Me llamo Ramoncín. Perdí millones, pero me niego a asumirlo y os hago pagar un canon.
Pretendí que otras personas se riesen de #210. Perdí millones.
Luego probé con borrachos. Perdí millones.
Compré bombonas de gas de la risa. Perdí millones.
Luego me desperté.
FFFUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
Fui al cajero automático. Cogí el dinero. Me fui. No pasó nada
Más adelante un duende me robó la cartera
Me encontré a Pinocho abandonado, y mi única reacción fue fabricar un futbolin gigante que jamás funcionó, Pinocho murió y, perdi millones
#216 se ha tomado más anfetas que #217, no es de estrañar que postee antes. Las anfetas me costaron millones, y las usé para postear esta basura. Perdí millones.
El otro dia en misa, pasaron el cepillo. Alguien puso un imán dentro. Cuando salí de la iglesia un duende me robó la cartera, perdí millones.
Un amigo mío me ofreció ser socio de una pequeña empresa, un proyecto de universidad llamado google. Lo rechazé, preferí el Age of Conan. Perdí millones.
Metí una trampa para ratones en mi cartera porque estaba hasta los cojones de que me la robaran. Me la robaron igual. Perdí millones pero gané un duende decapitado.
No encontré la antimateria oculta en el baticano. Perdí millones.
Luego me morí de verguenza por escribir "baticano". No perdí millones, no me quedaba nada.
Le confié mis ahorros a un negro con túnica. Se fue de vacaciones a Esparta. Cuando volvió, un duende le había robado la cartera.
Empecé a escribir una noche : En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza.
Mientras lo hacía un duende me robó la cartera. Perdí millones.
Maté a Bill Gates. Cuando busqué su cartera, no la encontré. La mía tampoco. Ambos perdimos millones.