Por aquel entonces ya conocía perfectamente los efectos de la mescalina en mi cuerpo, así que fui a lo grande: 1200mg (HCl).
La subida me pilló por sorpresa, a los 30min ya empezaba a notar los efectos, cuando normalmente tardan hasta 2 horas. Colores vibrantes, objetos que respiran, que se giran para mirarte y puedes sentir que, aunque no hablen, te saludan...
Todo entraba dentro de lo normal. Descubrí algo que nunca me había pasado antes, por casualidad. Dejé el mando a distancia sobre la mesa, y éste se hundió. Cada objeto que ponía sobre la mesa desaparecía, era absorbido por ella. Era fascinante. El hule era una masa informe, como un aceite muy viscoso, y cualquier cosa se hundía en él, era fagocitado.
Me dispuse a lo que sería comenzar mi viaje, y me apoyé sobre la mesa. Me hundía. Me di cuenta de que en las esquinas de la mesa estaban mis "elfos mecánicos", los mismos que cuando he fumado DMT. "Elfos mecanicos autotransformantes" es una expresión usada para definir a los entes que casi todo consumidor de DMT siente o ve.
http://en.wikipedia.org/wiki/Machine_Elves para más información. El caso es que nunca han estado presentes fuera de una experiencia con DMT...
Nunca los he visto, sólo los siento, pero sé exactamente exactamente cómo son. Parece una contradicción, lo sé xD
Vendrían a ser algo así (disculpad mi falta de destreza artística):
http://img378.imageshack.us/img378/828/machinelf3da.gif
Metálicos, ovoides deformados (la deformación es la boca), con un brillo negro en los bordes: como si hacia los bordes fueran a la vez más "de cristal" y más oscuros. Sonreían como si me tuvieran una sorpresa preparada.
Al tiempo que me hundía veía pasar fractales en movimiento, alejándose y acercándose. Todos los objetos que se hundieron antes, estaban ahí, pero multiplicados por millones, "fundidos" entre ellos, ampliados y encogidos, deteriorados por el tiempo y recién fabricados.
Acabé saliendo de la nube negra en la que, a lo largo de lo que para mí fueron varias horas de viaje, se había convertido el hule. Sobrevolaba una tierra inhóspita, sin signo de que hubiera habido nunca vida allí. Hacia el horizonte se ponía el sol, en un tono violeta extrañamente brillante; parecía casi como si hablara. Notaba sobre mi cuerpo sus rayos, siendo cada uno de ellos toda una enorme y hermosa experiencia o un acto terrible, aterrador, y a la vez sentía a la vez regocijo por la belleza de esa puesta de sol y pesar porque nadie más lo pudiera ver.
Sentimientos contradictorios. Era El Principito, pero no había nadie a quien visitar, no había otro planeta. Con el sol ya puesto, admiraba la grandiosidad de los cañones de la superficie, infinitamente profundos, pero aun así alcanzaba a ver el fondo. Yo era toda la vida del universo, todo el universo era yo. El yo empezó a dejar de tener sentido.
El recuerdo del reloj de mesa de mi salón, haciendo tic-tac, era el único recuerdo que tenía, y estaba tan leeeeejos en el tiempo que sólo de pensarlo, no podía imaginar cúanto había vivido; tenía la certeza de que ninguna civilización, ninguna especie podía haber existido durante tanto tiempo. Tan lejano era ese recuerdo como era la profundidad del cañón, lo que lógicamente (al menos entonces era lógico), me despidió a toda velocidad hacia el fondo del él. Infinita velocidad, pero todavía me daba para fijarme en cada detalle. Comenzaba a ver el aire. Las moléculas de aire, como simples campos energéticos que interactuan entre sí.
Me estrellé contra la roca. Por un momento percibí estar delante de una puerta de ébano, y un instante después, se cerraba tras de mí. Ya no había moléculas, sino una única, enormemente larga. La recorrí hacia arriba, con la ayuda de una gentil gravedad controlada por mi mente. Poco a poco, iba notando la presencia de "almas" en torno a ella. Seres. Un guepardo desgarrando una gacela, una familia haciendo la compra, una mujer ardiendo en una pila de madera, un gatito durmiendo. Era gente con la que compartía algo. ¿Era yo la unión de sus almas? ¿Comparte aquél que se hundió en su mesa algún trozo de este camino con ellos? Es increíble que lo tuviera tan claro entonces y que me lo esté preguntando ahora.
A toda velocidad subía, y a cada "ser y sus circunstancias" que veía, más velocidad alcanzaba. La cadena se acababa. Yo ya no existía. Era la disolución total de mi persona en el universo: ya no era mi cuerpo, ni mi mente, ni mi alma, era una simple, pura y enorme y terrible sensación de paz y omnisciencia. Poco puedo relatar a partir de este punto.
Me desperté (bueno, no tengo claro si me desperté o simplemente volví) a las 12 horas, en la cama (perdí contacto con la realidad en el salón, en la mesa). Mi sitter no me llevó allí, al parecer me fui yo solito hasta allí 4 horas antes, mientras balbuceaba cosas sin sentido y sonreía.
Esta experiencia vino a reafirmar mis creencias budistas, me explicó cómo la existencia de la vida es algo tan simple como una acumulación de energía diseñada específicamente para dispersarse (había estado repasando termodinámica unos días antes 
), y algunas cosas que, aunque me fueron explicadas y comprendí totalmente, ahora no termino de entender. Puedo decir, sin duda, que desde entonces soy mejor persona, y que tengo constancia de qué aspectos he de pulir en mí.
Espero que os haya gustado. Aportad las vuestras. Un saludete.
