Y la gente, que por fin se siente segura al haber un gobierno que aplica la mano dura con los delincuentes, sale a celebrarlo y vitorear mientras el cadáver de la escoria que va secuestrando a abuelitas indefensas (podría haber sido la vuestra), empieza a pudrirse en el suelo. La mujer quedó sana y salva y ya hay una escoria menos que mantener en la cárcel con los impuestos de los honrados trabajadores brasileños.
Me alegra ver como el pueblo brasileño empieza a no tener miedo al expulsar a la izquierda que siempre se alinea con los delincuentes y los ampara mientras pasa del obrero honrado.
Las cosas está empezando a cambiar en Brasil, y los delincuentes saben que van a empezar a tragar plomo.