Si nos remontamos a 1789, en la antesala de la Revolución Francesa, muchos se sorprenderían de saber cuál era la situación de la lengua francesa entonces.
Por un lado la lengua francesa es la lingua franca europea, utilizada entre los diplomáticos y en las cortes de toda Europa. Francia es entonces la gran superpotencia de la región, el prestigio alcanzado por su literatura y la influencia de la Ilustración francesa no tiene parangón.
Es tan fuerte la posición internacional del francés que en Rusia la nobleza lo utiliza como primera lengua, a semejanza del griego en la Antigua Roma, los nobles demuestran su educación y nivel cultural leyendo autores franceses y utilizando el francés para hablar entre ellos en el día a día, y desprecian el ruso como "la lengua de los campesinos". Educarse en Francia, tener un tutor francés o viajar a Francia es visto como un ritual de aprendizaje cultural imprescindible.
Por otro lado, la situación interna dentro en el Reino de Francia no es tan diferente de Rusia como podría pensarse, y aquí vienen las sorprendentes cifras: las estimaciones más generosas hablan de que sólo el 50% de la población francesa hablaba el francés, y en total solo el 25% lo hablaban como primera lengua o lengua materna. Al hecho de que el propio francés estaba fragmentado en dialectos, se le unía la gran presencia del occitano en toda la mitad sur del territorio francés, y de otras regiones más pequeñas en donde se hablaba el bretón, el francoprovenzal, el catalán, el vasco o el corso.
Sin embargo Henri Grégoire realizó un informe en 1794 en el que aseguraba que el francés sólo se hablaba en 15 de los 83 departamentos franceses, es decir menos de 3 millones de franceses de un total de 28 millones hablaban francés, denunciando que en el Canadá y el Mississippi el francés estaba perfectamente unificado y era la única lengua que se hablaba mientras que en la madre patria la situación del francés es "insostenible".
Tal vez sólo fuera un informe alarmista para hacer tomar conciencia e impulsar las políticas llevadas a cabo por la Revolución y el Imperio napoleónico, y posteriormente en el siglo XIX, para convertir al francés en la lengua "nacional" de facto.
Lo cierto es que en el siglo XX todos los franceses hablarían por fin francés, pero internacionalmente el francés perdió casi toda su hegemonía internacional.