Recuerdo cuando me quejaba amargamente por el mal que me rodeaba. Si pudiera haber escrito todo aquello, las estanterias de la pobreza de mi alma estarían repletas ahora con tomos inservibles. Aunque reconozco que la experiencia fue importante. Los únicos fragmentos de aquellos pensamientos que vieron la luz descansan en las repisas de lo inefable en la galería del “querer y no poder”.
Probé esas aguas y negé lo innegable, de hecho insulté a todo el panteón de Becerros de oro que las iglesias “modernas” tratan de hacernos adorar. Me niego en rotundo a asociar a Dios con ninguna iglesia. De hecho creo firmemente en la estructura sólida del ser humano como su morada entre nosotros.
Anoche tuve un sueño. Contemplaba un gran trigal que se perdía en el horizonte. En un lado, el preciado fruto se desperdigaba y brotaba como un manantial de cada tallo. De esa cosecha se alimentaban los justos. En el otro lado, el hermoso fruto brotaba, pero era pisado y deformado. Aquí se alimentaban los inicuos. Los tallos morían con facilidad pero volvían a brotar de nuevo.
Hice mi elección y caminé hacia los justos. Recogí uno de aquellos granos y lo observe con detenimiento. La semilla aparecía hermosa. Un pequeño haz de luz se escapaba del fruto y comenzé a rascar con fuerza hasta que la luz me envolvió.
Abrí mis ojos y allí estaba, tumbado en la arena. Me incorporo nervioso y trato de buscar una referencia. Mi vista se pierde en el horizonte de una playa de arena fina y de un blanco radiante. Algo apacigua el sonido de las olas de un mar verde esmeralda. Camino horas, días y milenios, hasta que decido sentarme en un tronco que sobresale de la arena como buscando el cielo.
Sentado miro arriba. Veo miles de estrellas. No reconozco ninguna, no hay constelaciones ni galaxias, solo estrellas en un cielo rojizo e infinito. Extiendo mi mano y toco el firmamento, me maravillo al ver que ondula y se distorsiona dando paso a un nuevo cielo aun más hermoso. Sonrío y siento una paz acogedora que se mece junto a las ondas del universo.
Alguien se acerca. Busco en todas direcciones donde esconderme, pero es inutil. Él ya me ha visto y con paso firme se acerca. No reconozco su rostro, no reconozco su piel ni siquiera sus ojos, pero le veo, ahí frente a mí.
¿Quién eres? – Sentí como él se sentaba a mi lado.
Creo que soy yo quien debería preguntar eso.
¿Qué hago aquí?
Quizá este es tu verdadero hogar y estas en casa. Pero solo el corazón nos guía hasta nuestro ansiado hogar.
No entiendo, ¿De que hogar me hablas? - Noté como sonreía amablemente sin boca.
Quizá porque no escuchas atentamente – antes de que pudiera interrogarle otra vez él se adelantó.
Quizá las preguntas no son las adecuadas. ¿Qué buscas aquí?
Pues no lo se, esto es un sueño ¿Verdad? Quiero decir que nada de esto es real.
No soy yo el que ha de responder a eso, solo tu corazón puede hacerlo.
Solo se que vine buscando culpables, pero eso ha desaparecido. Quizá el tormento de ver a mis hermanos sufriendo, las guerras, el hambre. Pero aquí hay paz.
Quizá porque el hombre ha cerrado los ojos a su prójimo y niega a su hermano. La palabra por delante del acto. La meditación antes que la palabra. El espiritu antes que la meditación. Dios en todas. Solo el ciego no puede ver pero incluso al ciego, Dios le enseña el camino.
¿Por qué dudas? Comienzas todas tus frases con “quizá”, ¿Dónde estan las certezas?
Solo una certeza conozco y es la voluntad de Dios. Y esa es innegable e infinita.
¿Dónde está la verdad?
La verdad viene de la mano de esa certeza.
¿Es su voluntad entonces que nos guien los poderosos?, que nos asusten los falsos profetas o que nos castiguen los infiernos de los culpables.
No te equivoques, No hay juicio porque no se juzga. No hay palabra sino su palabra. No hay castigo porque él es misericordia. ¿Crees que un padre amante castigaría a su hijo para la eternidad? Es mas te diré que la casa de mi Padre todo aquel que reciba el mensaje será bienvenido, pero incluso el que no.
¿Estarás aquí mañana? Creo que mi tiempo se agota.
Estaré aquí siempre, ve y no temas, aprende de su voluntad y misericordia. Y recuerda que no estás solo.
La luz me cegó de nuevo y el trigal ante mis ojos. Mis ojos se abren y veo el techo, una sensación de paz me inunda. ¿Cuántas preguntas me he dejado en el tintero? Me reprocho. Mañana vuelvo seguro, se que él estará allí. Abro los ojos y despierto y la soledad se apodera de mí, ahora si veo el techo pero con los ojos de la carne. Que pena con lo bien que yo estaba.
Continuará si os gusta, sino pues nada. Un saludo.