Queda ya lejos el primer confinamiento y la primera ola de la pandemia, y de esta luctuosa situación se trató de buscar aspectos positivos como que sería un punto de inflexión para mejorar la sanidad pública, bajar las ratios de los centros escolares o fomentar el teletrabajo (nada más lejos de la realidad, como vemos actualmente). Pero una frase resaltaba sobre las demás: de esta saldremos mejores.
Pasó el tiempo, fue mejorando la situación y paulatinamente fuimos volviendo a la normalidad. Ciertos sectores económicamente afectados reclamaban soluciones, algunos por desgracia con razón y otros tratando de esconder bajo la alfombra sus vergüenzas mientras lloraban por ver disminuidos sus beneficios previamente no declarados. Y entre todo esto también resonó otro slogan: la cultura es segura.
Soy una persona aficionada al cine, el teatro y la música entre otras cosas, aficiones a las que me vi obligado a renunciar por la pandemia. En esta segunda mitad de año he vuelto a retomar este tipo de ocio con nefastos resultados.
Gracias a las vacunas y a determinadas medidas de prevención la incidencia ha bajado considerablemente en los últimos meses y se han ido relajando las restricciones, pero todavía quedan unas cuantas vigentes como es el uso de mascarilla en interiores. Mi experiencia por desgracia ha sido que ni hemos salido mejores ni la cultura es segura. Ir al cine ha consistido en sentarme al lado de desconocidos que nada más sentarse en la butaca se quitan la mascarilla durante toda la sesión sin importar no estar consumiendo nada, tres cuartas partes de lo mismo con el teatro (aunque aquí menos generalizado entre los asistentes, por suerte) y no he logrado ver ninguna diferencia entre un concierto en la actualidad y uno del año 2018, donde las mascarillas y la distancia de seguridad (especialmente con gente gritando a pleno pulmón) ni estaban ni se les esperaba. Si no existiese la obligación de tener puesta la mascarilla en este tipo de actividades yo sería el primero en valorar si quiero asistir o no, pero existiendo las restricciones no comprendo no ya la actitud incívica de los asistentes sino la nula actuación por parte de los organizadores, en muchas ocasiones incluso subiendo vídeos y fotografías a las redes sociales donde se puede comprobar la generalización de estos comportamientos.
Desde luego que con este tipo de situaciones se me han quitado las ganas de dedicar tiempo y dinero a la cultura. Entiendo que cada persona lleva la situación actual a su manera, pero quien no quiera tomar ninguna medida de prevención lo haga en su intimidad o con sus allegados, y respete las normas vigentes de igual manera que respetamos no fumar en interiores.