de lleno en él he, os traigo esta historia escrita por mi y que espero que os guste. Un saludo.


Una noche cualquiera de 1890, Juan Díaz de Garayo descansaba en su cama tras un duro día de trabajo. Pero su sueño fue perturbado por una presencia que entró en su habitación. Juan, tras sentir que alguien más estaba con él en su pequeña habitación fue abriendo poco a poco los ojos. Tal fue su sorpresa cuando vio, una vez más, su tormento, su pesadilla, volviéndose palpable; ese ser de gran altura, cabeza ovalada y calva y brazos más largos de lo común estaba frente a los pies de su cama, esperando una respuesta. Juan, presa de su miedo, cerraba los ojos instintivamente, buscando la salida a su pesadilla. Y lo consiguió. Abrió los ojos poco a poco y descubrió que ya no estaba en su habitación. Pero a los pocos segundos, escuchó como en el exterior algo chirriaba. Era un sonido muy agudo, insoportable. Era el grito de la muerte, el canto de ese ser, que lo aguardaba desde el exterior.

Cuando Juan Díaz de Garayo salió de su casa al encuentro de ese ser tras escuchar su tenebroso grito, él ya no era el mismo. Su rostro había cambiado, contenía una gran furia en el interior y él no tenía propiamente el control de su cuerpo; se trataba de un ser enloquecido, una bestia…la reencarnación del diablo en persona.

Pobre fue de aquella anciana que tuvo la desgracia de encontrárselo por el camino esa noche. La anciana, que procedía ser recoger agua de un pozo, andaba asustada por el camino. Era bastante tarde y tenía una mala impresión. Escuchó un grito y se volvió asustada. No muy lejos, a lo alto de un montículo vio como se erigía un espantapájaros con los brazos en cruz. Un espantapájaros con vida propia y llamado Juan que, aprovechando que la anciana se volvió para proseguir su camino, se fue acercando a ella lentamente y la atacó de improviso.

Con la boca tapada con sus monstruosas manos, llevó a la anciana a un dolmen a medio camino del lugar del secuestro y de su casa. Un dolmen que estaba colocado allí desde hacía siglos, así como unas piedras a su lado con pinturas extrañas. Juan colocó a la anciana sobre una de esas piedras y, sin pudor, empezó a extraerle las entrañas. La anciana, con los ojos abiertos, presenciaba sus últimos instantes de vida; presenciaba como ese ser le sacaba las tripas sin motivo; presenciaba como no se trataba de una persona tenía una mirada extraña; presenciaba como se trataba del mismísimo diablo.

Tras acabar el trabajo, Juan volvió en sí. Con la anciana en brazos, empezó a llorar desconsoladamente porque no sabía que había hecho. La enterró y seguidamente se metió en el dolmen. Se llevó días allí, recapacitando, llorando. No sabía que le ocurría.

Pero pasó un año. Juan ya había recompuesto su vida. Dejó a lado tal evento, que sin saber como, hizo. Prosiguió en su trabajo y su vida volvió a tomar cauces normales.

Pero una noche, volvió a tener una visita inesperada. Se despertó, con frío, y vio como su ventana estaba abierta de par en par. Cuando se dirigió a cerrarla, vio en las afueras a ese ser de nuevo. Éste, le dirigió una mirada y se desvaneció en la nada. Esa mirada volvió a transformar a Juan. Y esa noche, volvió a ocurrir otro hecho insólito: volvió a rebanar las tripas de otra anciana y, seguidamente, la enterró y se escondió en el dolmen durante días llorando.

No pasó mucho tiempo cuando le volvió a ocurrir. Pero la tercera víctima no fue una anciana, sino una niña de 13 años.

En el pueblo el temor era inevitable. Cuando un ápice de oscuridad empezaba a verse en el cielo, las mujeres se encerraban en sus casas temerosas. Había una bestia suelta fuera, a quien nadie le daba caza. Una bestia que todos conocían pero que nadie denotaba. Una bestia encerrada bajo el nombre de Juan Díaz de Garayo, segador de profesión.

Los asesinatos se fueron sucediendo conforme pasaba el tiempo. La policía no tenía pruebas suficientes para descubrir al asesino. Era realmente increíble como tal bestia era al mismo tiempo cuidadosa de sus actos y no dejaba ningún tipo de prueba que le delatara.

Un periódico alavés recogió testimonios e hizo eco a la noticia. Su portada pasó a la historia. En ella, se hacía referencia a Juan Díaz, el cual fue apodado como El Sacamantecas.

Pero de la manera más inesperada, El Sacamantecas fue descubierto. Un día, segando con otros campesinos, una niña pequeña se acercó a donde los hombres trabajaban. Ésta, se quedó mirando fijamente a Juan, empezó a llorar y llamó a su padre. El padre se apresuró a consolar a la niña y a preguntar qué pasaba. Ella le respondió señalando a Juan y diciendo que era un hombre malo y que él era el Sacamantecas. Cuando Juan escuchó a la niña, no sabía qué hacer. Inconscientemente, y tras la mirada que le propinaban sus compañeros de trabajo y el padre de la niña tras escuchar sus palabras, empezó a correr despavorido.

La policía lo detuvo. En el informe de aquel entonces se puede apreciar como el inspector habla de Juan refiriéndose como si se tratara de algo no humano. Decía que tenía manos enormes, cuerpo de bestia, cara totalmente desfigurada, fauces muy marcadas y asimétricas y una expresión no corriente. Cuando lo trasladaban, los policías miraban atrás de reojo presos de su miedo. Su presencia hacía marchitar flores y levantar aspavientos; daba auténtico pavor el sólo sentirla

Ya en prisión y reconocedor de sus asesinatos, Juan fue castigado por la pena de muerte. Uno de los verdugos más famosos de la época era el que se iba a encargar de separar su cabeza de su cuerpo. El verdugo, especialista ya en estos trabajos, tenía más miedo de lo normal. No le daba buena espina. Pero procedió con su trabajo y la guillotina hizo lo demás.

Se dice que su grito se escuchó en kilómetros a la redonda y quedó guardado en las paredes de la prisión. Había quien decía que de noche, a algunos presos le atormentaban el sonido de ese último grito y veían, en los reflejos de las velas en la pared, como la sombra del diablo andaba alejándose.

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Cardoomx

Por tu avatar io diria q eres juan

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1 comentario moderado
7 años después
Marmoth

#3 Mereces una muerte lenta y dolorosa.

danitxu

#3 ban hdp

Talekxd

#3 una hostia te daba

HarpeR

el sacamantecas es de mi city XDD

#3 Ban por favor.

Talekxd

Mola

Outplayed

Este es el hilo donde se pide Ban a #3 ?

-Lania-

Esta guay si.
21 feb 05, 17:17

2 respuestas
PiPePiTo

#10 Lo que importa es la intención del Necromancer, coño.

-

#10 ¿quesesamierdaavatar? :o_o:

#13 que así no se te reconoce digo

1 respuesta
-Lania-

#12 Esquiusmi?

Bueno ! Pero es bonito :/

1 respuesta

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