Ocurrió esta noche. Todo el mundo sabe que los sucesos más extraños, o llámenlos si quieren, paranormales, suceden por la noche: monstruos de ojos rojos escondidos debajo de las camas, arañas gigantes esperando en largos y oscuros pasillos, fantasmas que caminan durante toda la velada...
El reloj despertador de mi mesilla indicaba la hora sobre la que aquellos susurros me despertaron. Mis manos se movieron
rápido en la oscuridad buscando la fuente de aquellos susurros.
No encontraron nada palpable y muy intermitentemente aquellos susurros volvían. No salía de mi asombro, así que me senté
en la cama y encendí la lamparita de la mesilla de noche. Mi cuerpo estaba sudoroso, la puerta de la habitación cerrada y
un pequeño escalofrío, muy humano, recorrió todo mi cuerpo.
Habían Cesado los susurros.
Eran las 3 de la madrugada. Según la literatura europea más oscura, los malos espíritus tienden a manifestarse a esas
horas, en antítesis con la muerte de cristo, un jueves santo a las 15.00 de la tarde aprox.
"Tonterías", pensé. Sería algún tipo de sueño. Fuí a la cocina a beber agua y volví, más tranquilo.
Me acosté y apagué a luz, esperando conciliar el sueño en poco tiempo.
Habían pasado 5 minutos cuando aquellos susurros volvieron, notaba cómo se acercaban y se alejaban de mi cuerpo, notaba
cómo yo mismo estaba en una alerta constante, así que me tapé con mis sábanas (todos sabemos que las sábanas de una cama son una estupenda protección blindada y que bajo ellas nadie se atrevería a atacarnos). Pero fué inútil, aquello seguía ahí fuera. Podía sentirlo cuando asomaba un poco mi cabeza para respirar.
Toda mi vida se pasó delante de mis ojos, seguramente aquello no me visitaba en vano y seguro que estaba dispuesto a llevarse mi sangre, o incluso mi vida.
Ante tales fatídicos pensamientos, volví a salir, en un ataque de gallardía y encendí nuevamente la luz.
Todo en orden, todo vacío.
Estaba a punto de volverme loco.
Pero no, yo sabía que aquello era un ente con inteligencia propia, la suficiente como para mantenerse en silencio y oculto con luz y como para molestar bajo el manto de las sombras de la noche.
Aquello tenía que ir al cielo o al infierno, a donde fuese, pero lejos de mi habitación...
Medité unos segundos. Decidí hacer la guerra a aquel ente, cuya paciencia no se agotaría jamás y sólo cesaría en su empeño una vez obtuviera los resultados que buscaba. Y su presa, por supuesto, era yo. Digo era, porque entonces decidí que yo no sería presa de nada ni nadie, no sería pasto de cualquier ente de este u otro mundo. Si quería algo de mí, le iba a costar y se lo tendría que currar.
Cogí un fus fus lleno de agua, el agua deja rastro y siempre es palpable. Apagué la luz y esperé tranquilamente, destapado al completo. Se lo estaba poniendo fácil. Además eran casi las 3.30 am. Apenas me quedaban algo más de 2 horas de sueño y mi paciencia, igual que mi espalda, estaba muy quemada.
No tardaron en llegar los susurros, por aquí, por allá, incesantes mientras igualmente el fus fus soltaba ráfagas de agua a diestro y siniestro. Todo acabó en apenas 3 minutos. Aquel ente, debió rendirse. Esperé otros 3 minutos, por si acaso estuviera esperando que me confiara, pero no. Aquello no volvió a oir.
Al encender la luz, daños colaterales por doquier: gotas de agua en la mesa, en la almohada, en la mesita... pero había resultado!!! Había cazado a aquel ente que impedía mi sueño!!! Era un jodido mosquito trompetero!!!
Por fín pude conciliar el sueño.
Y no eran uno, eran dos, el otro más listo que el primer mosquito y que yo, porque ese sí que me picó.
Un saludo!